DIEZ VISITAS IMPRESCINDIBLES

Siglos de saqueos, guerras y terremotos terminaron por convertir la fabulosa ciudad de Pericles en un montón de ruinas. Aun así, la elegancia y armonía de proporciones del Partenón, la obra cumbre del arte clásico, produce hoy la misma emoción estética que debieron de sentir los atenienses del siglo V antes de Cristo. Sólo tres monumentos, además del Partenón, han sobrevivido hasta nuestros días: el Erecteion, con su célebre pórtico sustentado por seis cariátides; el pequeño templo jónico de Atenea Niké, y los Propileos, un monumental conjunto de atrios que sirve de acceso al recinto de la Acrópolis. En su ladera sur se hallan los restos del teatro de Dionisios, donde estrenaron sus tragedias Sófocles, Aristófanes y Esquilo.

A pesar del expolio que sufrió el patrimonio artístico griego durante el siglo XIX, el Museo Arqueológico Nacional reúne una formidable colección de esculturas, joyas y cerámica que abarcan desde el neolítico hasta el periodo helenístico. Entre sus tesoros, dos destacan con brillo propio: la máscara de oro de Agamenón, procedente de Micenas, y un imponente bronce que representa al dios Poseidón.

Centro de la actividad comercial, social y política de la antigua Atenas, el lugar donde departían filósofos como Sócrates. Entre los monumentos de aquella época se conservan el estoa de Attalos, convertido en Museo del Ágora; el templo dórico de Hefesto, el mejor conservado de Grecia, y una clepsidra o reloj de agua que servía para cronometrar las intervenciones de los oradores.

Desde lo alto de esta colina de las afueras se disfruta de la mejor panorámica de Atenas y la Acrópolis. Si la contaminación lo permite, también se pueden ver las islas de Salamina y Egina y la cuenca del Ática. Se puede tomar un funicular desde Ploutarhou para llegar a la cumbre del Licabeto, cuyo nombre significa colina de lobos.

Construcción octogonal de mármol, del siglo I antes de Cristo, que servía como reloj de sol, reloj de agua, brújula y veleta. Cada uno de sus ocho lados, orientados hacia los puntos cardinales, muestra un relieve que representa al viento asociado a ese punto.

Plantados en el siglo XIX, ofrecen un refugio de sombra y verdor en el agobiante verano ateniense.

Un pequeño monasterio ortodoxo da nombre a la plaza y el barrio donde todos los días se monta un animado mercadillo callejero.

Al sur de la plaza Syntagma se extiende el antiguo barrio otomano, la zona más atractiva y colorista de Atenas. Sus laberínticas calles están llenas de tabernas, restaurantes y ouzerias.

Fundado en 1931 por Antonios Benakis, un acaudalado ateniense, alberga una suntuosa colección de arte, desde obras micénicas hasta iconos griegos.

El corazón de la Atenas moderna. En ella se encuentra la tumba del soldado desconocido, donde hacen el cambio de guardia los pintorescos ézvones.