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Reportaje:24 HORAS EN... SAN PETERSBURGO

Luminoso verano ruso

Construida sobre marismas en los afluentes del Neva, el Ermitage y su extraordinaria colección de pintura es el principal aliciente de una ciudad de teatros, palacios y una herencia cultural única

Estamos celebrando el Año Rusia-España, o viceversa. Con intercambios culturales y aumento recíproco de turistas. La ventana de Rusia con Europa es San Petersburgo. Una ciudad singular, joven, con poco más de 300 años; la fundó Pedro I en 1703 sobre ciénagas y marismas, en la desembocadura del río Neva, para proteger su imperio de los suecos. Pero hay quien dice que el auténtico inventor de Petersburgo fue Pushkin, escritor de la siguiente generación. Podría replicarse que ni Pushkin, ni Gogol, sino Dostoievski. En realidad, esta ciudad fue nido de la inteligentzia rusa; no solo ha cobijado a escritores, también a músicos de la talla de Rimski-Kórsakov, Prokófiev o Shostakóvich. De aquí salieron los ballets rusos de Diaguilev, Nijinski y la Paulova, los pintores suprematistas Malévich o Tatlin; hasta Putin y Medvedev son de aquí y tienen casa en el municipio. Aparte de cenáculo cultural, Peter (así la llaman) es sobre todo un escenario histórico: Lenin dirigió la revolución rusa desde el monasterio Smolni, y la ciudad pasó a llamarse Leningrado; tal era su nombre cuando sufrió el asedio, en la Segunda Guerra Mundial, que le hizo perder 800.000 vecinos, la mitad de su censo a la sazón. Ahora San Petersburgo (rebautizada) se acerca a los cinco millones de almas, cuyos respectivos cuerpos sufren atascos de tráfico infernales. Todo el casco histórico es patrimonio de la Unesco, y eso plantea algunas aporías: ¿quedará como un mero decorado?, ¿será ventana, o también puente con Europa?, ¿se hundirá en la ciénaga primordial, como quiere la leyenda, este cúmulo de belleza prometeica?

Más información
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9.00 La ciudad anfibia

Lo mejor es empezar por el principio, o sea, la fortaleza de Pedro y Pablo (1). El germen de Petersburgo, una isla acorazada. Dentro del recinto se visita la iglesia (donde reposan ya los huesos del último zar y su familia, fusilados en Siberia) y varios museos. Pero sobre todo es el mejor balcón sobre esta ciudad anfibia que, además de los brazos del Neva, está entretejida por más de 60 ríos y canales y 42 islas, trabadas con más de 400 puentes, 22 de ellos levadizos. Desde los muelles de la fortaleza, además de barrigas en verano y hombres-morsa en invierno, se cierne el mejor skyline, los edificios más nobles asomados al agua: el palacio de Invierno, el Almirantazgo, la cúpula de San Isaac, la Bolsa, la Aduana, las columnas rostrales, la Kunstkamera. Momento también de planear las siguientes visitas; para ello puede ayudar una guía del ocio en inglés (st_petersburg.inyourpocket.com) que ofrecen gratis hoteles o el reciente centro de información turística (2) (en Ulitsa Zadovaya). Para moverse, lo mejor es el metro (25 rublos el viaje: 0,60 euros, los nombres de estación aparecen también en caracteres latinos).

11.00 Un museo que no se acaba

"No me atrevería a decir que es el primero, pero segundo, desde luego, no es"; palabras del director del Ermitage - C que nos animan a acudir a ese complejo formado por el palacio de Invierno y cuatro edificios anexos. Los más optimistas calculan que dedicando un solo minuto a cada uno de los objetos de sus fondos se necesitarían ¡once años! Por si fuera poco, nuestro Museo del Prado expone ahora 66 de sus obras maestras. El mero estuche (los palacios imperiales) deja boquiabierto. En el tique se indica la hora de acceso. Hay otros 50 museos en la ciudad, algunos irresistibles para fetichistas: por ejemplo, la casa de Pushkin (4), o una de Dostoievski (cambió veinte veces de domicilio), o la de Rimski-Korsakov (quien compuso aquí 11 de sus 15 óperas). No se extrañe si en taquilla, aunque figure un precio, le cobran seis o veinte veces más: los extranjeros tienen ese privilegio.

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13.00 Una calle de cinco kilómetros

Tiempo de callejear y comer algo. O sea, de entregarse a la calle mayor: Nevski Prospekt (5), la avenida de Nevski (que una imaginativa traducción y la costumbre llaman "perspectiva Nevski"). Allí hay de todo, desde un museo de cera o del chocolate hasta el soberbio Museo de Arte Ruso (6), de la laura (monasterio) de Alexander Nevski a las catedrales de la Sangre Derramada (gran pastiche), Nuestra Señora de Kazán (remedo vaticano) o San Isaac (una joya) (7); teatros, tiendas, cafés, pintores callejeros, carteristas, damas y caballeros en traje de época (posan para la foto por unos rublos, aquí no hay mimos)... Si se quiere comer algo sin perder mucho tiempo, hay cadenas como Eurasia (el sushi hace furor) o Stolle (genuinos blinis o pasteles rusos) en esta y otras arterias del centro.

15.00 Excursiones exprés

Los parques urbanos donde hacer la digestión son de imperial envergadura. Además, algunos voceros ofrecen excursiones exprés a los "reales sitios" más próximos, Peterhof y Zarskoye Zelo (si bien cada uno de esos lugares exige consumir el día entero). Peterhof (8) deslumbra sobre todo por sus jardines y fuentes versallescas. El palacio de Zarskoye Zelo - I ("aldea imperial"), debido sobre todo a Catalina la Grande, tiene mayor interés artístico; se llama también Pushkin porque el escritor (que murió en duelo a los 36 años) habitó un pabellón adjunto, ahora de uso académico.

19.00 La hora de las musas

Mientras muchos hoteles celebran su happy hour, los teatros encienden sus candilejas. Hay unos 25 (el más pomposo, el Alejandrinski (10), asomado a Nevski Prospekt). Pero hablan ruso, así que para muchos visitantes las opciones se reducen. Las dos principales: el teatro Mariinski - K, llamado Kirov en época soviética (MAT), y el Mijailovski (MIT) (12), ambos con programas casi diarios de ópera o ballet, y un tanto ajados, viviendo de las rentas.

22.00 Las noches blancas

Serán blancas en verano, pero ni en verano ni en invierno son tan inocentes y "soñadoras" como las describió Dostoievski (y las filmó Visconti). Al contrario, las noches peterburguesas son bastante ruidosas -y un punto perversas-. La zona de moda en estos momentos es la Ulitsa Zadovaya (13) (calle de los Jardines), donde están algunos restaurantes (Zar, Bakú) y clubes (Beiemot, 7 Rooms). No quedan lejos otros lugares imprescindibles para la juventud dorada y los coches de lujo en doble o triple fila: XXXX (Sovetskaya, 34), Dacha (Dumskaya, 9), Central Station (Lomonosova, 1). Una manera peculiar (que ya es rito) de cerrar la noche es asistir al cierre de los puentes levadizos; pero ojo: hay que apostarse en el lado correcto, so pena de quedar aislados y pasar la noche en blanco... hasta que vuelvan a poner literalmente las aceras.

Jóvenes en el Museo del Ermitage, publicidad en la avenida de Nevski y un céntrico café de San Petersburgo.
Jóvenes en el Museo del Ermitage, publicidad en la avenida de Nevski y un céntrico café de San Petersburgo.C. P.

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