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Reportaje:FIN DE SEMANA

La otra estrella de Mercedes

Stuttgart, la puerta de entrada a la Selva Negra, rodeada de bosques y viñas, es también la capital de la utopía arquitectónica

Marta Sanz

Quien viaja por primera vez a Alemania no suele recalar en Stuttgart. Frente al atractivo de Berlín, Hamburgo, Colonia, Dresde o Munich, Stuttgart suena a ciudad industrial donde se asientan empresas como Mercedes, Porsche o Bosch. El prejuicio coloca a la capital del Estado Federado de Baden-Würtemberg (35.752 kilómetros cuadrados, 10,7 millones de habitantes) en una borrosa medianía. Sin embargo, Stuttgart es la puerta de entrada a la Selva Negra y a sus decadentes ciudades-balneario encajonadas entre montes boscosos. Con 600.000 habitantes, ciudad natal del filósofo Hegel, sintetiza lo viejo y lo nuevo con una delicadeza capaz de complacer al observador exigente: el escenario de la plaza dedicada al poeta Schiller; el perfil de la Stiftskirche y la Schlossplatz, donde la belleza del castillo antiguo, sus hiedras y torreones, se combinan con la sinuosidad del Palacio Nuevo y con el reflejo y la nitidez geométrica del Kunstmuseum, un cubo de cristal construido por los arquitectos berlineses Hascher y Jehle.

El edificio es en sí mismo una escultura, y observarlo por fuera y recorrerlo por dentro es penetrar en el interior impalpable de la luz, la transparencia; sentirse ligeramente ingrávido al ascender por la rampa que conduce hasta el restaurante de su último piso, mientras se toman mentalmente fotografías, cada vez más aéreas, de la Schlossplatz.

La geometría lumínica del Kunstmuseum encierra una convulsa colección de artistas plásticos, entre los que brilla Otto Dix. El Kunstmuseum se abre a la Königstrasse, principal arteria comercial de Stuttgart, adornada con árboles de ramas como muñones; al fondo se atisba la imponente mole de la estación, rematada con la estrella de Mercedes, cuyo museo, que adopta la forma de un tornillo como imagen simbólica de lo metálico, de lo constructivo, de lo veloz, constituye otra de las joyas arquitectónicas de Stuttgart.

Para llegar al Museo Mercedes hay que tomar el tren de cercanías: se puede aprovechar el viaje hasta Essenlingen, una bombonera medieval a orillas del Neckar que rivalizó en poderío económico con Stuttgart. El colorido del caserío de la plaza del mercado y del Ayuntamiento viejo de Essenlingen se recuerda, simbióticamente, en las tonalidades rosa chicle y verde clorofila de la posmodernísima Staatsgallerie de Stuttgart, planeada por el arquitecto británico J. Stirling; sus espejos y sus planos inclinados resultan lisérgicos y mareantes para un viajero que vuelve a sorprenderse en la rotonda de las estatuas: las piezas clásicas se embuten en estructuras de cristal esmerilado como si las Venus estuvieran dentro de un turbio escaparate, de un urinario o de una cabina telefónica. El pastiche y el sentido del humor caracterizan este conjunto arquitectónico, que acoge además el teatro del Ballet de Stuttgart y una colección de obras de Matisse, Picasso, Beckmann o Beuys.

La Olla de Suttgart, la torre de la televisión, la ópera, las avenidas, los emblemas de Bosch y de Mercedes se adivinan desde el alto en el que se sitúa el complejo urbanístico Weissenhofsiedlung, patrimonio cultural de la humanidad desde 1958 y posiblemente raíz de la intrepidez arquitectónica que se percibe en los proyectos del centro de la ciudad.

Territorio experimental

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El Weissenhof fue territorio de experimentación para un grupo de jóvenes arquitectos que, en 1927 y bajo la dirección de Mies van der Rohe, aplicó nuevos principios urbanísticos en el marco de un programa municipal que pretendía paliar las carencias que habían resultado de la I Guerra Mundial: Le Corbusier, Gropius, Oud o Schneck, entre otros, proyectaron 21 casas, de las cuales sólo se conservan 11.

El resto fue destruido durante la II Guerra Mundial -por ejemplo, la de Gropius, con su pionera estructura de acero-, pero se da testimonio de su existencia tanto en una placa en el número 20 de Am Weissenhof como en el Museo Weissenhof, inaugurado en 2006, en la casa que planificó Le Corbusier: desde aquí puede iniciarse una ruta en la que sobresale el bloque de viviendas, recorrido por amplios ventanales rectangulares, diseñado por Van der Rohe: un cuadrángulo claro que contrasta con la oscuridad de otras edificaciones del arquitecto.

Destacan también las cinco casas adosadas de J. J. P. Oud: su juego de líneas horizontales y verticales evoca imágenes de cajas o piezas de una construcción infantil dispuesta con una económica regularidad que transmite limpieza, orden y equilibrio. La luz, la belleza y el aprovechamiento del espacio reflejan un modo racionalista de concebir la arquitectura y de democratizar el confort. Lo tradicional y lo vanguardista, lo ético y lo estético de las artes, y muy especialmente de las artes útiles, se amalgaman en los edificios y en la concepción de los espacios públicos del Weissenhof.

La casa planeada por Hans Scharoun hace algunas concesiones a la línea curva, al movimiento, pero ajustándose al principio de que toda forma ha de tener un significado, una utilidad. El menos es más y la verdadera dimensión del funcionalismo se hacen visibles en el interior de la vivienda diseñada por Le Corbusier: en realidad se trata de dos casas aparejadas en las que las amplias habitaciones, al mismo tiempo concebidas como salas de estar, contrastan con lo angosto de los espacios de paso, los pasillos, los huecos de escalera y los aseos. Nada se desaprovecha en un interior orientado hacia una luminosa vista de Stuttgart que también se disfruta desde el jardín de la azotea. La experiencia de pasear por el Weissenhof es poner los pies en el suelo, en la base, de una utopía urbanística que se materializó en la realidad. Un ejemplo y un horizonte.

Consulta la Guía de Alemania en El Viajero

» Marta Sanz es autora de la novela Lección de anatomía (RBA)

Las posibilidades turísticas de esta ciudad del sur de Alemania son casi infinitas: ópera, jardines botánicos, el museo Mercedes Benz, verdes alrededores de bosque y viñedos, o pasear por su fascinante mercado tradicional cubierto, levantado en 1914 y declarado Patrimonio Nacional.Vídeo: CNALA VIAJAR
Imposible aburrirse en Stuttgart. Sus posibilidades para los amantes de las compras, la cerveza, los tratamientos y baños termales, una buena cena suava o la fiesta nocturna, no regresarán defraudados de su estancia en esta ciudad del sur de Alemania.Vídeo: CANAL VIAJAR

Guía

Cómo ir» Germanwings (www.germanwings.com;916 25 97 04) tiene vuelos directos Madrid-Stuttgart desde 146,39 euros, todo incluido. De Barcelona, a partir de 131,39.Visitas» Kunstmuseum (www.kunstmuseum-stuttgart.de; 0049 71 12 16 21 88). Kleiner Schlossplatz, 1. De 10.00 a 18.00 (miércoles y viernes hasta las 21.00). Lunes cerrado. Entrada, 5 euros.» Museo Mercedes(www.museum-mercedes-benz.com; 0049 71 11 73 00 00). Mercedesstrasse, 100. De 10.00 a 18.00. Lunes cerrado. Entrada, 8 euros.» Staatsgalerie (www.staatsgalerie.de; 0049 711 47 04 00). Konrad Adenauer Strasse, 30-32. De 10.00 a 18.00 (domingos, hasta las 21.00). Lunes cerrado. Entrada, 4,50.» Museo Weissenhof (www.weissenhof.de; 0049 71 12 57 91 87). Rathenaustrasse, 1-3. De 11.00 a 18.00 (jueves, hasta las 20.00). Lunes cerrado. Entrada, 4 euros.

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Sobre la firma

Marta Sanz
Es escritora. Desde 1995, fecha de publicación de 'El frío', ha escrito narrativa, poesía y ensayo, y obtenido numerosos premios. Actualmente publica con la editorial Anagrama. Sus dos últimos títulos son 'pequeñas mujeres rojas' y 'Parte de mí'. Colabora con EL PAÍS, Hoy por hoy y da clase en la Escuela de escritores de Madrid.

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