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Reportaje:FIN DE SEMANA

El convento que quiso Buñuel

Marcada por el sincretismo, La Alberca presume de almas errantes, fuentes mágicas y el cenobio de Las Batuecas por el que el cineasta ofreció 200.000 pesetas

Marta Sanz

Desde Salamanca se llega a La Alberca, en el parque natural de Las Batuecas, tomando la autovía de Castilla en dirección a Portugal. Se sale por el desvío de Fuente de San Esteban hacia Tamames. Existe la posibilidad de alambicar y hermosear el trayecto yendo hasta Sancti Spiritus, Morasverdes y El Maíllo; antes de llegar a La Alberca, aparece la indicación hacia la Peña de Francia, desde donde se contempla una panorámica impresionante. Nos empeñamos en subir a los altos para disfrutar de los paisajes, y, a veces, mirar desde el suelo hacia arriba es toda una experiencia.

Desde abajo, el acceso a La Alberca es un entramado de castaños anárquicos y bailones que luego crujirán en las estructuras de las casas del pueblo, una maraña de verdor y arroyos, contra la que se alza el muro amoratado de la Peña de Francia, sus manchas clorofílicas y sus rodelas grisáceas y lilas de piedra estéril. Propongo sustituir el ensoberbecido punto de vista de los escaladores y de las postales aéreas por el del hombre menguante que observa el detalle microscópico, el vértigo vertical de abajo arriba. Ahí justo descansa La Alberca, una miniatura mestiza, casi atemporal. Como casi todos nosotros y nuestras genealogías.

La Alberca es un enclave donde se anudan leyendas y se hace difícil discernir qué materiales corresponden a la realidad y cuáles a la ficción: cada atardecer, la Moza de Ánimas se apiada de las almas errantes; a las fuentes del pueblo se les asignan diferentes propiedades beneficiosas para la salud; en Las Batuecas se dice que habitan seres desnudos que hablan una lengua desconocida. Allí mismo se ubica el paraíso. Se cuenta que fue tal la fascinación de Buñuel por estos parajes, que estuvo a punto de comprar por 200.000 pesetas de las de entonces el convento de Las Batuecas para quedarse a vivir en medio de ese silencio fértil; también se dice que allí nadie lo hubiera encontrado después de la guerra y que el cineasta no hubiese tenido que exiliarse. Cineastas, literatos y pintores descubren entre los grafismos a veces incomprensibles de los mapas este lugar, hecho para ser escrito y pintado, fijado en el espacio y en el tiempo.

Geranios en los balcones

Pasear por las calles de La Alberca y disfrutar de sus plazas, la del Ayuntamiento y la de la iglesia (Solano), es sentir las punzadas del color de los geranios que adornan sus balcones. Colores rotundos y formas cimbreadas por el paso del tiempo; en las casas, de piedra, madera y adobe, siempre dos puertas: la grande, para acceder a la cuadra, y una más chica, para entrar a la vivienda. En el sobrao se cura el maíz con el humo que llega desde una cocina en la que nunca había chimenea. En el pueblo hay una casa museo para familiarizarse con un modelo arquitectónico que habla de una forma de vida.

La Alberca es una amalgama de razas, religiones, estados carenciales y épocas de abundancia que se proyectan en su fisonomía urbana y en sus tradiciones. Paseando por sus calles, por Tablao y La Puente, llaman la atención inscripciones y símbolos cristianos en los quicios y dinteles: son el gárrulo subrayado de la conversión de los judíos que, nunca creídos del todo por los inquisidores, cebaban un cerdo para entregárselo a la iglesia el día de San Antón. No podía existir mayor garantía de renuncia de la antigua fe y de respeto a los preceptos de la nueva.

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Los coloridos festejos -mantones de Manila, capas y manteos, rojo, morado, azafrán, rosa, morado, malva, índigo...- celebrados en torno al 15 de agosto también son una muestra de sincretismo entre la religión católica y otras creencias, otros atavismos, más difíciles de identificar: las mozas, después de danzar paloteando en una evocación de las luchas guerreras, tejen y destejen las cintas de colores anudadas a un tirso cubierto de hortensias; se colocan las cintas en el costado y esa aproximación es una llamada a la fertilidad, una reminiscencia del céltico árbol de la vida; el traje de vistas es en realidad un traje de novia de influencia árabe: la mujer se cubre la cabeza e incluso parte de la cara, y luce un vestido que puede llegar a pesar 30 kilos y en el que cada dije, cada colgante, cada adorno significa una cosa y no otra.

La Alberca es hoy un lugar privilegiado del mundo y, sin embargo, quedan huellas de lo que fue una manera de vivir no sólo humilde, sino abiertamente pobre: en los menús de los restaurantes, las patatas meneás, al lado del ciervo relleno de Brie o de los boletus, constituyen hoy un manjar que, no hace tanto tiempo, era la base alimenticia, el desayuno, la comida y la cena de los albercanos. Hoy, las calles huelen a flores, a miel y al aroma profundo que brota del interior de las tiendas de embutidos y chacinas llamando al viajero como el polen a las abejas.

» Marta Sanz es autora de la novela Lección de anatomía (RBA, 2008)

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Plaza mayor del pueblo salmantino de La Alberca, donde destacan la piedra de granito, los soportales y la madera de las balconadas llenas de flores.
Plaza mayor del pueblo salmantino de La Alberca, donde destacan la piedra de granito, los soportales y la madera de las balconadas llenas de flores.ISAAC F. CALVO
Un paseo por la localidad salmantina de La Alberca, la sierra sur de Salamanca, la Peña de Francia y recóndito valle de Las Batuecas.Vídeo: CANAL VIAJAR

Guía

Dormir

» Hotel Doña Teresa

(www.hoteldeteresa.com; 923 41 53 08/09) Carretera Mogarraz, s/n. Hotel de cuatro estrellas cuyo estupendo restaurante sirve platos típicos de la zona. La doble, desde 80 euros.

» Hotel Antiguas Eras

(www.antiguaseras.com; 923 41 51 13). Avenida Batuecas, 29. La doble, desde 65 euros más IVA.

Comer

» El Mesón de Mari Luz

(923 41 53 07). Tablao, 45. Cierra los viernes. 30 euros.

» Restaurante La Fuente

(923 41 53 99). Tablao, 8. Cierra los martes. 20 euros.

Información

» Oficina de turismo de La Alberca (www.laalberca.com; 923 41 52 91).

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Sobre la firma

Marta Sanz
Es escritora. Desde 1995, fecha de publicación de 'El frío', ha escrito narrativa, poesía y ensayo, y obtenido numerosos premios. Actualmente publica con la editorial Anagrama. Sus dos últimos títulos son 'pequeñas mujeres rojas' y 'Parte de mí'. Colabora con EL PAÍS, Hoy por hoy y da clase en la Escuela de escritores de Madrid.

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