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Reportaje:FITUR | ESPAÑA

Don Quijote en línea recta

Cinco paradas manchegas siguiendo los renglones de Cervantes

No es difícil imaginar su triste figura recortando, en la amplitud del Campo de Montiel, la línea roja que el sol pinta al atardecer en la llanura manchega. Este año, IV centenario de la publicación del Quijote, los parajes que dibujó Cervantes salen de la ficción y se preparan para la llegada de una peregrinación turística.

Existe una Ruta de Don Quijote oficial que recorre toda esa Mancha (www.donquijotedelamancha2005.com y www.elquijote.com). Pero quizá haya quien prefiera buscar esas huellas a través de las páginas de la novela. La velada poética en casa de don Diego de Miranda; el imaginario mundo de cristal en la cueva de Montesinos; personajes convertidos en lagunas, las de Ruidera...

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Las andanzas que aparecen en la segunda parte, del capítulo XVIII al XXIV, tienen su espacio físico entre las provincias de Ciudad Real y Albacete. De Villanueva de los Infantes, uno de los lugares candidatos a ser el "lugar de La Mancha", a las multicolores lagunas de Ruidera. Un recorrido para trasladar todas esas aventuras a la vida real.

1 Con el caballero del verde gabán

Si Ignacio Santos fuera un personaje cervantino, sería don Diego de Miranda, porque es el propietario, como lo fueron sus abuelos paternos, de la Casa del Caballero del Verde Gabán, descrita en el capítulo XVIII: "Ancha como de aldea; las armas, empero, aunque de piedra tosca, encima de la puerta de la calle; la bodega, en el patio; la cueva, en el portal". Todos esos elementos se pueden ver hoy en esta típica vivienda manchega de mediados del siglo XVI. Situada en la calle de Cervantes, su patio central columnado organiza el espacio de las dos plantas que albergan más de 20 habitaciones.

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Es casi una casa-museo, porque está decorada con un sinfín de objetos antiguos pertenecientes "a la casa de labor que fue". Aquí, el ingenioso hidalgo pasó varios días deleitándose con el arte poético del hijo de don Diego. Le maravilló "el silencio que en toda la casa había, que semejaba un monasterio de cartujos", mientras que Sancho pudo entregarse al buen yantar.

El visitante también tiene la posibilidad de degustar la gastronomía de la zona, en Casa Milagros o en La Plaza. Pero antes, siguiendo la estela literaria, aunque este año no es el protagonista, la celda donde murió Francisco de Quevedo en 1645 es otra parada y fonda. Escondido en el convento de Santo Domingo, el habitáculo rezuma sobriedad incluso en la mesa maciza donde el rival literario de Góngora escribió su testamento.

Junto a este monasterio dominico, el hospital de Santiago recuerda que su capilla del Remedio fue fundada para albergar a mendigos. Dicen que a sus puertas pudo localizar Cervantes las afamadas bodas de Camacho (capítulos XIX al XXI). Pero para escenario singular, la monumental plaza Mayor, presidida por la iglesia de San Andrés (con un púlpito plateresco esculpido al detalle) y la Casa Rectoral. Aquí, la piedra rojiza de moliz imprime su sello en las fachadas de un espacio que se terminó de construir en el barroco, como bullicioso lugar público de los infanteños. Antes de abandonar la ciudad, el hidalgo empuña su armadura y se protege con un escudo que nada tiene que ver con los 230 blasones que salpican los edificios de linaje de esta villa, como la Casa del Arco. Son las huellas del poderío que tuvo, especialmente, la orden de Santiago en este pueblo declarado conjunto histórico-artístico en 1974.

2 Campo de Montiel, el camino

Consigue Don Quijote encontrar a un guía, el Primo, que le descubra la ruta hacia la cueva de Montesinos. Pasaron la noche en una "pequeña aldea", a menos de dos leguas. Ese pueblo podría ser Carrizosa, pero los caballeros del presente han de ir dirección hacia Ossa de Montiel, por la CM-412, pasando por Fuenllana y Villahermosa. Es en este trayecto donde la tierra parduzca -como Infantes- se convierte en una línea recta. Rojiza la tierra y el cielo que abrasa el horizonte, si hay suerte y queda una tarde despejada. Cinco veces citado en la obra de Cervantes, no es éste el campo de los molinos de viento enemigos del hidalgo, pero sí fue transitado por la pareja: "Subió sobre su famoso caballo Rocinante, y comenzó a caminar por el antiguo y conocido Campo de Montiel. Y era la verdad que por él caminaba" (capítulo II de la primera parte).

Ya en lindes albaceteñas, desde Ossa parte un recorrido de 13 kilómetros, un ramal señalizado de la ruta oficial que bordea el río Alarconcillo. En bicicleta, a caballo, en coche o andando, es un paseo para observar cepas desperdigadas y abundantes sabinas. El recorrido serpentea y llega a las ruinas del castillo de Rochafrida. Apenas queda nada, pero desde este cerro testigo se puede observar una magnífica panorámica e imaginar cómo la tierra que lo rodea estaba invadida por la laguna de Rochafrida hace unos 400 años.

3 La venta de Celemín

El poblado de San Pedro aparece de repente. Alguna que otra casa encalada en blanco y una pequeña ermita que casi se interpone en el camino. Está vacío la mayor parte del año, pero un cartel turístico avisa de que la pluma de Cervantes también recaló aquí.

"Junto con la ermita tiene una pequeña casa, que él -el ermitaño- ha labrado a su costa; pero, con todo, aunque chica, es capaz de recibir huéspedes" (capítulo XXIV). Esa casa, dicen, es la venta de Celemín, donde fueron a dar los huesos de Don Quijote después de visitar la cueva y donde pudo conocer la historia del rebuzno y al titiritero Maese Pedro y su mono que adivina el destino.

4 En las entrañas de Montesinos

Desde la pequeña ermita blanca, la cuesta de la Almagra, llamada así por su color rojizo, otra vez, marca la dirección hacia las entrañas de Montesinos. Sin esperarlo, la cueva sale al paso como si fuera un socavón excavado en la tierra. Cien brazas de soga tuvo que utilizar Alonso Quijano para descubrir, aunque en sueños, un mundo maravilloso de alabastro donde pululaba el mismísimo Montesinos, quien, cumpliendo una promesa, arrancó el corazón a un Durandarte muerto para entregárselo a su amada Balerma.

Hoy no es necesaria cuerda, aunque sí una linterna, para adentrarse en esta bóveda espaciosa y tener cierto tiento para no despertar a la colonia de murciélagos (que también aparecen en el capítulo XXI) que por estas fechas allí hibernan.

5 Cascadas en La Mancha húmeda

Don Quijote se encontró en esta cavidad con otros enigmáticos personajes que por efecto del hechizo del sabio Merlín estaban condenados a vivir eternamente en forma de río Guadiana y de lagunas. Es momento de salir de la cueva y toparse con agua rebosante.

El parque natural de las Lagunas de Ruidera es una formación lagunar tan peculiar que sólo existe un ejemplo similar en Croacia. "El principal valor que singulariza a Ruidera son las formaciones geológicas con las barreras travertínicas que separan las lagunas formando cascadas", explica Manuel López, agente medioambiental de este parque natural de 3.772 hectáreas.

Aquí, el rojo ya no es el protagonista, porque la naturaleza se empeña en dar un toque multicolor a través de los reflejos del agua y las tonalidades cambiantes de las otoñadas y las primaveras.

Parada de invierno de aves migratorias, esta época es la mejor para quienes quieran observar el vuelo y el chapoteo sobre las 15 lagunas de especies acuáticas como el azulón, el somormujo o el porrón moñudo. "Últimamente está apareciendo una importante población de cormorán que, a pesar de ser un ave marina, ha empezado a colonizar los embalses y las aguas de interior", explica el experto. Espeleología, travesías en canoa, buceo, senderismo, pesca en el embalse de Peñarroya... Los recursos naturales se ponen al servicio del turista activo, tan aventurero como el propio caballero de La Mancha.

La llanura manchega, por la que Don Quijote "caminaba tan despacio y el sol entraba con tanto ardor".
La llanura manchega, por la que Don Quijote "caminaba tan despacio y el sol entraba con tanto ardor".ALFREDO CÁLIZ

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