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El acento
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

‘Abe, Mario’ y los iconos de una era virtual

No sabemos de qué se habría disfrazado Rajoy si hubiera cogido el testigo olímpico, pero su homólogo japonés se vistió de Super Mario

Berna González Harbour
Shinzo Abe disfrazado de Super Mario en la clausura de los Juegos de Río, el domingo.
Shinzo Abe disfrazado de Super Mario en la clausura de los Juegos de Río, el domingo.Yu Nakajima

No sabemos de qué se habría disfrazado Rajoy para recoger el testigo olímpico si España hubiera conseguido ser sede de los Juegos de 2020, y no precisamente por aquel inolvidable “relaxing cup of café con leche in plaza Mayor” de Ana Botella, sino porque Madrid cayó en la primera criba. De un solo golpe.

En aquella ocasión ganó Tokio y su primer ministro, Shinzo Abe, recogió este domingo el testigo disfrazado ni más ni menos que de Super Mario, el icono japonés de los videojuegos, en un espectáculo de danza y música donde el papel principal estaba reservado a los bytes, los efectos especiales y, en suma, la realidad virtual. Ver la carrera voladora del personaje de Nintendo de la mano de Doraemon moverse en ese territorio de samba que sabe dar el esquinazo al zika generó un aperitivo del asombro 2.0 que podremos sentir en Japón. En Twitter, las masas respondieron colectivamente al grito-hashtag de #AbeMario.

Este domingo en Río, los droides bailarines nos dieron el “arigato” con la misma naturalidad con la que James Bond hizo descender a la reina de Inglaterra en helicóptero en el Londres olímpico de 2012, en una ceremonia que supo resucitar a Freddie Mercury y a John Lennon mientras las caras pintadas de banderas británicas en Trafalgar Square saludaban emocionadas la simbiosis de modernidad y tradición.

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Aquella fiesta de Londres 2012 aunó a los ídolos del pop y el rock con los caniches reales que habitan un Buckingham icónico para el mundo entero. A diferencia de ellos, los símbolos de Japón no se escuchan, ni se tocan, ni se desnudan, ni sudan, ni rompen guitarras, ni se mueren de sida, ni de sobredosis, ni envejecen y ni siquiera se enamoran de Yoko Ono, porque tejen su verdad en un mundo de pantallas. Quédate conmigo, Hello, Kitty.

El disfraz de Mario Bros para invitarnos a Tokio 2020 coincide en el tiempo con la caza global de pokémons que ha emprendido una buena parte de la humanidad, en un brindis colectivo a esta era en que los iconos y las causas son virtuales y además llevan la firma de Nintendo. En Bangkok, el Ayuntamiento anunció ayer una “policía Pokémon Go” para vigilar el orden en las principales arterias de la ciudad mientras en lugares sensibles como el Museo del Holocausto o el cementerio de Arlington de EE UU han solicitado un respeto, por favor.

Los ecos de los grandes argumentos que esgrimió Madrid para reclamar la organización de los Juegos Olímpicos en 2016 y 2020 aún resuenan en nuestros oídos: iban cargados de estadísticas sobre el porcentaje de infraestructuras que ya estaban adelantadas, entre el 80% y el 90%, pero el mundo pasó página de estas razones de cemento y de ladrillo y todo eso parece haber quedado atrás.

Hoy toca sumar puntos, pasar pantallas, derrotar a todos los enemigos de cada nivel y pasarlo bien con Mario Bros. Por fortuna o por desgracia, sin la cup of café con leche de plaza Mayor.

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Sobre la firma

Berna González Harbour
Presenta ¿Qué estás leyendo?, el podcast de libros de EL PAÍS. Escribe en Cultura y en Babelia. Es columnista en Opinión y analista de ‘Hoy por Hoy’. Ha sido enviada en zonas en conflicto, corresponsal en Moscú y subdirectora en varias áreas. Premio Dashiell Hammett por 'El sueño de la razón', su último libro es ‘Goya en el país de los garrotazos’.

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