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Los secretos mejor guardados de Cerdeña

De las desiertas playas de Spiaggia al silencio del valle de Lanaittu, diez lugares fuera de ruta en la isla italiana

Cala Luna, en las cercanías de la localidad de Baunei, en Cerdeña.
Cala Luna, en las cercanías de la localidad de Baunei, en Cerdeña. Getty Images

Hace muchas décadas que los turistas descubrieron en Cerdeña uno de esos rincones paradisíacos que no fallan nunca. La isla italiana, en pleno corazón del Mediterráneo, es famosa por sus playas (algunas figuran entre las más bellas de Europa), por las sinuosas bahías de la costa Esmeralda llena de famosos, por sus originales restos prehistóricos (como los nuragui o las tumbas de gigantes), y cada vez más, también por su gastronomía genuinamente mediterránea.

Más información

En www.lonelyplanet.es y en la nueva guía de Cerdeña de Lonely Planet.

Pero al margen de todo esto y de sus ciudades históricas como Alghero, Cagliari, Olvia u Oristano, aún queda mucha isla por ver al margen de los caminos más trillados. Si deseamos escaparnos de los turistas que invaden ciertos lugares de la costa, estos son algunos de los rincones que nos aseguran un encuentro con la Cerdeña más auténtica.

Formaciones rocosas en el valle de la Luna, en Cerdeña.
Formaciones rocosas en el valle de la Luna, en Cerdeña.Getty Images

1. El valle de la Luna

Empezaremos por el norte, en un rincón casi idílico y perfecto para un viaje por carretera o en bicicleta: el tranquilo valle de la Luna, que se extiende al norte de Aggius. Es un paisaje surrealista y evocador, con extraños cantos rodados de granito que se derraman a través de colinas y tierras de cultivo. Un mirador en la carretera nos permite detenernos un momento y disfrutar de unas magníficas vistas del paisaje, salpicado con estas caprichosas esculturas. La carretera que lo atraviesa hasta la costa es muy panorámica y perfecta para recorrerla en bicicleta.

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El valle está a pocos kilómetros de Aggius, un pueblo tradicional acurrucado a los pies de unos picos de granito, dispuesto en torno a un centro histórico de callejuelas y casas de piedra. En Cerdeña Aggius es famosa por la música coral y por sus alfombras, pero más aún por su pasado como cuna de bandidos durante el siglo XVI, tal y como muestran en el Museo del Banditismo. El bandolerismo en la zona (la Gallura) no es solo una historia del pasado: fue un problema hasta hace la década de 1990.

La playa de Spiaggia della Pelosa, en Cerdeña, con la torre della Pelosa (del siglo XVI) al fondo.
La playa de Spiaggia della Pelosa, en Cerdeña, con la torre della Pelosa (del siglo XVI) al fondo.Witold Skrypczak (Getty Images)

2. Las viejas minas de plata de Argentiera

También en el norte de la isla, en Argentiera, unos 11 kilómetros al norte del lago Baratz, se puede retroceder en el tiempo sin problema. Este inolvidable remanso en el extremo noroeste de la isla está presidido por las fantasmales ruinas de su mina de plata, que en otros tiempos fue una de las más importantes de Cerdeña. De ella se ha extraído argento desde la época romana hasta la década de 1960. Los edificios de ladrillo oscuro de la mina, hoy sujetos por andamios de madera, forman un desordenado conjunto en una pequeña playa de arena gris; aunque el acceso a ellos no está permitido, es una visión bastante melancólica y evocadora.

Es esta una incursión curiosa si visitamos el lejano extremo noroeste de la isla, que presume de conservar un paisaje salvaje e inexplorado y también de tener una de las playas más famosas de Cerdeña: la impresionante Spiaggia della Pelosa.

Stintino es la única localidad digna de mención en esta zona, un antiguo pueblo de pescadores de atún transformado en un tranquilo lugar de veraneo y entrada principal a la isla de la Asinara, actualmente parque nacional y reserva de la biosfera, pero que en otro tiempo albergó una de las prisiones más famosas de Italia. Es una zona bastante desierta, excepto en verano. El silencio se adueña del solitario paisaje y el frío maestrale sopla sobre los arbustos y las rocas desnudas.

El lago de Liscia, en Cerdeña.
El lago de Liscia, en Cerdeña.Getty Images

3. El lago de Liscia

No muy lejos de la sofisticada costa Esmeralda, donde se broncean los guapos más famosos del mundo, nos aparece una visión muy diferente de la vida sarda, la Gallura, una zona para el agroturismo al margen de las modas y del tiempo. Y más al norte, la costa de la Gallura es aún más salvaje, con delfines, submarinistas y windsurfistas surcando las azules aguas de la reserva marina de La Maddalena. Pero todavía hay lugares menos conocidos: el lago de Liscia, en el corazón rural y poco desarrollado de la Gallura, es uno de los secretos mejor guardados de Cerdeña. Este lago artificial de 8 kilómetros de longitud es la principal fuente de agua dulce de la costa este y ocupa un entorno espléndido entre colinas de granito y bosques de alcornoques y robles. Un buen sitio para descansar bajo olivos centenarios. El mejor lugar para admirar el paisaje es un merendero cerca de la apartada reserva natural de los Olivastri Millenari di Santo Baltolu (los olivastri son unos acebuches milenarios que pueden rondar los 3.800 años de edad).

El valle de Lanaittu, en Cerdeña.
El valle de Lanaittu, en Cerdeña.Andrew Peacock (Getty Images)

4. El silencioso valle de Lanaittu

El silencio se cierne sobre este exuberante valle junto al golfo de Orosei, un espectacular corte en la garganta de Supramonte, y un lugar ideal para caminar o rastrear maravillosas cuevas y sitios prehistóricos. La naturaleza cárstica del Supramonte se puede atravesar a pie, en bicicleta o en coche por este valle de 7 kilómetros, señalizado en un desvío de la carretera Oliena-Dorgali. Entre elevadas montañas, riscos y cuevas calizas presiden este estrecho valle lleno de maravillas naturales y arqueológicas. A los forofos de la arqueología les encantará descubrir yacimientos que estuvieron habitados desde el Neolítico medio. Hay cuevas como la Grotta di Sa Oche o la Grotta Corbeddu y yacimientos nurágicos como el de Sa Sedda e Sos Carros, del 1.300 antes de Cristo. Para viajar por el valle hay que tener vehículo propio, aunque no un todoterreno.

La playa de Aruttas, en Cerdeña.
La playa de Aruttas, en Cerdeña.Getty Images

5. Península de Sinis, reserva natural mediterránea

Para encontrar bahías solitarias, playas bordeadas de agua color turquesa y acantilados envueltos en macchia (matorral mediterráneo) y flores silvestres, podemos escaparnos a la península di Sinis, un mundo aparte sobre el golfo de Oristano. Una delicia para practicar surf, windsurf o no hacer absolutamente nada. Sus blancas playas y sus limpias lagunas le dan un aspecto casi tropical. La zona está habitada desde el siglo V antes de Cristo y el paisaje nos aparece salpicado de nuragui prehistóricos y con el fascinante yacimiento púnico-romano de Tharros como testimonio de la importancia que tuvo en otros tiempos la región.

Las playas de la península figuran entre las mejores de la isla. Por ejemplo Aruttas, una de las más famosas, es un perfecto arco de arena blanca bañado por aguas traslúcida. Sus arenas son tan blancas que hasta hace poco servían para reponer las playas de la costa Esmeralda o para los acuarios. Otra playa particularmente interesante para los surfistas es Putzu Idu, y para los que busquen aún más privacidad, la Isola di Mal di Ventre, desnuda y rocosa, es visitada solo por algunos veraneantes que llegan en los barcos que salen de Putzu entre junio y septiembre.

Una pista de tierra conduce a la reserva natural del Oasi di Seu, cerca de Tharros, un lugar delicioso para pasear por serenos senderos a través del aromático matorral mediterráneo y disfrutar de amplias vistas del mar. Es un verdadero paraíso de flora mediterránea, un silencioso mundo de senderos de arena y naturaleza apacible. En el aire flota el perfume de las playas: la fragante macchia (matorral), el romero, los palmitos y los pinos.

Playa de Spiaggia di Piscinas, en Cerdeña.
Playa de Spiaggia di Piscinas, en Cerdeña.Giuseppe Sedda (Getty Images)

6. Las solitarias playas de Spiaggia di Piscinas

Al sur del golfo de Oristano, en la costa occidental, no resulta fácil acceder a esta hermosa playa en un tramo solitario de costa, pero vale la pena: una ancha cinta de arena dorada, dunas imponentes y un mar azotado por el viento. Pura dicha. Las dunas de Spiaggia son conocidas como “el desierto de Cerdeña” y alcanzan alturas de hasta 60 metros. Encontraremos pocas instalaciones más allá de un par de chiringuitos en verano pero en ello está el encanto.

Estamos en la costa Verde, uno de los tramos de litoral más indómitos de Cerdeña, en la costa oeste, desde el cabo Pecora hasta la Torre dei Corsari, al norte. Toda una sucesión de playas vírgenes de arena y dunas moldeadas por el viento. Y tierra adentro, un paisaje montañoso nos lleva entre arbustos mediterráneos, la llamada macchia.

Los amantes de los museos pintorescos tienen uno consagrado exclusivamente a los cuchillos sardos en Argus, un pueblecito en las laderas del monte Linas.

El Trenino Verde en la estación de Lanusei, en Cerdeña.
El Trenino Verde en la estación de Lanusei, en Cerdeña.Jan Richter (AGE)

7. Arqueología entre viñedos y bosques en Sorgono

En lo profundo de la región de Madrolisai (el corazón geográfico de la isla), montañosa y remota, Sorgono está rodeado de bosques, sitios arqueológicos y viñedos que producen algunos de los mejores tintos de la isla. El trayecto en sí para llegar ya merece la pena: la remota zona montañosa al este de Gennargentu es uno de los lugares menos frecuentados de la isla. En verano se puede hacer la ruta en el Trenino Verde (que parte de la estación de Arbatax) que atraviesa los viñedos entre Sorgono y Mandas y que dura unas cuatro horas. Una vez en el pueblo, la Cantina del Mandrolisai, una de las más importantes de la zona, es un buen sitio para catar el vino de la denominación de origen Mandolisai.

Excursionistas en kayak en el cabo de Asta, en la costa de Cardedu (Cerdeña).
Excursionistas en kayak en el cabo de Asta, en la costa de Cardedu (Cerdeña).Getty Images

8. La salvaje costa roja de Cardedu

A menudo se pasa por alto, camino de las playas del golfo de Orosei, más al norte, pero esta costa de granito rojo, salvaje y maravillosamente poco desarrollada es una delicia para descubrir a pie o en kayak. Si optamos por el kayak, podremos explorar las calas, cuevas y formaciones rocosas de Ogliastra, y pasar un día remando y deslizándonos por las aguas turquesas de este mar. La combinación perfecta es alternar el mar con rutas en bicicleta por los fértiles valles que rodean Cardedu, a 16 kilómetros al sur de Tortoli, y con rutas de senderismo por la impresionante costa de granito rojo y las montañas de los alrededores, donde podremos encontrar algunos buenos ejemplos de domus de janas (tumbas prehistóricas con el bonito nombre de casas de hadas). En la costa nos esperan también los espectaculares acantilados o tacchi, el cañón Brancu Praneda o la magnífica cascada Lequarci con sus casi 100 metros de altura sobre una pared de roca. El día puede estar completo si le añadimos un picnic en las verdes inmediaciones del santuario di Santa Barbara, una pintoresca capilla románica.

Los monte dei Sette Fratelli, en Cerdeña.
Los monte dei Sette Fratelli, en Cerdeña.Getty Images

9. Monte monte dei Sette Fratelli

Para dejar atrás las multitudes de Cagliari, solo hay que dirigirse a los tranquilos bosques del parque dei Sette Fratelli, con sus picos de granito y sus cascadas. Estamos en el Sarrabus, el territorio con forma de triángulo situado en la esquina sureste de Cerdeña y una de las zonas menos habitadas y desarrolladas de la isla. Aunque está a solo una hora en coche desde Cagliari, llegar hasta allí supone transportarse a otro mundo por sus remotas montañas cubiertas de bosques y sus silenciosas y serpenteantes carreteras. El monte dei Sette Fratelli es su punto más alto, una zona que se conserva milagrosamente intacta y que es el hogar de algunos de los últimos ciervos de la isla. El paisaje de la costa es sencillamente impresionante, con elevadas calas rocosas y extensiones sin fin de arena sobre aguas cristalinas. En verano si veremos gente, sobre todo en las playas más conocidas como la de Villasimius o Costa Rey, pero si nos metemos tierra adentra descubriremos fantásticas excursiones por las montañas en las que difícilmente nos encontraremos con alguien.

Pinturas murales en la localida de Orgosolo, en Cerdeña.
Pinturas murales en la localida de Orgosolo, en Cerdeña.Getty Images

1. Una incursión en la Barbagia, la Cerdeña más rebelde

El corazón geográfico y espiritual de Cerdeña es una zona severa y montañosa conocida como la Barbagia (del griego, que significaba “extranjero”). Así la llamaron los romanos tras intentar sin éxito conquistar la zona una y otra vez y desde entonces, los lugareños del interior de la isla se han mantenido a una prudente distancia del mundo exterior. Aquí todavía se habla en sardo, se viven con fervor celebraciones antiquísimas y es frecuente ver a las mujeres mayores vestidas con el tradicional traje negro. Y en este corazón profundo de la isla, en lo alto de las inquietantes montañas desnudas y erosionadas, encontramos Orgosolo, el pueblo más rebelde de Cerdeña, un nombre que fue sinónimo del bandolerismo y la violencia que dominaron esta parte de la isla durante mucho tiempo. En los últimos años intenta reinventarse a sí mismo como alternativa turística, e incluso luce unos sorprendentes grafitis adornando los edificios de la calle mayor (una propuesta cultura que nació en 1975 para celebrar el 30 aniversario de la liberación de Italia y que ha llegado a reunir unos 200 grafitis de los estilos más variados). Pero cuando no hay turistas, todo vuelve a ser como hace décadas y hasta siglos.

No muy lejos de allí, en la aldea de piedra de Mamoiada, nos encontramos con el carnaval más fascinante de la isla, en torno al 16 y 17 de enero. Es famoso por los mamuthones, unos personajes disfrazados con trajes de lanuda piel de cordero y primitivas máscaras, cargados con hasta 30 kilogramos de cencerros, que dan a la fiesta un cierto aire siniestro.

Los senderistas pueden dirigirse a Fonni, el pueblo más alto de Cerdeña y un popular punto de partida para explorar los picos más altos de la isla. Los gourmets y culturetas sin embargo tienen una cita imprescindible con Gavoi, famoso por su fiore sardo (queso pecorino) y por su festival de literatura. Es uno de los pueblos más bonitos de la Barbagia, con un centro histórico intacto, hecho de pequeñas callejuelas y casas de piedra.

Y finalmente, está también Aritzo, un vital pueblo de montaña que lleva atrayendo visitantes en verano desde el siglo XIX por su clima fresco y su aire alpino: la nobleza piamontesa venía aquí a cazar jabalíes mucho antes de que lo hicieran los senderistas del siglo XXI.

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