_
_
_
_
_

Una cerveza en la sacristía y un café en el viejo molino de Utrecht

En la ciudad neerlandesa, a tan solo media hora en tren de Ámsterdam, no todo es lo que parece. Antiguas iglesias, fábricas y almacenes se han reacondicionado como atractivos espacios para el ocio

Interior del café-cervecería Olivier, en Utrecht (Países Bajos), que conserva elementos de la antigua iglesia en el que se ubica.
Interior del café-cervecería Olivier, en Utrecht (Países Bajos), que conserva elementos de la antigua iglesia en el que se ubica.ALEXANDRE ROTENBERG (alamy)
Óscar López-Fonseca

Utrecht no solo presume de haber sido la localidad en la que se firmó, en 1713, el histórico tratado de paz que puso fin a la guerra de Sucesión española o de tener el Dom, la torre de iglesia más antigua —el 26 de junio de 1321 se colocó la primera piedra — y, con sus 112 metros, más alta de los Países Bajos. Con 300.000 habitantes y a solo media hora en tren desde el aeropuerto de Ámsterdam, también alardea del peculiar ambiente que dan a las calles de su coqueto centro urbano los numerosos estudiantes de su centenaria universidad. Canales, plazas y parques de esta ciudad, en la que la bicicleta es la reina absoluta para desplazarse, se llenan de animación cuando el tiempo acompaña y unos pocos rayos de sol son suficiente excusa para sentarse en una terraza o, simplemente, en las escalinatas que dan al canal junto al Tivoli, el vanguardista centro cultural que bordea el casco histórico. Entonces, sus viejos edificios de cuidadas fachadas y sus templos discretos acrecientan el atractivo de un lugar en el que no todo es lo que parece.

Una iglesia convertida en hotel

Un ejemplo de ello es el hotel Bunk. Asomado a un canal y no muy lejos de las modernas líneas del Tivoli, el vetusto edificio en el que se ubica fue en su origen una iglesia. Aunque conserva su fachada con espadaña y campaña, el interior ha dejado a un lado los rezos y se ha convertido en un amplio espacio donde tomar una cerveza, comer un sándwich o brindar con un chupito de jenever, un destilado de cebada malteada, centeno y maíz que es conocido popularmente como la ginebra de los Países Bajos. El local está presidido por el antiguo órgano y un ascensor transparente, situado justo enfrente, permite subir a la zona de alojamiento, donde se alternan las habitaciones clásicas con los dormitorios compartidos. Mientras parte de la nave central es ocupada por la barra y una cocina acristalada que muestra el trasiego de su interior, el espacio elevado de lo que en su día fue el coro es ahora un lugar más para disfrutar de una copa.

El restaurante del hotel Bunk (con el órgano al fondo).
El restaurante del hotel Bunk (con el órgano al fondo).WOUTER VAN DER SAR

También en una antigua iglesia se encuentra el café-cervecería Olivier. Su fachada, sin embargo, despista, ya que parece la de una antigua vivienda. Es consecuencia de la permisividad a medias de una ciudad que, durante la Reforma protestante, consentía el culto de otros credos siempre y cuando no se hiciera alarde en el exterior de sus templos. También aquí se conserva el órgano, aunque no es el único elemento religioso de este edificio con altos techos abovedados. Sobre una de las puertas de entrada a la nave central, hoy ocupada por la barra y las mesas donde beben y charlan los clientes, aparece una escultura de la Virgen. En la otra, una figura de Jesucristo. Entre ambas, un relieve también remite a su antigua función religiosa. Sin embargo, su mayor atractivo es la larga variedad de cervezas —de barril y en botella— que ofrece, buena parte de ellas belgas, eso sí.

También en el centro de Utrecht está el café The Village, un lugar que ocupa dos locales contiguos, uno de ellos un antiguo estudio de tatuajes. Una de las paredes aparece recubierta, como recuerdo de aquella pretérita función, de cuadros que atesoran los diseños de los, a veces, recargados dibujos que aquí se plasmaban en la piel de los antiguos clientes. Especializado en el café —tienen una veintena de variedades, además de una pequeña tienda donde comprar este producto en grano y las máquinas para elaborarlo en casa—, su lema recuerda precisamente a una de las propiedades de la cafeína: Who needs sleep? (¿quién necesita dormir?). Mesas altas y bajas, sofás, juegos de mesa y una carta básica de bollería completan la oferta, junto a una música siempre presente y que fluctúa entre los éxitos de Abba y el rock clásico, aunque también tiene actuaciones en directo.

Comer en el viejo pozo

En esto último coincide con el ‘t Oude Pothuys, un restaurante en gran parte subterráneo que cuenta con un escenario bajo su techo abovedado donde se alternan los grupos musicales con espontáneos que acuden al reclamo de sus noches de micrófono abierto. Le debe su nombre (Oude Pothuys significa “vieja casa de pozo”) a la función que tuvo el lugar que ocupa: era el espacio bajo las viviendas en el que se recogía el agua de lluvia, aunque más adelante se utilizó como almacén o taller de artesanos. Hoy ese espacio lo llenan las mesas donde los clientes almuerzan, cenan o, simplemente, se toman una cerveza. Todo ello también puede hacerse en la terraza que tiene a los pies del canal Oudegracht, que atraviesa el centro de la ciudad.

Cervezas en la fábrica de aceite

Fuera ya del núcleo del Utrecht más vetusto está el barrio de Lombok, una zona de moda por la que discurren varios canales navegables y en la que se levanta una gran mezquita de líneas modernas. Al borde de uno de estos cursos de agua está Buurten in de Fabriek, el lugar donde tomar una cerveza acompañada del aperitivo por excelencia holandés: las bitterballen (croquetas habitualmente de carne, aunque también se hacen de otros ingredientes).

En su terraza se disfruta tanto de la impresionante fachada del edificio industrial, que aún conserva el letrero que recuerda que aquello fue una fábrica de aceite, como de la estructura metálica que se levanta junto a la orilla del canal y que en su día sirvió para transferir las mercancías de la fábrica a las barcazas y viceversa. En el interior de la antigua factoría, que dispone también de actividades culturales, se muestra un esquema sobre el funcionamiento de aquella fábrica. Más familiar que otros locales de Utrecht, Buurten in de Fabriek cuenta en su interior con un espacio especial para que jueguen los niños.

Vista aérea del Molen de Ster, en Utrecht.
Vista aérea del Molen de Ster, en Utrecht.Rich Stott

No muy lejos, y aún en el barrio de Lombok, se ubica Molen de Ster, un remozado molino levantado en 1739 —solo 26 años después de que se firmase la paz de Utrecht— que, si bien hace tiempo abandonó su vieja función de aserradero, aún hace una vez a la semana exhibiciones sobre la utilidad para la que fue creado. El espectacular molino es hoy un restaurante, cervecería y cafetería en el que disfrutar de diversas actividades culturales, celebrar un banquete de bodas o, simplemente, tomar un café acompañado de sus célebres poffertjes, un dulce tradicional holandés elaborado con una masa frita que se asemeja a las tortitas. El espacio, que tiene incluso una pequeña granja con animales para el disfrute de los más pequeños, se llena cuando llega el buen tiempo y las mesas de su terraza —también, cómo no, al borde de un canal— se convierten en un privilegiado lugar para disfrutar de su variado programa lúdico, que incluye desde conciertos hasta torneos de petanca.

Directorio

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Sobre la firma

Óscar López-Fonseca
Redactor especializado en temas del Ministerio del Interior y Tribunales. En sus ratos libres escribe en El Viajero y en Gastro. Llegó a EL PAÍS en marzo de 2017 tras una trayectoria profesional de más de 30 años en Ya, OTR/Press, Época, El Confidencial, Público y Vozpópuli. Es licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid.

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_