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Vinos
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

A la busca de buenos vinos de viejas garnachas, el tesoro de Gredos

La sierra de Gredos está experimentando un resurgir vitivinícola con la recuperación de sus viñedos de montaña casi centenarios. Vinos frescos, jugosos y potentes que alcanzan la excelencia y animan a recorrer la zona

Labranza tradicional con mulas en un viñedo de la bodega Bernabeleva en la sierra de Gredos.
Labranza tradicional con mulas en un viñedo de la bodega Bernabeleva en la sierra de Gredos.
Carlos Delgado

A Gredos se sube, o de Gredos se baja, por carreteras ondulantes como serpentinas. Las mismas, o próximas, a las que construyeron los romanos hace unos dos mil años. Un paisaje luminoso, austero, coronado por el puerto del pico Almanzor, con sus nieves a modo de turbante del temible sarraceno al que debe el nombre. Todavía hay pastores que evitan el tráfico trasladando sus rebaños por la calzada romana. Hay que subir a los montes graníticos para contemplar sus barrancos y laderas donde viejas garnachas, casi centenarias, se aferran al terreno bajo un limpio cielo velazqueño cubierto de cirrostratos.

Ese es el tesoro de la sierra de Gredos, demasiado tiempo olvidado, hoy felizmente recuperado gracias al empeño y trabajo de un puñado de bodegueros y enólogos aventureros, obsesionados por reencontrar las cepas fundacionales del patrimonio español vitivinícola ancestral. Viejos viñedos agrupados en pequeñísimas parcelas que enseñorean las provincias de Ávila, Madrid y Toledo a unos 1.000 metros de altura, sobre suelos graníticos, veteados de pizarra en algunas zonas. Suelos capaces de absorber calor diurno para proteger luego la cepa del frío de la noche y la frescura de los hermosos amaneceres en la alta montaña, propiciando la lenta maduración de las uvas y dotando de gran frescura a los vinos.

El palacio de Villena, en Cadalso de los Vidrios (Comunidad de Madrid).
El palacio de Villena, en Cadalso de los Vidrios (Comunidad de Madrid).Prisma (getty images)

Tiene Gredos sus terruños repartidos por las denominaciones de origen de Méntrida, Vinos de Madrid, Cebreros y VT Castilla-León, lo que garantiza la diversidad y singularidad de sus tintos, base de la fama de pueblos como San Martín de Valdeiglesias, agua y granito entre pinos y pantanos, que algunos llaman “la costa de Madrid”. Merece la pena un paseo por su casco histórico, con sus hermosas casas solariegas, sus puertas y ventanas adinteladas de granito, escudo de armas, y bodegas rodeadas de grandes tinajas donde se fermentaba el vino. Como también merece la pena acercarse a la localidad de Cadalso de los Vidrios, en la sierra oeste de la Comunidad de Madrid, histórico pueblo que es cruce de caminos, con su hermoso palacio de Villena, del siglo XV. Y en la otra vertiente, la abulense Cebreros, dos valles y una sierra, cañada real y vía imperial, donde el vino es historia líquida, hoy destino deseado por sus gloriosas garnachas.

La épica del redescubrimiento

El renacimiento vitivinícola de Gredos tiene nombres que merecen citarse. El pionero, tal vez sin saberlo, fue el bodeguero Luis Saavedra, que en 1996 comenzó a elaborar por separado viejas garnachas plantadas en las empinadas laderas de la zona de Cenicientos (Madrid). Su crianza marcó el inicio de una recuperación ineludible. Tres años más tarde, el riojano Telmo Rodríguez (Remelluri), explorador infatigable del viñedo olvidado, junto con el piloto Carlos Sainz, redescubría el gran potencial de las viejas cepas asentadas en suelos graníticos y pizarrosos de Cebreros. En concreto, las viñas ubicadas en las laderas de Arrebatacapas, a 1.050 metros de altitud, donde la viticultura todavía se realiza con mulas. Nace así el prodigioso vino Pegaso Barrancos de Pizarra. No tarda en cundir el ejemplo. Tras él llegan otros bodegueros y enólogos, como Belarmino y Alberto Fernández, que, junto a su amigo Alfonso Chacón, crean la bodega Canopy, en El Real de San Vicente (Toledo), ubicada en la zona más alta de la denominación de origen Méntrida, al sur del valle del Tiétar. Su vino La Viña Escondida supone la definitiva confirmación.

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Viñedos en la sierra de Gredos.
Viñedos en la sierra de Gredos.Raul Hernandez Balbuena (alamy)

Le siguen los visionarios Fernando García (Bodega Marañones), José Jiménez-Landi (Jiménez-Landi) y su primo Daniel (Daniel Landi). Este último crea con Fernando García y Marc Isart Comando G (Gredos, Garnacha, Granito), aunque hoy solo continúan los dos primeros. El proyecto cuenta con el apoyo comercial de Quim Vila (Vila Viniteca), distribuidor en exclusiva de sus vinos. También nacen otros tintos míticos como Las Umbrías o Rumbo al Norte, que logra los ansiados 100 puntos Parker con su añada 2018. Posteriormente surgen más proyectos destacables, como 4 Monos Viticultores, fruto de la amistad entre Javier García, Laura Robles, David Moreno y David Velasco, cuatro madrileños que deciden embarcarse en la arriesgada aventura de elaborar vino en zonas poco conocidas y menos valoradas. Sin olvidar la creación de Bernabeleva (la ruta del oso) por Marc Isart, un gran proyecto de enoturismo que cuenta con 35 hectáreas de viñedo viejo a los pies del cerro de Guisando, junto al Arroyo del Tórtolas, ni la exitosa incursión de la bodega toledana Arrayán de la mano de la sensible y eficaz enóloga Maite Sánchez.

Entre todos han creado un conjunto de excelentes tintos que marcan el renacer de las viejas garnachas de Gredos, como este decálogo que proponemos a continuación.

Rozas 1er Cru 2019

Cata. De Rozas de Puerto Real, a 900 metros de altura, proceden las uvas de este soberbio tinto, fermentado en tinos de madera, con crianza de 10 meses en tulipa de hormigón y fudres de roble. Portentoso aroma cargado de fruta madura adornado de notas florales, hierbas de tocador y especias. Goloso, potente, bien estructurado, con un final pletórico de fruta.

Pegaso Barrancos de Pizarra 2018

Cata. Un tinto refinado y poderoso, elaborado con viejos viñedos de las inmediaciones del puerto de Arrebatacapas, a unos 1.000 metros de altura, criado en barricas de roble francés de diferentes bosques. Propuesta aromática intensa y fresca, cargada de frutillos silvestres, notas de hierbas balsámicas y especias. Sabor intenso, algo licoroso, y persistente.

Peña Caballera 2018

Cata. Vino de parcela plantada en ladera a 850 metros de altura, en el paraje del mismo nombre, fermentado en tinos abiertos de roble de 33 hectolitros, con crianza durante 12 meses en barricas usadas de roble francés. Aroma rico en matices florales que perfuman su amplia frutosidad, realzada por las notas balsámica. Goloso, de regusto levemente especiado.

Alto de la Estrella 2019

Cata. Singular vino de una viña plantada en el año 1961, a 1.100 metros de altitud, en el puerto de Arrebatacapas, con crianza en fudre de 2.000 litros durante 15 meses. Complejo aroma de fresca frutosidad madura, realzada por el toque de madera, con sugestivas pinceladas florales y notas balsámicas. Goloso y consistente, de paladar redondo y final persistente.

Bernabeleva Carril del Rey 2019

Cata. El encanto de las viejas garnachas procedente de una parcela de 4,2 hectáreas plantadas en ladera hace 75 años, fermentas con raspón y largas maceraciones en frío, para terminar con una crianza de 11 meses en roble francés. Aroma profundo a fruta licorosa y flor, enmarcada en madera, especias y tostados. Sabroso, potente, llena la boca con regusto frutal.

Aguja Del Fraile 2019

Cata. Vino elaborado con cepas con entre 65 y 90 años plantadas a unos 850 metros de altitud, fermentado en fudre y criado en barricas usadas de roble durante 16 meses. Aroma pletórico de fruta madura especiada y perfumes florales, todo refrescado por las notas balsámicas. Jugoso y afrutado, con buena acidez y estructura pulida que se expresa con elegancia.

Piélago 2018

Cata. Logrado ensamblaje de cuatro parcelas diferentes situadas en el pueblo de El Real De San Vicente. El vino ha fermentado en barricas de roble tras largas maceraciones con el raspón, y ha sido criado durante 14 meses de roble francés. Intenso aroma de fresca frutosidad madura, notas de flor, especias y balsámicos. Suculento, consistente, tiene un final en boca algo licoroso.

Garnacha de Arrayán 2018

Cata. Un alarde de refinamiento enológico de Maite Sánchez, elaborado con uvas de 70 años fermentadas en tino de madera (con 30% de raspón), y cuatro meses de crianza en tino de roble francés de 4.300 litros. Fresca exuberancia frutal enriquecida por notas de hierbas balsámicas, flores, torrefactos y especias. Muy sabroso, glicérico y suave.

Las Uvas de la Ira 2020

Cata. Tinto de pueblo elaborado en tinos de madera con uvas de cepas viejas de distintas parcelas y envejecido en fudres de roble durante unos 10 meses. Tiene un aroma cargado de expresiva y fresca fruta silvestre, con notas florales, hierbas de monte, rico en matices especiados y roble. Largo y delicado, un vino que conquista sin alardear de cuerpo y color.

La Viña Escondida 2018

Cata. A partir de una viña de 93 años y elaboración tradicional, que incluye suaves pisados durante la fermentación y crianza de 18 meses en fudre de 2.000 litros de roble francés, consiguen que la garnacha se exprese con gracia, finura y profundidad. Expresivo aroma muy frutal, con notas florales y especiadas. Tiene un paso de boca de notable plenitud.

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Sobre la firma

Carlos Delgado
Periodista, escritor, y crítico enogastronómico. Premio Nacional de Gastronomía 2002. Es crítico enológico de EL PAÍS desde finales de los ochenta. En 1989 participó en la fundación de Slow Food, donde ha sido vicepresidente internacional y presidente nacional. Es autor de libros como 'El Libro del Vino' y 'El Libro de los Aguardientes y Licores'.

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