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Crítica:DORMIR
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Detrás de la máscara metálica

HOTEL HOLOS, arquitectura sugerente para un nuevo hotel de Sevilla

En Sevilla tuvo que ser. Muy cerca del estadio del Betis. Donde el barrio de Heliópolis estiró el mantel para celebrar la Exposición Universal de 1929 con sus parques, sus avenidas y su retícula burguesa de palacetes y chalecitos cortijeros, alejados del tórrido entorno de la Giralda. Allí se trasladó a vivir la ejecutiva madrileña Carmen Ortega Sastre, consciente de que la capital andaluza merecía una cita con la contemporaneidad. Comenzó así su aventura por el todo -holos, en griego- desde una confianza ciega en el estudio de arquitectura MGM (José Morales, Sara de Giles y Juan González Mariscal). Y, aunque el resultado es ya objeto de reportajes en revistas de diseño, la propietaria no ceja en el empeño de traspasar con su hotelito los límites de la obra inteligible, el discreto encanto de lo doméstico.

HOTEL HOLOS

Categoría: 3 estrellas. Dirección: Uruguay, 8. Sevilla. Teléfono: 954 29 60 69. Fax: 954 23 19 57. Central de reservas: 902 10 38 92 (Rusticae). Web: www.hotelholos.com. Instalaciones: jardín, sala de convenciones (15 personas), comedor. Habitaciones: 1 individual, 6 dobles; con calefacción, aire acondicionado, teléfono, TV satélite, secador, albornoz. Servicios: algunas adaptadas para discapacitados, no admite animales. Precios: desde 120 euros + 7% IVA la doble; desayuno incluido. Tarjetas: American Express, Diners Club, Eurocard, MasterCard, Visa, 6000.

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Salta a la vista que éste, con siete habitaciones y una pérgola acristalada de comedor, es un hotel único en Sevilla. Fiel a los postulados de Le Corbusier, el exterior de la antigua mansión ha sido porticado por una promenade de lamas de aluminio anodizado, muy sugerente para caminar y también para residir al frescor de sus penumbras rayadas. De hecho, en esa umbría de geometría fractal se sirven unos desayunos a la carta que concitan los mimos de Ortega y su pequeña brigada. Un parterre de cantos rodados blancos refuerza la atmósfera zen que se respira.

Esa inteligente transgresión del orden arquitectónico regionalista que identifica al barrio se vuelve timorata en la adaptación interior del edificio. No ha habido arrestos por parte de MGM para inventarse otra manera de disfrutar del hotel. Salvo la caja de la escalera, toda en chapa remachada, el hogar de la recepción y de las habitaciones sigue la ley del mínimo riesgo: decoración minimalista, muy cuidada; revestimientos de abedul y haya en las paredes y los suelos, mobiliario de firma, colchones apetecibles y lencería blanca, todo previsto como para no incordiar. El monitor de televisión interfiere, sin embargo, en la serenidad del dormitorio.

Entra luz a raudales, sí, pero a ratos intempestiva, violenta o débil a causa de una inadecuada orientación de las ventanas. Escaleras arriba espera una agradable terraza con tumbonas asomada a los minaretes residenciales de Heliópolis. Al anochecer, cuando la luna sevillana transita sobre las palmeras del parque María Luisa y los chiringuitos de la avenida recobran su bullanga, esta atalaya se vuelve un edén para el piscolabis y la litúrgica tertulia con la señora Ortega.

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El paseo cubierto de láminas de aluminio que rodea el hotel Holos y una de las habitaciones del hotel sevillano.
El paseo cubierto de láminas de aluminio que rodea el hotel Holos y una de las habitaciones del hotel sevillano.FERNANDO GALLARDO

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