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Escapadas

La mar más salada

Una ruta israelí en busca de paisajes únicos. De las cuevas de Beit Guvrin-Maresha, cavadas por el hombre, al mar Muerto

Miguel Ángel Noceda
Una mujer flota en el Mar Muerto
Una mujer flota en el Mar MuertoLuis Davilla

Después de visitar Tel Aviv, de recorrer la ciudad y cenar en alguno de sus restaurantes (típicos de la antigua Jaffa o modernos de la capital, donde reina la arquitectura de la Bauhaus, cercanos a las frecuentadas playas), y de visitar la ciudad vieja de Jerusalén, el santo sepulcro y el Muro de las Lamentaciones, conviene adentrarse en las tierras bajas de Judea, que se precipitan desde el desierto del mismo nombre hasta la mar.

En medio de esas tierras, donde se produce aceite y vino (hay visitas a las bodegas), se encuentra el parque nacional de Beit Guvrin-Maresha. Beit Guvrin fue una destacada ciudad de la época del dominio romano, cuando era conocida como Eleutheropolis, y Maresha, una de las poblaciones más importantes de la Judea romana. El parque, al sur de Tel Aviv y al suroeste de Jerusalén, es una suerte de restos arqueológicos que incluyen un gran cementerio judío, un anfiteatro romano-bizantino y un sinfín de grutas labradas por los pobladores, lo que hace que se conozca como “una ciudad debajo de una ciudad”. Las cuevas, que sirvieron de escondite durante la rebelión de Bar Kojba contra los romanos, tenían diferentes usos, desde alcazabas, cisternas y baños hasta columbarios de formas geométricas.

Cuevas de campana de Maresha
Cuevas de campana de MareshaFinbarr O'Reilly

Las cuevas de Maresha se remontan al siglo IX antes de Cristo, y su máximo apogeo data de los siglos III y II antes de Cristo. Beit Guvrin fue horadado en los primeros siglos de esta era, siendo las cuevas más espectaculares las de forma acampanada, talladas entre los siglos VI y VIII. El último uso de estas enormes cavidades se produjo en el siglo X. La visita al complejo incluye estas cuevas de campana, las de columbario, el laberinto de grutas interconectadas y las de enterramientos sidonias. En las paredes hay inscripciones en árabe y cruces, lo que indica que fueron excavadas durante el periodo árabe temprano, entre los siglos VII y X.

El parque nacional de las Cuevas de Beit Guvrin-Maresha fue el octavo lugar de Israel declarado patrimonio mundial por la Unesco, uniéndose a la antigua ciudad de Acre, la ciudad blanca de Tel Aviv, los Tels Bíblicos (Meggido, Hatzor, Beersheva), la ruta del Incienso, los santuarios Baha’i en Haifa, las cuevas de la evolución humana de Nahal Me’arot, en el monte Carmelo, y Masada, un lugar mítico en el que conviene detenerse.

Y de aquí al desierto y al mar Muerto, pasando por Jerusalén para después bordear este mar interior que comparten Israel y Jordania. Se trata de un lago endorreico con una abundante concentración de mineral, sobre todo de bromo, magnesio y yodo y muchas propiedades saludables. Es la zona más baja del planeta, a 427 metros por debajo del nivel del Mediterráneo, y la de mayor presión barométrica del mundo, con un 10% más de oxígeno. Estas propiedades explican su efecto curativo y vigorizante, que lo ha convertido en un afamado centro de tratamiento de enfermedades de la piel (en particular, la soriasis).

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Mapa de Israel
Mapa de IsraelJavier Belloso

La visita es una experiencia única, pero incompleta si no se acompaña con un baño. La salinidad es del 280%, lo que hace que ningún ser vivo pueda habitar allí y permite a los más osados hacer pinitos de mesías andando sobre las aguas, que no conviene llevar a la boca ni a los ojos. Las instalaciones cuentan con potentes duchas para quitar la sal tras el baño.

Muy cerca, en las colinas que orillan el deprimido mar se hallaron por casualidad los manuscritos o rollos de Qumrán, que fueron escondidos por los esenios ante la proximidad de las tropas romanas. Estos textos, muchos de ellos muy destruidos, son imprescindibles para entender la Biblia (se puede visitar una instalación audiovisual). Por allí estaban también, de ser verdad, las ciudades legendarias de Sodoma y Gomorra.

Y sobre la montaña más alta, frente al monte Elazar, cerca del vértice sur del mar Muerto, se levanta la ciudad amurallada de Masada, un lugar legendario para Israel al que, en la actualidad, se accede por un funicular. Aunque también se puede llegar por el llamado sendero de la serpiente, un sinuoso camino con el que se atreven algunos audaces turistas.

La leyenda de Masada

Masada, término romanizado que en hebreo significa fortaleza, es un macizo que se alza a 450 metros sobre el nivel del mar Muerto, es decir, sobresale unos 20 metros sobre el antiguo Mare Nostrum. La leyenda data de la primera guerra judeo-romana. Cuando los romanos destruyeron Jerusalén, un millar de judíos zelotes se hicieron fuertes en este lugar, capitaneados por Eleazar Ben Yair, y desafiaron a Roma. El gobernador romano de Judea, Lucio Flavio Silva, asedió la fortaleza, que solo tenía dos rutas, ambas de difícil acceso y fácil defensa. La ciudad estaba, además, bien pertrechada de huertos y un ingenioso sistema de excavaciones, acueductos y cisternas que proporcionaban alimentos y agua de sobra para aguantar el acoso.

Guía

Información

» Iberia (www.iberia.com), Air Europa (www.aireuropa.com) y El Al (www.elal.com) vuelan directo a Tel Aviv desde Madrid.

» www.goisrael.es.

El sitio, que está recogido en La guerra de los judíos del historiador Flavio Josefo, fue largo e intenso, muy similar al de Numancia. Incluso en los ocho campamentos que dispusieron alrededor de la inmensa colina conectados por un baluarte que la circunvalaba. Ante los continuos fracasos, decidieron construir una gran rampa por el lado occidental cuyas reminiscencias se pueden observar hoy con bastante claridad. Usaron miles de toneladas de piedra y tierra. Finalizado el año 73 después de Cristo, tres meses después de haberse iniciado y de siete de cerco, los romanos se acercaban a su objetivo.

Y como en Numancia, los habitantes decidieron inmolarse antes que caer en manos enemigas. Y nació la leyenda. Eleazar Ben Yair propuso a su gente darse muerte para evitar ser hechos prisioneros. Para sortear la prohibición del suicidio en la religión judía, acordaron que los hombres acabaran con la vida de sus familias, de manera que solo quedaran 10 con vida. Luego un solo varón, elegido a sorteo, acabó con la vida de los otros, incendió el fortín y finalmente se dio muerte a sí mismo.

A 17 kilómetros al norte de Masada se encuentra el oasis Ein Gedi, en el que existen unas instalaciones de ocio y descanso con vistas al mar Muerto y manantiales perennes. Para algunos es el lugar de los jardines del edén, eso sí, con spa y masajes. Un lugar ideal para descansar de un viaje ajetreado.

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Sobre la firma

Miguel Ángel Noceda
Corresponsal económico de EL PAÍS, en el que cumple ya 32 años y fue redactor-jefe de Economía durante 13. Es autor de los libros Radiografía del Empresariado Español y La Economía de la Democracia, este junto a los exministros Solchaga, Solbes y De Guindos. Recibió el premio de Periodismo Económico de la Asociación de Periodistas Europeos.

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