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Reportaje:RUTAS URBANAS

El placer de lo multiétnico

Toronto recuerda igual a Nueva York que a Pekín o La Habana, y tiene uno de los mejores restaurantes mexicanos del mundo

Jordi Soler

Toronto es una metrópoli de dos millones y medio de habitantes, y simultáneamente es un pueblo de casas bajitas, cuadriculado con calles elementales donde, sin ningún esfuerzo, puede uno imaginarse un cowboy, arropado para el frío como en los anuncios navideños de Marlboro, brincando de su caballo con los ojos puestos en la puerta doble y abatible de un saloon. Por su condición de pueblo múltiple y diverso, Toronto se parece a muchas cosas: lo mismo recuerda a Nueva York que a China, o a un barrio cubano o a un plató del lejano Oeste. Por citar un solo dato que ilustre la multiplicidad de esta metrópoli llena de pueblos disimulados, podríamos decir que es la segunda ciudad con más italianos después de Roma.

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A Toronto hay que entrar, digamos, por China, por la puerta de un antro llamado Saigon, en la avenida Spadina, casi esquina con College Street; ahí, en el barrio chino, que es una porción del viejo imperio que palpita en Canadá, sirven unos caldos de res con noodles y salsa picante cuyo sabor fantástico le dejará a usted los ojos, simultáneamente y con todo respeto, de plato y de chino. La salsa picante es un mejunje delicioso, exótico e insólito, que dispara en el comensal una compleja reacción en cadena cuyo resultado más visible es la saludable convivencia de las lágrimas y las carcajadas.

Para bajar los caldos, y la intensa emoción que producen, es recomendable caminar por la calle Nassau, los alrededores, y el laberinto interior de Kensington Market, y no parar hasta que esta calle haga esquina con la avenida Augusta; ahí está Luis Coffe Stop, un bohío de estructura y calorcillo cubanos que se abre a los cuatro vientos, cuando el clima lo permite, con unas ventanas de madera que parecen importadas del barrio de Vedado o Miramar; Luis sirve un café sublime que se bebe de pie, con un codo en el antepecho, que es una viga pulida por la interacción permanente de la clientela; acodado ahí, el viajero que llegó en avión a Toronto se desorienta y comienza a sospechar que ni está en Canadá ni llegó en Air France, sino en la Nao de China.

Leer versos de pie

Estos sitios del Toronto multiétnico que voy recomendando pertenecen a la misma zona de la ciudad, a la parte central del mapa que puede caminarse perfectamente, aun cuando su extensión, tan insólita y exótica como la salsa del Saigon, pueda invitar a más de uno a montarse en un taxi. Otra caminata obligada, y esforzada, es la de la calle Queen (West); ahí quedarán expuestos al imán de un montón de encantadores tendejones, excéntricos y con frecuencia cutres, de donde yo destacaría Type Books, una hermosísima librería con una generosa sección de poesía donde merece la pena eternizarse, ir leyendo versos de pie mientras se disfruta de la sensación de estar en Canadá dentro de un sitio que efectivamente parece Canadá.

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En esta misma calle hay que visitar dos hoteles notables, el Gladstone y el Drake; hay que husmear en sus pasillos, colarse en alguna habitación, hacer uso de sus retretes de reluciente porcelana antigua y beberse una pinta de Tanker House en el bar de cada uno; se trata de una cerveza nativa de la ciudad que, además de conectar al viajero con el suelo que pisa, brinda la oportunidad de beberse cuatro o cinco sin sentir remordimientos, pues se trata, como reza la etiqueta y cada barman que la sirve, de una bebida cien por cien orgánica.

Toronto es enorme, como he dicho, pero los sitios de interés turístico están muy a la mano, concentrados en la misma zona; lo demás son casas con ático, sótano y jardín. No hay que perderse una caminata por la zona central de Yonge Street, la avenida principal y, según dicen, la más larga del mundo; a la altura de la calle Bloor hay que sentarse en algún café de Yorkville y mirar pasar a la gente en ese marco de aires neoyorquinos que es el Toronto más reconocible, el que mejor coincide con la idea de esa ciudad grande y pujante de Norteamérica.

Un lago, un mar pequeño

Un poco más allá del centro, a una distancia impracticable sin el apoyo de un taxi o un autobús, está The Distillery, un patio de viejas bodegas que han sido reconvertidas en restaurantes, tiendas, foros para tocar música, y que ha servido de plató para varias películas y series de televisión. Conviene darse un paseo por The Beaches, a la orilla del lago Ontario, que es tan grande como un mar pequeño, y, si se tiene ánimo, o hijos inquietos y hartos de tanto paisaje urbano, no está de más embarcarse hacia las Toronto Islands, un grupo de islotes donde hay parques y una feria de cuento con tiovivo, trenecito y helados desmedidos de cuatro o cinco bolas.

Si la temporada es propicia hay que acercarse al estadio de fútbol a ver un partido del Toronto FC, un equipo fresco e ingenuo que fue fundado hace apenas dos años y medio y que cuenta con una entregada afición que ofrece, además de entusiasmo ilimitado, la oportunidad sociológica, y única, de contemplar a un grupo de hooligans en estado larvario.

De noche, para coronar los esfuerzos turísticos que se han hecho, y para redondear el espíritu exótico de la ciudad, hay que cenar en un restaurante de nombre Milagro, que es uno de los mejores restaurantes mexicanos del mundo, México incluido; está en la esquina de las calles John y Mercer, es un sitio confortable, con una barra enorme, donde lo primero que hay que hacer es pedir un plato de cochinita pibil, un manjar exquisito que puede combinarse con ceviche de pulpo, tacos de camarón y pescado; y potenciarse con un cóctel margarita de tamarindo o sandía que desorientará definitivamente al viajero, que aterrizó en Toronto y está cenando en México, y durante el día ha ido pasado por China, por Cuba, por los suburbios de Roma y por las calles de Nueva York o Pakistán.

Jordi Soler es autor de La última hora del último día (RBA)

Guía

Cómo ir- Air Canada (915 47 93 04; www.aircanada.com) acaba de estrenar sus vuelos directos entre Madrid y Toronto, y tiene precios en julio desde 860,63 euros, precio final.- KLM (www.klm.es; 902 22 27 47) tiene vuelos con una escala entre Madrid y Toronto, desde 882 euros, tasas incluidas. Desde Barcelona, a partir de 897 euros.Comer- Saigon Palace(001 41 69 68 16 23). 454, Spadina Avenue.- Restaurante Milagro (001 41 68 50 28 55; www.milagrorestaurant.com). 5, Mercer Street. Un mexicano que no hay que perderse.Dormir- Gladstone Hotel (001 41 65 31 46 35; www.gladstonehotel.com). 1214, Queen Street (West). La habitación doble, desde unos 115 euros.- Drake Hotel (001 41 65 31 50 42; www.thedrakehotel.ca). 1150, Queen Street (West). La habitación doble, desde unos 133 euros.Consulta la guía de Canadá de EL VIAJERO

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