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Crítica:DORMIR
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Austeridad junto a los Arribes del Duero

POUSADA SÃO BARTOLOMEU, en la imponente ciudadela de Bragança

Puede que no sea la pousada más espectacular de Portugal, pero su emplazamiento adyacente a la frontera española y al parque natural de los Arribes del Duero la hacen un bocado apetitoso para los fines de semana de los zamoranos y los gallegos. Bragança es una imponente ciudadela rodeada por 18 torreones que esconde un castillo medieval, una catedral, una picota gótica y la curiosa Domus Municipalis, de origen romano, que albergó el primer ayuntamiento en el país vecino. Separada por el hilo profundo del Fervença, la pousada encuentra acomodo en la ladera opuesta a la ciudad, junto a la pequeña ermita de São Bartolomeu, por lo que las vistas desde la terraza se suponen subyugantes. El edificio en sí no tiene mayor interés que su medio siglo de historia y las sucesivas transformaciones que ha sufrido, bajo cuya fachada sigue constituyendo un atractivo visual -más que utilitario- la piscina semiesférica de baldosas que se confunde con la arboleda de la sierra de Montesinho.

POUSADA SÃO BARTOLOMEU

PUNTUACIÓN: 6

Categoría: 4 estrellas. Dirección: Estrada do Turismo. Bragança (Portugal). Teléfono: 00 35 12 73 33 14 93. Fax: +35 12 73 32 34 53. Reservas: 00 35 12 18 44 20 01 (Pousadas de Portugal). Internet: www.pousadas.pt. Instalaciones: jardín, piscina, salón con chimenea, bar, comedor. Habitaciones: 28 dobles, con baño, calefacción, aire acondicionado, TV satélite, wi-fi, minibar, secador de pelo, albornoz. Servicios: una habitación adaptada para discapacitados, no admite perros. Precios: desde 85 euros + 7% IVA, desayuno incluido. Existe una promoción: desde 30 euros por persona de domingo a jueves y 48 euros en fines de semana en estancia de dos noches. Tarjetas de crédito: American Express, MasterCard, Visa.

Chimenea, haces y gavillas

El interior reserva un paisaje amanerado por su obsesiva rusticidad, donde no faltan los inefables perolos de haces y gavillas frente a una chimenea que arde igual en invierno que en verano, por crear ambiente... El personal, muy amable, vela porque el fuego permanezca siembre encendido y cariñoso. Mejor tono adquieren las zonas de tránsito y el salón mirador, abrigados entre paredes de aplacado y techos de madera listada. El mobiliario parece ya caduco, y las alfombras, gastadas. Algo más funcional en su decoración, el comedor recibe buena luz desde los ventanales. Queda pendiente una renovación conceptual de la cocina a fin de adaptarla a las nuevas corrientes: menos es más. Lo que se cumple sin tacha en el desayuno, abundante y florido.

Distribuidas en cinco plantas, las habitaciones expresan con pulcritud la austeridad de la pousada, que cede todo el protagonismo al bosque de alrededor a través de sus terrazas. Apenas las decoran una alfombra de motivos abstractos y un detalle floral de plástico sobre la mesa de trabajo. El colchón es duro en exceso, y la almohada, pequeña, incómoda. En los cuartos de baño, la vista se pierde en una encimera de mármol blanco con un único lavabo y dos frasquitos en el canasto cosmético.

Entre todas las habitaciones destaca por su amplitud la 414, que envuelve al durmiente en un cálido retablo de madera de haya, abierto al exterior mediante una gran cristalera. No todas reciben esa explosión matinal de luz y color, pero sí miran con resolución a la ciudad medieval, iluminada de noche desde el palacio de los duques hasta su cinturón de murallas.

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A la izquierda,  comedor de la <i>pousada</i> con vistas a la ciudad de Bragança, iluminada de noche. A la derecha, entrada principal al recinto.
A la izquierda, comedor de la pousada con vistas a la ciudad de Bragança, iluminada de noche. A la derecha, entrada principal al recinto.

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