Un pueblo de lo más raro

La mejor carretera para llegar a Rennes-le-Château es la que cruza la Garganta de Galamus, y no precisamente porque sea la más rápida o segura, sino por todo lo contrario. El impresionante desfiladero recuerda a una gigantesca grieta abierta por un relámpago demoníaco, y la estrecha y serpenteante calzada, excavada en la ladera de roca, 50 metros sobre el abismo, se recorre conteniendo el aliento. Espectacular, majestuosa y aterradora, prepara al visitante para la extraña atmósfera que le espera en Rennes, un pueblecito de 120 habitantes en la región del Aude, en el sur de Francia. Aunque se encuentre rodeado por los castillos cátaros, en una zona plagadas de leyendas y huellas de herejías olvidadas, en cuanto a misterios no hay pueblo que le supere.

El paraje es hermoso, los alojamientos rurales coquetos y la oferta gastronómica excelente, pero de alguna forma ha quedado excluido de las grandes rutas turísticas, que cada día descargan autobuses repletos de turistas delante de las murallas de la cercana Carcasona. Emplazado en la cima de una loma, que domina el valle muchos kilómetros a la redonda (herencia de su origen guerrero, cuando era la ciudad visigoda de Rhedae), Rennes parece aislado del resto del mundo, olvidado en el tiempo. Pero no para los apasionados de enigmas históricos y misterios esotéricos. Según un holandés que afirma nada menos que fue abducido por los extraterrestres en la década de los setenta, los platillos volantes lo visitan regularmente. Por ello ha diseminado curiosos túmulos y esculturas, hechas con piedras, ramas y desperdicios de la sociedad de consumo, junto a la carretera que conduce a su casa y también a Les Labadous, un bed & breakfast (cama y desayuno) más que recomendable donde también se pueden alquilar pequeños apartamentos en un antiguo conjunto de casas rurales reestructuradas.

Sin duda el misterio más fascinante radica en la propia historia de Rennes y en su extraña iglesia, que acoge al visitante con la asombrosa inscripción "Terribilis est locus iste" (Este lugar es terrible) y una pila de agua bendita sostenida por Asmodeo, el diablo que simboliza la lujuria. Los expertos aseguran que las figuras estrafalarias, las tallas estrambóticas y toda la iconografía del pequeño templo consagrado a María Magdalena constituyen un ejemplo único en el mundo católico.

Una pareja y su estirpe

El suelo de la nave forma el dibujo de un tablero de ajedrez, las estaciones del vía crucis difieren de los dibujos habituales y diversos signos sugieren la posibilidad de una estirpe merovingia, descendiente directa de Jesús y María Magdalena.

Una hipótesis que aparece también en Bloodline, una película entre ficción y documental, estrenada en Gran Bretaña, realizada por Bruce Burgess y René Barnett, que toma como punto de partida la célebre novela de Jean-Michel Thibaux El misterio del priorato de Sión.

La iglesia es el centro del conjunto, que se conoce como Domaine de l'Abbé Saunier, ya que su construcción se debe a Bérenguer Saunier, un cura monárquico y rebelde, guapo y enigmático, fácil presa de la ambición, la pasión y la codicia. Enviado a Rennes en 1885 para cumplir un castigo, Saunier es deslumbrado por el ambiente del cercano Rennes-les-Bains, un enclave termal frecuentado por los cantantes de ópera y la alta sociedad parisina en busca de tranquilidad y asueto. Ahora los personajes célebres han sido sustituidos por excursionistas, ornitólogos y amantes de la naturaleza, pero la paz y el silencio son los mismos y las aguas calientes sulfurosas del complejo termal, que se remonta a los romanos (como demuestra el museo arqueológico con reliquias y objetos de los siglos I y II antes de Cristo), siguen siendo beneficiosas y se utilizan en tratamientos hidroterapéuticos y estéticos. También sigue ahí el Sillón del Diablo, una roca de curioso perfil a la que se atribuye la capacidad de convertir los deseos en realidad. Quizás fue por su intercesión que la fortuna de Saunier cambió. De un día para otro el cura de sotana remendada empezó a gastar grandes sumas en la construcción de un enclave para el estudio y la meditación, formado por la iglesia, la ermita, el calvario, el oratorio, un amplio jardín con su invernadero y las demás dependencias, que actualmente se pueden visitar. "La gente llegará en medio de un escenario incomparable para admirar los prodigios de un abad con alma de artista", escribía Saunier, ajeno a la modestia. Al recorrer la biblioteca de la Torre Magdala, con su vista espectacular sobre el valle, es fácil imaginárselo mientras consulta textos esotéricos y participa en las grandes conspiraciones de su época.

Nunca se supo cómo consiguió el dinero. Unos afirmaron que había encontrado el tesoro de los visigodos, el oro de los templarios o las joyas de los cátaros. Otros dijeron que los pergaminos que había desenterrado (hasta aquí los hechos son históricos), le permitieron chantajear a la Iglesia de Roma (y estas son suposiciones). Saunier murió de una apoplejía, en 1917, el día que la leyenda dice que había vaticinado, y se llevó la verdad a la tumba. Tuvo que pasar casi un siglo para que el misterio volviera a las crónicas, en la estela de El Código da Vinci y demás narrativa histórica y misterios templarios.... Un secreto para descubrir en primera persona.