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Camino al nacimiento del río Borosa

Ruta por la angosta Cerrada de Elías, en el parque natural de las Sierras de Cazorla, Segura y la Villas

Puente sobre el río Borosa, en el parque natural de las Sierras de Cazorla, Segura y la Villas (Jaén).
Puente sobre el río Borosa, en el parque natural de las Sierras de Cazorla, Segura y la Villas (Jaén). Aitor Muñoz (Getty)

Para una generación -en la que me incluyo- la sierra de Cazorla es ese lugar donde Félix Rodríguez de la Fuente filmaba a los ciervos en una inconcreta y licenciosa actividad llamada berrea. Tan inconcreta que llegué a presenciar, acodado en la barra de un bar de Cazorla, cómo un turista preguntaba al mesonero que por dónde se iba a ese lugar llamado berrea.

Con 214.000 hectáreas de extensión y 24 municipios en su interior, el parque natural de Cazorla y las Sierra de Segura y la Villas es el mayor espacio natural protegido de la Península. Lo que no quita para que la inmensa mayoría de sus visitantes se limite a deambular por una ínfima parte de él: la que discurre en paralelo a la carretera que bordea el río Guadalquivir y el pantano del Tranco. Algunos incluso se aventuran a llegar al nacimiento del gran río andaluz para llevarse uno de los chascos de su vida: si normalmente el nacimiento de un río es un accidente geográfico anodino, en el caso del Guadalquivir no justifica ni la gasolina gastada para llegar a él.

Mucho más espectacular es el nacimiento del Borosa, uno de sus afluentes, que nace en la laguna de Valdezores –en pleno corazón de Cazorla- y se une al Guadalquivir a la altura del centro de interpretación de la Torre del Vinagre.

El Borosa no lo tiene fácil desde su nacimiento y para progresar se ve obligado a atravesar las calizas verticales del pico Banderillas mediante tajos espectaculares, como el salto de los Órganos y la cerrada de Elías. Como si quisieran premiar este esfuerzo, los conocedores de la zona y los amantes del senderismo la consideran como una de las excursiones más bonitas y atractivas del parque natural.

Pasarela de la Cerrada de Elías, en el parque natura de las Sierras de Cazorla, Segura y las Villas.
Pasarela de la Cerrada de Elías, en el parque natura de las Sierras de Cazorla, Segura y las Villas.Silvia Pascual (Getty)

Para llegar al cauce del Borosa hay que tomar la pista de tierra que, desde la Torre del Vinagre, en la carretera del Tranco, sale hacia una piscifactoría y posteriormente dejar el coche en la cancela que cierra el acceso a todos, excepto a los empleados de la central hidroeléctrica de los Órganos. Desde allí un agradable paseo introduce al caminante en un bosque de pinos que desemboca en la Cerrada de Elías. El Borosa excavó el corsé al que lo sometía el valle hasta formar un sinuoso pasadizo donde la luz del sol apenas entra durante muchos meses. Las paredes pulidas por la fuerza del agua y verdes por la acción del musgo y los helechos crean un mundo húmedo y oscuro donde el único ruido lo produce el Borosa en su continuo excavar.

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Tras la cerrada pista, la ruta continúa una hora más hasta llegar a la central hidroeléctrica de los Órganos. La Compañía Sevillana de Electricidad mantiene en activo esta central que aprovecha un salto de agua artificial provocado por el desvío del cauce del Borosa. Hay una fuente y es un buen lugar para descansar. Una senda en ascenso permite llegar a la base de la cascada provocada por el desagüe del canal que desvía el agua del Borosa. El camino se adentra después en un paraje muy cerrado e interesante. Un caos de toba caliza, con algunas pozas de aguas claras y recovecos muy húmedos por el que la senda va ascendiendo con extremo cuidado. La pared extraplomada del Cordel de las Cabras se alza a nuestra izquierda, con un muro infranqueable de más de 70 metros de altura, que se salva por el mismo túnel artificial por el que dicurre el canal de agua. Arriba espera la laguna de Valdeazores.

Si nunca la han visto, no duden en subir hasta ella: es uno de los rincones menos masificados y más encantadores del parque natural de Cazorla, Segura y las Villas, ese donde los ciervos saludaban a Félix Rodríguez de la Fuente.

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