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RUTA DE LOS EXPLORADORES OLVIDADOS / 16

Jungla con ‘spa’ en Borneo

Ruta en moto por una de las islas más grandes del mundo, entre plantaciones de palma, aguas termales en plena selva y un centro de rehabilitación de orangutanes

Balneario de Merarap Hotspring, en el distrito de Lawas (Malasia).
Balneario de Merarap Hotspring, en el distrito de Lawas (Malasia).M. Silvestre

El barco que zarpó de Java navega angustiosamente lento sobre un mar calmo que se incendia cada atardecer. Al agotarse la segunda jornada de travesía divisamos Borneo, una de las islas más grandes del planeta, a caballo entre Asia y Oceanía. Nos adentramos en un gran estuario. El agua corre marrón de lodo. En cada orilla se extiende un horizonte plano de selva. Verde, espeso, impenetrable. Estoy cruzando de nuevo la Línea del Ecuador. Sobre el puente presencio la deglución de nuestro navío por esta jungla cruel. La ría está plagada de mercantes y petroleros. El cielo se encrespa de grúas oxidadas. En una de ellas puedo leer Pontianak Port.

Atardecer durante la travesía en barco entre las islas de Java y Borneo.
Atardecer durante la travesía en barco entre las islas de Java y Borneo.M. Silvestre

Indonesia es el caos. Calor horrible, atascos y polución. Hay millones de pequeñas motos, en ellas van hasta cinco personas. Los niños están tan acostumbrados que van dormidos. Son los vehículos de transporte para todo. El pasajero sujeta como puede una bicicleta, un colchón, una silla, una mesa o una bombona de gas. Y así durante kilómetros. Esta gente es dura.

Dos días después cruzo la frontera con facilidad. Se me había olvidado cómo es Malasia de ordenada y limpia. Es otro planeta. Las carreteras son buenas, hay tiendas bien surtidas, los pueblos aparecen pulcros y bien urbanizados entre enormes plantaciones de palma para producir aceite que lo invaden todo. Ocupa el lugar de la selva primigenia.

Sobre el horizonte, nubes gordas y pesadas, grises y panzudas como bombarderos. Cuando paso por debajo, cae sobre mí una cortina de agua. Un chaparrón impenitente y tenaz. Pasan de largo y entonces el firmamento se expande y aparece un sol que quiere arrancarte la piel a tiras.

El reino del sultán

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» Hotel Borneo, barato y limpio, en Pontianak (Indonesia).

» Hotel Bingtang Kiki, el único que hay en Entikong (Indonesia), junto a la frontera con Malasia.

» Hotel Borneo en Lawas (Malasia). Conviene preguntar para encontrarlo.

» Balneario Merarap Hotspring (Ba'kelalan Highlands, distrito de Lawas, Malasia).

» Bed and Breakfast Sepilok, en el centro de rehabilitación de orangutanes Sepilok, cerca de Sandakan (Malasia).

Brunei es un pequeño país de 300.000 habitantes. Su rey, el Sultán, es el hombre más rico del mundo, aunque la verdadera riqueza, probablemente, no es tener sino no necesitar. La moto, la carretera, la libertad y un corazón que permita emocionarse con facilidad ante los muchos estímulos que nos ofrece el universo, como todos los grandiosos escenarios que he contemplado y que se están guardando en algún lugar de mi memoria, aunque yo crea haberlos olvidado.

De nuevo en Malasia, pernocto en Lawas. Un joven occidental se acerca y me habla en español. Ha visto la matrícula de mi moto. Pau Petoner es un chaval de 31 años valiente, despierto y observador. Geólogo oriundo de Tarragona, decidió buscarse la vida allende nuestras fronteras. Marchó a Australia. Allí se hizo experto trabajando con los mejores. Intentó un regreso a Europa pero su extraordinaria formación era sistemáticamente despreciada por las compañías nacionales (más favorables al amiguismo), mientras que las empresas australianas lo reclamaban con interés. Desde entonces ha rodado por las selvas africanas de Mozambique a Kenia, y ahora supervisa un proyecto en la jungla de Borneo para construir una presa que evite las cíclicas inundaciones de la región.

—Pago mis impuestos en España. Podría evitarlo abriendo una cuenta en un paraíso fiscal, pero eso no va conmigo. Por eso no te puedes imaginar cómo me irritan los casos de corrupción. Para ganar ese dinero tengo que andar entre cocodrilos, serpientes y arañas, desbrozando la jungla y sudando a mares.

Le hablo de que lo que he visto en mis viajes, de que la basura se va a comer el planeta. Que la única causa que creo universalmente defendible sin reserva alguna es la de concienciar a las gentes sencillas de los países pobres. Le comento mi idea de involucrar a los grandes clubes de futbol españoles para que la difundan. De Oriente Medio a África pasando por Asia, la gente no tiene conciencia ambiental pero todos, de cualquier religión o ideología política, adoran a Messi.

Piscina de aguas termales del balneario Merarap Hotspring, en Lawas (Malasia).
Piscina de aguas termales del balneario Merarap Hotspring, en Lawas (Malasia).M. Silvestre

Termas en la jungla

Al día siguiente salgo de viaje al interior de la selva. Pau me ha hablado de un balneario de aguas termales, el Merarap Hotspring. Es un lugar cuya sola visita ya es una aventura. He de internarme en las montañas que hacen de frontera entre la región de Sarawak y Sabah. El único camino es una pista de tierra que usan los camiones que transportan madera tropical. Borneo es el mayor exportador del mundo de esa preciosa materia prima.

Cuando llego veo que hay unos barracones con habitaciones muy básicas pero suficientes. Hay piscinas calientes nutridas del manantial que brota del subsuelo. Desde el restaurante abierto se contempla la jungla y un río que hoy baja marrón y bravo. El dueño es un nativo de religión protestante dispuesto a charlar con el único huésped.

—Éramos cazadores de cabezas hasta que llegaron los misioneros—explica—, entonces abrazamos el cristianismo y nos hicimos amantes de la paz.

Montó el negocio hace ocho años. Antes aquí solo había vegetación. Como aborigen tiene derecho a reclamar la explotación de esta tierra que ya habitaban sus abuelos. La propiedad es oficialmente del gobierno, pero el derecho al suelo es suyo.

El prodigio del balneario se debe a una fractura en la roca. A cuatro mil metros de profundidad la temperatura es de 120 grados, de modo que el agua de río que cae por la sima hierve y regresa en forma de vapor.

Días después, viajando hacia el Oriente, supero las altas montañas del Kinabalu. Sería un sitio precioso si no lloviera y no me rodeara esta niebla espesa como puré de guisantes. Desciendo a un llano deforestado y surtido de plantaciones de palma. El tráfico enloquece debido a los lentísimos camiones cisterna que llevan el aceite al puerto de Sandakán.

Cuando estoy a veinte kilómetros de la ciudad veo el cartel del parque de orangutanes de Sepilok. Un largo pasillo de madera lleva hasta un claro en la jungla. Montones de alemanes e ingleses esperan cámara en ristre sobre una plataforma. A la hora convenida, unos empleados vestidos de kaki dejan forraje. Algunos orangutanes acuden desganados a comer mientras los turistas aprovechan para estrenar sus teleobjetivos. Me siento observador del reflejo de Paulov a ambos lados de la plataforma.

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