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Aire libre

10 rutas para vivir el parque nacional de Ordesa

Montañas, valles, cascadas y miradores del parque aragonés, que cumple 100 años en agosto, se descubren en sencillos itinerarios o en marchas más exigentes

El valle principal del parque nacional de Ordesa y Monte Perdido, en el Pirineo aragonés. 
El valle principal del parque nacional de Ordesa y Monte Perdido, en el Pirineo aragonés. Pablo Benedito (Getty)

Hace 10.000 años la mayor parte del parque nacional de Ordesa y Monte Perdido era una joya sepultada bajo 500 metros de hielo. Una joya que los glaciares iban puliendo para poder mostrar hoy el espectacular resultado final: dos cañones (el de Añisclo es el mayor de los Pirineos), una garganta y dos valles glaciares; en realidad, cuatro arterias hidrogeológicas que se desparraman desde la cumbre del Monte Perdido (3.355 metros), eje y centro de este territorio aragonés.

La zona, declarada parque nacional el 16 de agosto de 1918 (en 1982 se amplió hasta los límites actuales), es patrimonio mundial, Reserva de la Biosfera y Geoparque, tiene 15.696 hectáreas y está dividida en cuatro sectores: Ordesa, el primero en ser protegido ese mismo año; Añisclo, a punto de ser inundado a principios de los años 80 para producir energía eléctrica; Escuaín y Pineta. Cada año, 600.000 personas acuden a visitarlos, sobre todo, por los colores de sus bosques, las impresionantes murallas de calizas grises y ocres que en algunos puntos, como en La Fraucata, en Ordesa, forman paredones de mil metros de altura y por el rumor de sus cascadas. El agua en superficie es solo el 20% de la que corre por el parque; el subsuelo alberga ríos, decenas de kilómetros de galerías exploradas solo parcialmente y multitud de cavidades, algunas con lagos helados interiores, como la de Casteret, hoy cerrada con una verja.

Un quebrantahuesos volando en Pirineos.
Un quebrantahuesos volando en Pirineos.Javier Fernández Sánchez (Getty)

El fuerte desnivel entre el punto más bajo, la entrada de Añisclo a 750 metros, y la cima del Monte Perdido propicia una biodiversidad única. Aquí vive la mitad de la flora del Pirineo, 1.400 especies vegetales. Casi todos los grandes árboles están representados, sobre todo hayas, abetos y pino negro (este último, un superviviente nato que llega a 2.400 metros de altura). Por encima del bosque están los pastos de montaña (no es difícil ver la flor de nieve) y el roquedo, y en la mismísima punta del Perdido, y solo en estas cumbres, el colmo de la supervivencia: saxífragas, silenes y androsaces aguantando entre las grietas. Hay variedades animales exclusivas de la cordillera —rana pirenaica en el valle de Otal, tritón y lagartija (el bucardo, la cabra que solo vivía en Ordesa, desapareció en 2000)— y especies valiosísimas como la perdiz nival, el urogallo o el buitre quebrantahuesos. Aunque no organiza rutas guiadas, el parque tiene 380 kilómetros de senderos señalizados. Antes de recorrerlos, por ejemplo a través de las 10 rutas que recomendamos a continuación, hay que saber que el tiempo puede cambiar muy rápido, y que el amanecer y el atardecer son los momentos mágicos, cuando el sol hace estallar en mil colores las paredes de caliza y arenisca.

javier belloso

Para familias

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En coche. La forma más rápida de hacerse una idea del parque es en coche. El recorrido puede empezar en Torla tomando el autobús que sube a Ordesa para tener un primer encuentro con el cañón (la carretera está cerrada a vehículos particulares en verano). De regreso, hay que ir a Vio por la carretera de Fanlo; su mirador ofrece la mejor vista de la inmensa grieta de 25 kilómetros que es el cañón de Añisclo, con las montañas de 3.000 metros al fondo. Al pueblo de Tella conviene subir también para ver la gran avenida formada por los plegamientos que atraviesa estas montañas, desde la frontera con Francia hasta la garganta de Escuaín. Y por Bielsa, finalmente, entrar en el valle glaciar de Pineta para asombrarse con la vertiente norte del Monte Perdido y la vista parcial de sus nieves eternas. Para este recorrido hay que calcular un día.

Cinco miradores. También se puede ver el cañón de Ordesa desde lo alto sin caminar. Dos servicios de vehículos todoterreno, uno desde Torla y otro desde Nerín, realizan la ruta de los cinco miradores a 2.200 metros de altitud. En el caso de Nerín hay un autobús a las 7.00 para quienes quieran caminar hasta el refugio de Góriz (dos horas) o continuar hasta la Brecha de Rolando, que da acceso al Circo de Gavarnie, en el lado francés (tres horas de recorrido por alta montaña desde el refugio).

Cascadas. Si somos de ponernos las botas, la excursión clásica en Ordesa va desde la pradera (donde deja el autobús) hasta la última cascada, la Cola de Caballo. Una pista primero y una senda después nos harán pasar por las cascadas de Arripas, El Estrecho y la Cueva, el bosque de hayas, las Gradas de Soaso y el circo del mismo nombre. Aquí abundan los sarrios (rebecos), más visibles a primera hora de la mañana o por la tarde. Llegaremos cerca del Monte Perdido y de sus dos acompañantes, el Cilindro y la Soum de Ramond. Unas tres horas de caminata, solo ida.

Panorámica de las montañas Monte Perdido (izquierda), Añisclo y Punta de las Olas, en el parque nacional de Ordesa.
Panorámica de las montañas Monte Perdido (izquierda), Añisclo y Punta de las Olas, en el parque nacional de Ordesa.getty images

Hasta el puente de San Úrbez. En Añisclo, un recorrido muy sencillo de unos 45 minutos basta para hacerse una idea de lo que es este cañón. El coche se puede dejar en el aparcamiento de Ereta de Biés y caminar hasta el puente de San Úrbez sobre el río Bellós, la ermita dedicada a este santo y regresar atravesando el río Aso.

Garganta de Escuaín. Para ver quebrantahuesos, lo mejor es ir a los miradores de Revilla en la garganta de Escuaín; 30 minutos de marcha son suficientes para asomarse al barranco de Angonés y apreciar al fondo la magnífica cascada que brota de la roca, la surgencia del río Yaga.

Pineta.En el valle glaciar colgado de La Larri, en Pineta, afloran las rocas más antiguas del parque: pizarras y cuarcitas de la era primaria. Se puede recorrer en unas tres horas, con magníficas vistas del Monte Perdido y, si hay suerte, de marmotas silbando sobre las peñas.

Senderistas en el valle de Ordesa, con el circo de Soaso de fondo.
Senderistas en el valle de Ordesa, con el circo de Soaso de fondo.Gonzalo Azumendi

Para andarines

Faja de Pelay. Puestos a andar, las fajas del parque son la primera tentación. Se trata de las cornisas que recorren las paredes a gran altura y que permiten el paso a condición de tener pie seguro. La más asequible es, tal vez, la de Pelay, en Ordesa. Desde la pradera se remonta en unas dos horas la llamada Senda de los Cazadores, muy empinada y sinuosa, hasta el mirador de Calcilarruego (impresionante panorama aéreo del valle y de las montañas fronterizas con Francia). Sin perder altura se continúa por la faja de Pelay hasta el circo de Soaso, para contemplar ejemplares de pino negro con rododendro y, probablemente, los sarrios. Se regresa por el fondo del valle. Unas siete horas, ida y vuelta.

El cañón de Añisclo, en el parque nacional de Ordesa.
El cañón de Añisclo, en el parque nacional de Ordesa.David Santiago García (Getty)

El cañón de Añisclo

Es la joya de la corona de los cañones pirenaicos; recorrerlo es todo un reto. Al comienzo es como un invernadero: calor, humedad y vegetación exuberante. En la Ripareta se ensancha y en Los Estrechos aparece de golpe el valle superior. Y un poco más arriba, en las paredes de la Punta de las Olas, la Fon Blanca, el corazón de todo este territorio, según el técnico del parque Luis Marquina: es la gran surgencia por donde mana el agua filtrada desde el glaciar del Monte Perdido. Se requiere experiencia en montaña y buena forma física: de cinco a seis horas de marcha, solo ida.

Balcón de Pineta

Puestos a ser exigentes, asomémonos al Balcón de Pineta y al glaciar del Monte Perdido. Se parte del valle de Pineta, junto al parador, para atravesar un bosque de hayas y unas laderas repletas de helechos hasta acercarnos a la gran pendiente que sube al balcón; un camino bien trazado –tallado en los años 40 para que los burros acarrearan material para la presa del lago helado– nos depositará frente a la cara norte del Perdido, su glaciar y el lago. Paisaje alpino espectacular. En el fondo de este valle, en otro tiempo cubierto por el hielo, se refugia la perdiz nival, en una zona de especial protección (posibilidades de verla en otoño). Imprescindible empezar a caminar muy temprano. De cuatro a cinco horas ida y 1.200 metros de desnivel.

100 años del parque nacional

Hay puntos de información en cada uno de los cuatro valles del parque: Ordesa (Torla y Pradera), Añisclo (Escalona), Escuaín (Tella y Escuaín) y Pineta (Casa Larraga, en Bielsa, y Pineta). La celebración de los 100 años de su creación incluye una serie de actos y actividades en la naturaleza este verano, como encuentros con dibujantes para retratar los paisajes más característicos del parque, conferencias o excursiones guiadas a través del camino de Turieto, desde Torla a la pradera de Ordesa. Más información en ordesacentenario.es

Los rincones del director

El circo glaciar de Gurrundué, desconocido y solitario, en Escuaín; los llanos de La Larri, en Pineta; Añisclo; y el bosque de las hayas y el camino de Turieto Bajo, en Ordesa, son los lugares preferidos del director del parque, Manuel Montes. Nos quedamos con el camino de Turieto, asequible y poco transitado. Arranca desde Torla, en el puente de la Glera, y avanza hasta alcanzar el GR11 y entrar en el parque. De camino a la pradera hay que admirar la cascada de Molinieto, el hayedo-abetal, las cascadas de Tamborrotera y Abetos. Es la ruta utilizada durante siglos por los habitantes de Torla para subir al cañón. Dos horas ida con posible bajada en autobús en verano.

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