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VIAJEROS URBANOS

El Escorial de Quito

La iglesia de San Francisco es uno de los conjuntos arquitectónicos más grandes de los centros históricos de América Latina

La imponente iglesia de San Francisco.
La imponente iglesia de San Francisco.Luis Vivanco

A la capital de Ecuador se la conoce como Quito, pero su nombre completo es San Francisco de Quito. Siempre por las calles se habla de la franciscana ciudad, de la que en verdad queda poco.

Las tranquilas tardes quiteñas han dado paso al ajetreo de una capital burbujeante. Pero su pasado religioso está en cada paso que uno da por su imponente casco histórico. Es ineludible, casi motivo de vergüenza, haber pasado por la ciudad sin visitar una de sus joyas: la iglesia y el convento de San Francisco.

Antes de llegar, el visitante ya se ha nutrido de las deliciosas imágenes que las céntricas calles ofrecen al visitante. De repente se abre una gran plaza con una maravillosa iglesia. Sobre ella se dice de todo. Incluso que la construyó un ejército de diablos. Sí, de pequeños diablillos rojos en una sola noche. Esta es una de las muchas leyendas del viejo Quito, que incluso se relatan en las escuelas de la ciudad. Un indígena llamado Cantuña recibió la misión de levantar el templo, pero como se pasó de vago, la noche previa a la entrega de la obra tenía un serio problema. Entonces se le ocurrió una idea: pactó con Satanás. A cambio de su alma, un templo terminado antes del amanecer.

La leyenda dice que antes de que saliera el sol, la obra estaba acabada. Pero Cantuña era listo y sin que el Príncipe de la Tinieblas lo viera, sacó una piedra del templo y así la construcción quedaba sin terminar. Cantuña salvó su alma.

Después de escuchar las historias que combinan lo diabólico con lo divino, no queda más que entrar y maravillarse. Es uno de los conjuntos arquitectónicos más grande de los centros históricos de América Latina. La construcción del templo y el convento la comenzó fray Jodoco Ricke, a poco tiempo de fundarse la ciudad, en 1536. Para mala suerte de Cantuña y crédito esta vez de los historiadores, llevó 70 años terminarla. Esta muestra de arquitectura colonial mezcla diferentes estilos e influencias, por construirse en varias etapas, pero se considera que la fachada es marienista y el interior se compone mayoritariamente de elementos barrocos. Sobre el altar principal está la Virgen Alada de Quito, realizada por el escultor Bernardo de Legarda.

Tras un paseo por la iglesia, llena de oro e imágenes, hay dos opciones: o se recorre el convento viendo una espléndida muestra de arte religioso y se camina por los pasillos que destilan historia, o se toma un café en Tiangüez, un cafetería bajo la iglesia. Ahí se pueden pedir unas empanadas de morocho, muy de los Andes ecuatorianos y que con su salsa picante, acompañan de maravilla el café. Luego no está de más dar una vuelta por las calles de alrededor, no en vano el viajero estará en el corazón de uno de los centros históricos más grandes y mejor conservados del nuevo mundo.

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