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Villanueva de los Infantes, qué ver en un día en ese lugar de La Mancha

En esta villa de Ciudad Real, Cervantes encontró inspiración y se halla la tumba de Quevedo; además, sorprende por sus bellas casas solariegas y apetitosos productos locales

Interior del palacio de Melgarejo, en Villanueva de los Infantes (Ciudad Real).
Interior del palacio de Melgarejo, en Villanueva de los Infantes (Ciudad Real).MARÍA GALÁN (alamy)

Algunos académicos afirman que este es ese lugar de La Mancha de cuyo nombre Cervantes no quiso acordarse. Lo hacen basándose en un “sistema de tardanzas cervantinas” que calcula las distancias y los tiempos de los desplazamientos. Los más románticos añaden leña al fuego señalando que el escritor no quería mencionar Villanueva de los Infantes por ser el sitio que frecuentaban Quevedo y Lope de Vega, este último acérrimo rival. Sea como fuere, la capital de la comarca del Campo de Montiel (Ciudad Real) es un lugar cargado de historia donde todo gira en torno a la ilustre figura de uno de los mayores representantes del Siglo de Oro de la literatura española.

9.30. Dulce inicio

Un día que empieza con un dulce es un buen día. Y si ese pastel tiene historia, la jornada promete grandiosa. La Providencia (Cervantes, 4) (1), fundada en 1885, es famosa por los alfonsinos: un bizcochito redondo con una fina capa de crema pastelera. Cuenta Pedro López, quinta generación de pasteleros, que su abuelo, cocinero en el Palacio Real, lo elaboró para el rey Alfonso XIII cuando le invitó a una de sus cacerías. Tan exquisitos y famosos son que por aquí han pasado y siguen pasando personalidades de todo tipo: de políticos como Adolfo Suárez a actores como Emilio Gutiérrez Caba.

Escultura de Don Quijote y Sancho Panza frente a la iglesia de San Andrés.
Escultura de Don Quijote y Sancho Panza frente a la iglesia de San Andrés.GUILLERMO AVELLO (alamy)

10.30. Entre nobles edificios

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En la plaza Mayor vamos directos a la tumba de Francisco de Quevedo. Sus restos se esconden dentro de la iglesia de San Andrés (2), que por fin descansan en paz al dictaminarse verdaderos en 2007. Como curiosidad, fíjese en el órgano que han traído este año de Irlanda del Norte, tan grande que tapa el rosetón. Quevedo murió en el convento de Santo Domingo (3) en 1645, donde se puede visitar la celda en la que pasó sus últimos días, que conserva su cama y su escritorio (uno de sus cajones esconde un compartimento secreto, ¡encuéntrelo!). La Casa de los Estudios (Santo Tomás, 39) (4) solía ser un colegio donde las clases se impartían alrededor de su patio cubierto; ahora alberga un “circuito científico de hechos verificables” sobre El Quijote, que arguye que ese lugar de La Mancha es Infantes y no Argamasilla de Alba. Curiosa es también la Alhóndiga (5), donde en el siglo XVI se compraban, vendían y almacenaban cereales, y que en 1719 se convirtió en cárcel, hasta que en 1976 se cerró y hoy es la Casa Cultural. No se vaya de la villa sin visitar alguna típica morada solariega de dos pisos, con su cueva, zaguán, patio rectangular y balaustrada de madera, como la Casa de la Pirra (perteneció a un caballero de la Orden de San Juan) (6) o la del Caballero del Verde Gabán (en la que Cervantes se inspiró para describir una que aparece en el capítulo ­XVIII) (7). Esta última está en un cruce donde cada esquina es un noble edificio, que completan el palacio de Melgarejo, la vicaría de la Orden de Santiago y la Casa del Marqués de Camacho.

13.30. Porreta, asadillo y pipirrana

Cuando los pruebe, entenderá por qué los bocaditos de bacalao de La Plaza (8) se comparan con los míticos madrileños de Casa Labra. Un rebozado suave y ligero tan rico que hace que una ración se quede corta. Reserve hueco para degustar en El Parador (Rey Juan Carlos, 3) (9) una selección de la comida manchega más representativa. Pruebe la porreta (revuelto de sesitos de cordero con cebolla tierna), el asadillo de Infantes (pimientos asados con comino), la pipirrana manchega (cebolla de la tierra, tomate, atún, huevo duro) y, por supuesto, el queso.

16.00. Por el Campo de Montiel

Merece la pena explorar los alrededores de Infantes y descubrir algo más de Campo de Montiel. A tan solo cinco kilómetros se alza el santuario de Nuestra Señora de la Antigua (10). Ya en el siglo XII en esta iglesia barroca se adoraba a la patrona de Infantes, aunque la talla románica de la Virgen que se encuentra en el interior es del siglo XIII (y sus vestiduras del XVIII). Más moderna es la fachada exterior, con su doble balaustrada, columnas y arcos de medio punto, así como el espectacular patio de mampostería de piedra. A escasos pasos, siempre pegado al río Jabalón, aguarda el yacimiento arqueológico de Jamila (11), cuyo origen se remonta a la época romana. Es uno de los 40 lugares que la Orden Militar de Santiago repobló en la comarca durante la Edad Media.

18.00. Visita al Vaticano manchego

A San Carlos del Valle (12) se la conoce como el Vaticano manchego. Es una pequeña localidad a unos 28 kilómetros de Infantes, y debe su apodo a su plaza Mayor y a la iglesia del Santísimo Cristo del Valle. Atraídos por la curiosidad, todo aquel que visita Infantes se deja caer por aquí para admirar esta pequeña joya arquitectónica del siglo XVIII. Majestuosa e imponente se eleva esta iglesia barroca en medio de la plaza rectangular que fue construida después para representar obras teatrales; de ahí su doble galería, con balaustrada de madera y columnas toscanas. Si quiere recargar fuerzas, pruebe una torrada (tostada salada) en la Hospedería Santa Elena.

“¿Busca una propuesta que de verdad tenga fondo y criterio? Acérquese a este sorprendente restaurante”, dice la guía Michelin de Coto de Quevedo. En la imagen, dos 'snacks' de su menú degustación Raíces: un buñuelo de gachas manchegas y una tosta de paté qhecha de caza menor.
“¿Busca una propuesta que de verdad tenga fondo y criterio? Acérquese a este sorprendente restaurante”, dice la guía Michelin de Coto de Quevedo. En la imagen, dos 'snacks' de su menú degustación Raíces: un buñuelo de gachas manchegas y una tosta de paté qhecha de caza menor.

21.00. Recuerdos de cacerías

José Antonio Medina creció en lo que hoy es el hotel Coto de Quevedo (13), donde su padre organizaba cacerías y su madre cocinaba. De ellos heredó el trabajar duro, el alma de un gran anfitrión y la pasión por la cocina. Esto mezclado con sus ganas de innovar le llevaron hace 11 años a expandir la casa rural y levantar un fabuloso restaurante cuya carta se basa en las recetas familiares, pero con un suculento toque moderno. Una propuesta que este diciembre se alzó con su primera estrella Michelin. Como buen manchego, los platos de caza están muy presentes. Si no sabe qué elegir, pruebe un poco de todo con su menú degustación. Otra opción es pasar la noche en Villanueva de los Infantes, descubriendo cómo era vivir en una casa solariega de las de antaño. Los Girones Pacheco (14) es un reducto de paz con más de 400 años de historia y solo seis moradas; su patio interior repleto de reliquias de la familia de María, su propietaria, es una alternativa perfecta para cenar con productos locales que se pueden comprar en el centro de la villa (queso manchego, pisto de la tierra, una tierna hogaza de pan y, sin duda, alguno de sus muchos vinos).

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