_
_
_
_
_
Reportaje:AIRE LIBRE

Majestuoso Cares

El abrupto desfiladero que une León con Asturias atrae cada año a 200.000 visitantes a los Picos de Europa. Una ruta vertiginosa

Siete de cada diez accidentes en la montaña asturiana ocurren en la garganta del Cares. No es extraño porque estos 13 kilómetros de los Picos de Europa son transitados cada año por 200.000 personas. Pocas rutas de excursión sufren un tráfico así. Tampoco es extraño: los 200 metros de caída vertical sobre el río confieren al itinerario unos tintes de colosal e irresistible belleza.

Pero ¿es peligroso el trayecto? Sí. No. Depende. Si usted no está en buena forma física, no debería hacerlo bajo un sol de verano. Los "golpes de calor" son frecuentes en este estrecho desfiladero al que el helicóptero de rescate no llegará antes de media hora y con dificultades si la densidad del aire es muy baja. Lleve calzado apropiado, no unas sandalias o unos tacones bajos, tampoco las botas de la escaladora Edurne Pasabán, pero por lo menos unos tenis o calzado liviano de montaña porque la piedra caliza del Cares es altamente deslizante en caso de humedad. No pose para la fotografía en el lado vertiginoso de la senda. Un fallo de menisco o un mareo en ese momento serán fatalmente irreversibles. No intente atajar por los caminos de cabras si no está preparado. Un mal pie y nadie podrá hacer nada por usted. Por lo demás, si sigue estas y otras precauciones básicas, la jornada será emocionante e inolvidable.

Más información
Una promesa a una princesa

La divina garganta, como se conoce a este tajo que parte en dos el macizo de los picos, es la distancia más corta entre las localidades de Caín (León) y Poncebos (Asturias): 13 kilómetros. Por carretera son casi cien. El sendero propiamente dicho comenzaba hasta hace poco en el municipio leonés de Posada de Valdeón. Pero una pista -estrecha y peligrosa- permite ahora llegar en coche hasta Caín y ahorrarnos dos horas de marcha. Quiere esto decir que tiene ante usted 26 kilómetros de recorrido en ida y vuelta. Si decide que es mucha caña, se le ofrecen tres opciones: pagar un taxi en la meta para recuperar su vehículo aparcado en el otro extremo, establecer una cita a mitad de la ruta con amigos que caminan en sentido inverso e intercambiar las llaves de los coches estacionados en la salida y en la llegada, o bien concertar un recorrido en todoterreno cuyo conductor lo llevará hasta el inicio y lo recogerá al final. El caso es que son las diez de la mañana, y usted comienza a andar el desfiladero saliendo del pueblo de Caín, con su bastón, su botella de agua y algo de comer para el camino.

Los habitantes de Caín tienen fama de ser los mejores escaladores de los Picos de Europa. Hasta hace poco, la Guardia Civil recababa su ayuda en los rescates peligrosos. Algunos de ellos murieron hace un siglo en la construcción del canal de aguas rápidas que lleva el agua del Cares hasta la central eléctrica de Camarmeña, en Asturias. Otros esperaron a hacerlo en los años cincuenta durante la excavación de la senda en la roca viva. Un dicho bastante negro asegura que "los de Caín no mueren, se despeñan".

Ese parece ser el destino de quien habite estos riscos que cierran la mirada al cielo sobre nuestras cabezas. Al principio, el río circula a nuestro lado, se deja tocar. De hecho, nada impide en verano un baño estimulante en alguna de sus pozas. Un remanso, un salto de agua, rampas para que desoven los salmones, subestaciones eléctricas. Comienza la ingeniería.

Boletín

Las mejores recomendaciones para viajar, cada semana en tu bandeja de entrada
RECÍBELAS

Oculto en la montaña

Pronto uno de los cursos del Cares se hace invisible, circula oculto dentro de la montaña y de vez en cuando reaparece para recordarnos que aquello es obra del hombre. Entre canales y respiraderos este caudal llegará a Asturias para alimentar turbinas. El otro Cares, el natural e intocable, comienza a alejarse de nuestra senda. Pronto estará doscientos metros más abajo. Y cuando lleguemos a los puentes de los Rebecos y de Bolín, será un hilo de agua encajonado entre paredes verticales. El abismo propiamente dicho. El vacío bajo nuestros pies.

Al final de una serie de túneles oscuros y húmedos, horadados en la roca, nos espera una cabra montesa. Parece puesta adrede allí. Como si formara parte de la organización. Definitivamente, después de tanto visitante, ya ha perdido el respeto a los humanos. Se deja piropear, tocar, fotografiar. Solo le falta pedir una propina. Un día de estos lo hará.

Conforme caminamos hacia Asturias, se abre el desfiladero. Estamos en el corazón de los Picos de Europa. Intuimos, porque otra cosa es imposible, el famoso Naranjo de Bulnes, el pico Urriellu, unos kilómetros a nuestra derecha. La trocha que pisamos no mide más de metro y medio en algunos puntos. Y al lado, el precipicio. Cuando coincides con excursionistas que vienen de frente, se hace difícil ceder la mano. Todos quieren el carril de la pared. Las mujeres y los niños primero.

El caserío Culiembro es justo el punto medio entre Caín y Poncebos. Un buen sitio para descansar y echar un bocado. A la izquierda, un sendero todavía peor que el nuestro -el GR-202- trepa por la montaña y muestra su reto tentador: Covadonga, a nueve horas. Otro día.

Alimoches en el aire

Ahora encaramos un buen desnivel de bajada. Quienes vienen desde Asturias suben desfondados. En el cielo, una cuadrilla de alimoches otea el panorama. Aves carroñeras pero de bello plumaje, con un pelo tieso en la coronilla que las hace incluso simpáticas. Pasan de largo o se encaraman en las copas de los pocos madroños, hayas y encinas que crecen entre las peñas desafiando las leyes de la gravitación, sin más nutriente que unas cuantas gotas de lluvia al año.

Mientras nos acercamos a Poncebos, por Los Collaos, comprendemos la razón de tantos accidentes. Aquí la ruta se divide en dos. A veces, unos amigos cogen la de arriba y otros la de abajo. A los pocos minutos, la diferencia es de varios cientos de metros, y los de abajo intentan atajar montaña a través. Entonces caen.

La garganta del Cares es un paisaje majestuoso y desolador. Una minidosis del veneno que llevan los montañeros en su sangre. Al final no es más que un paseo compartido con otros muchos andarines, pero a pocos centímetros de la huella que dejamos en la senda se encuentra la arista insondable del vacío. Y eso convierte esta caminata en una verdadera pugna contra todos nuestros vértigos.

La garganta del Cares es un recorrido de 26 kilómetros, ida y vuelta, entre Poncebos (Asturias) y Caín (León).
La garganta del Cares es un recorrido de 26 kilómetros, ida y vuelta, entre Poncebos (Asturias) y Caín (León).JUAN CARLOS MUÑOZ

Guía

Información

» Turismo de Asturias (www.asturias.es; 902 30 02 02). Incluye información sobre alojamientos y restaurantes por toda la provincia.

» Turismo de Castilla y León (www.turismocastillayleon.com; 902 20 30 30).

» Parque Nacional de Picos de Europa (http://reddeparquesnacionales.mma.es).

» Federación española de deportes de montaña y escalada (www.fedme.es). Son quienes mantienen las rutas GR (gran recorrido).

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_