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Castiglione della Pescaia, un seductor rincón de la Toscana

Su fortaleza medieval en lo alto, iglesias del quattrocento, playas de fina arena dorada y el tradicional, y vespertino, aperitivo italiano. Una villa pesquera con mucho que ofrecer

Vista de las playas de Castiglione della Pescaia (Italia).
Vista de las playas de Castiglione della Pescaia (Italia).B. Bacou (getty images)

Entre colinas toscanas cubiertas de viñedos y olivos y el mar Mediterráneo se encuentra Castiglione della Pescaia, una pequeña localidad con notable peso histórico. Los primeros asentamientos datan de los etruscos, pero es en el siglo X, bajo el dominio de Pisa, cuando empieza a coger relevancia. En el XV, Alfonso V de Aragón se hizo con su dominio hasta que cayó en manos de los Medici, pasando en el XVI al Gran Ducado de la Toscana. Pequeña y seductora, de calles empedradas y playas de fina arena dorada, aguas de calidad y banderas azules, es la impecabilidad y pureza de su entorno lo que hace que la comparen con tierras suizas.

9.30 Capuchinos excepcionales

Cojamos fuerzas con un buen desayuno italiano: espresso e cornetto, una especie de medio cruasán, a veces relleno de crema. En la Pasticceria Lilli (Via della Libertà, 5) (1) los capuchinos son excepcionales, y la oferta de dulces, amplísima. Debe su nombre a la torre Lilli, vieja atalaya que flanqueaba la Portaccia, una de las puertas de acceso a la parte antigua. Hoy se accede a través del pórtico pegado a la iglesia de Santa María del Giglio o por la de San Juan Bautista, junto al castillo. Ambas entradas están en las murallas que empezaron a construirse bajo el dominio de Pisa y terminaron, 500 años después, los aragoneses.

Vista del castillo de Castiglione della Pescaia.
Vista del castillo de Castiglione della Pescaia.Alamy

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10.30 Vistas de la Maremma

Empecemos en el punto más alto de esta città de pescadores, el castillo (2), del siglo X (hoy propiedad privada) y que goza de una espectacular panorámica de la Maremma, como se llama al sur de la Toscana. A pocos pasos está el palacio Camaiori (3), del quattrocento, donde se hospedó Pedro Leopoldo II de Habsburgo-Lorena, gran duque de Toscana, que desempeñó un importante papel en esta localidad. También el palacio Centurioni (4), el edificio más antiguo, foco de la vida administrativa bajo el reinado de los Medici y ahora un centro cultural. Muy cerca (como todo aquí) queda la iglesia de San Juan Bautista, santuario del cinquecento (aunque su campanario es del XIX) que alberga la reliquia de san Guillermo de Aquitania. La iglesia de Santa María del Giglio, que pasa inadvertida bajo la torre del reloj, conserva un lienzo del siglo ­XVIII de la Virgen con el Niño Jesús que merece la pena. Como la tumba del escritor y periodista Italo Calvino (5), cubano que se enamoró de Castiglione y está enterrado aquí.

14.00 A comer frente el mar

¿A quién no le apetece comer frente al mar? La Terraza (6) es un local amplio y luminoso, con unas vistas inmejorables de la costa Maremma y del castillo, donde degustar cocina italiana moderna. Pero para creatividad, la Osteria del Mare (7), pequeña y con un escueto menú para paladares exquisitos. Si prefiere comer pescado fresco en la playa, en Le Cannucce (8) lo hará casi con los pies en la arena.

Una de las calles del núcleo urbano de Castiglione della Pescaia (Italia).
Una de las calles del núcleo urbano de Castiglione della Pescaia (Italia).getty images

16.00 ¿Relax playero o arqueología?

Si después de comer hay ganas de tumbarse a reposar, no hay que dudar: a las playas de Castiglione. La de Poniente (9), de arena fina y dorada, es la más céntrica y llega hasta Punta Ala, desde donde los días claros puede verse la isla de Elba. La de Levante (10), menos concurrida (está más lejos), es para quienes buscan la calma del Mediterráneo. Aún más despejado y salvaje es el arenal de Rocchette (11), cuyo coral atrae a los amantes del buceo y submarinismo. Un espectacular contraste de dunas y verde aguarda en la Spiaggia delle Marze (12), con la espesura del pinar del Tombolo de fondo, donde reparar en el fuerte delle Marze, fortificación que Leopoldo Lorena mandó construir a mediados del siglo ­XVIII y que entonces estaba en el agua.

La reserva natural Diaccia Botrona, uno de los humedales más importantes de Italia, es un lugar perfecto para ver flamencos. Se recorre a pie, en bici o en barca.
La reserva natural Diaccia Botrona, uno de los humedales más importantes de Italia, es un lugar perfecto para ver flamencos. Se recorre a pie, en bici o en barca.GETTY images

Si hay más ganas de verdor o arqueología, al noreste está la reserva natural Diaccia Botrona (13), conocida también como Palude. Es un área protegida de más de 1.200 hectáreas entre lo que antaño fue el lago Prile, que desapareció en el siglo ­XVIII cuando Leopoldo Lorena saneó la zona, erigiendo diques y estableciendo un sistema de canalización de las aguas marinas y fluviales para controlar la malaria. Entre una variada vegetación (pinos, robles, castaños) encontramos los restos de una antigua villa romana del siglo I antes de Cristo, la abadía benedictina de San Pancracio al Fango y la Casa Rossa Ximenes, construida por el ingeniero y matemático Leonardo Ximenes en 1800 y que acoge el Museo Multimedia, dedicado a la historia de la flora y fauna local, entre cuyas especies destacan los flamencos rosas. A 20 kilómetros al noreste de la ciudad quedan las ruinas arqueológicas de Vetulonia (14). Fácilmente accesibles (en coche, taxi o autobús), albergan una necrópolis de la época etrusca, donde las tumbas de la Pietrera y del Diavolino son una de las muestras de escultura en piedra más antiguas del mundo. Además, se conservan restos de la Muralla del Arce, del periodo helénico.

19.00 Deliciosa tradición

Hablar de aperitivo en Italia es hablar del ocaso. Porque aquí se hace antes de la cena. Es una tradición que surgió en Turín en el XVIII, cuando un tal Benedetto Carpano inventó el vermut, bebida que gustaba tanto al rey Víctor Manuel II de Saboya, que la hacía servir a diario en la corte. Hoy es un acto social —pandemias aparte— que se practica en todo el país entre las seis y las ocho de la tarde, y en el que cada consumición se acompaña con algo de picar. Skipper Beach Club (Via Roma, 3) (15) es fantástico para degustarlo: en la playa, disfrutando de una de las mejores puestas de sol. Y ya que está por aquí, recorra el paseo marítimo hasta el faro.

21.00 La cena, con encanto

Cenar en la parte antigua de Castiglione es una maravilla: sus calles adoquinadas y su tenue iluminación le proporcionan un encanto insuperable. La terraza de La Fortezza (16) es buen ejemplo de ello, y el lugar donde probar los tortelli alla maremmana, un clásico de la zona: están hechos con pasta fresca de huevo, rellenos de ricota y hierbas aromáticas y servidos con ragú italiano (una especie de boloñesa). Si se prefiere buena carne, hay que acercarse a La Terra di Nello (17) y probar la bistecca fiorentina, un corte de buey cocinado al punto típico de la Toscana. Y como colofón, la animada vida nocturna local, sobre todo en verano. La zona de Salitina (18), en la parte antigua, ofrece varias alternativas, como Guru Bar o la enoteca La Cantinetta.

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