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VIAJEROS URBANOS

El autobús marítimo de Santander

El servicio regular de barcos de Los Reginas supone toda una experiencia en la bahía

Salen cada media hora y por 2,60 euros le llevan a uno al otro lado de la bahía.
Salen cada media hora y por 2,60 euros le llevan a uno al otro lado de la bahía.

Los Reginas son los barcos que desde hace más de 40 años, y tras tomar el relevo de 'Los Diez Hermanos', cumplen la tarea de estrechar la bahía de Santander comunicando sus orillas.

A mediados del siglo XIX había ya un servicio de lanchas que unía Santander con el resto de las poblaciones de la bahía: El Astillero, Pedreña y la playa del Puntal. Y si bien este servicio se ha ido modernizando, no ha perdido ese sabor profundamente marinero y práctico. Porque en Santander los Reginas, que es el nombre de la empresa propietaria del servicio, es sinónimo de transporte, no de turismo.

Todos el mundo sabe que si quiere ir a Somo, a Pedreña o a la playa del Puntal, lo más cómodo es acercarse al muelle, junto al Palacete del Embarcadero, y coger uno de los Reginas. Los hay cada media hora, y por 2,60 euros y en solo 20 minutos te plantan en la otra punta de la bahía. ¡Y cómo te llevan! Porque a pesar de que el santanderino utiliza este recurso marítimo como lo que es, un medio de transporte, lo cierto es que si el día -y la mar- acompañan, la travesía se convierte en un hecho fantástico.

Hacer este trayecto es toda una experiencia, tanto para los oriundos como para los viajeros. Porque muchos descubren esas pequeñas cosas inherentes a la vida de mar que hasta entonces desconocían. Para empezar, te subes a tu autobús por una rampa del muelle, hay que cuidar dónde se ponen los pies, y rápidamente descubres algo terrible: aquello se mueve y es necesario abrir las piernas y hacer un ejercicio de equilibrio. Luego viene lo de buscar hueco. Si hace malo, es mejor dentro, a cubierto. Pero si el día es bueno, los sitios de proa están muy solicitados. Y entonces empieza la aventura. Alguien quita la amarra del noray, y de pronto ves cómo aquella superficie que te es ajena se maniobra como si fuera un coche. El piloto da marcha atrás, da la vuelta, y enfila hacia lo que te parece el confín del mundo: la otra orilla de la bahía.

La travesía descubre a uno que en barco da el aire en la cara, que el sol calienta menos y que el olor a mar lo inunda todo. Y si consigues sitio en la zona más resguardada de proa, justo debajo de la cabina, el olor, el calor tenue y el viento, todo junto se combina en una mezcla muy cercana a la felicidad.

Los Reginas tienen ahora unas 14 lanchas, en las que además del servicio de autobús hay algunas -más modernas- destinadas a paseos turísticos por la bahía, por el río Cubas y por el abra, hasta la isla de Mouro. Son paseos altamente recomendables, en los que se disfruta de vistas maravillosas.

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Pero, sobre todo, los trayectos en los Reginas aportan un cambio de perspectiva. Desde la lancha vemos un Santander que desconocemos, una visión nueva de algo que ya nos era familiar. Cambia la perspectiva y cambia la escala. Ahora todo se vuelve más grande y nosotros, desde el mar, insignificantes.

El viaje merece la pena. Por las vistas. Por el mar. Por el descoloque.

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