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Reportaje:RUTAS URBANAS

Un foro de colores y sabores

Visita en Logroño al mercado de San Blas y al barrio del chiquiteo

La zona más bulliciosa del casco antiguo de Logroño es un entramado de calles sin tráfico donde todavía funcionan encantadores comercios tradicionales y se suceden bares donde practicar el chiquiteo, una actividad imprescindible en una tierra que se identifica con el vino y los productos de huerta del valle del Ebro. Por eso, cuando uno se detiene en la plaza de abastos siente que el hermoso mercado de San Blas aloja el alma de la ciudad.

El edificio fue proyectado en 1928 por uno los arquitectos esenciales de Logroño, Fermín Álamo. La fachada principal, en la calle de Sagasta, tiene dos torreones que flanquean un gran ventanal en arco adornado con ladrillos rojos. En las cuatro fachadas aparecen relieves alusivos a la función del edificio, explica Gracia Íñigo, del estudio DGN Arquitectos, encargados de un proyecto de reforma.

Cuando abre sus puertas, la plaza de abastos se agita. El placer de comprar unas verduras que acaban de ser cortadas en la huerta se une al de poder charlar mientras se eligen en un espacio luminoso. El interior del edificio, con grandes ventanales y delicados pórticos de hormigón armado, facilita el paseo ante los puestos donde se exhiben productos que despiertan los sentidos. Una mañana en el mercado puede terminar con un aperitivo en las angostas calles de la ruta de los vinos, en torno a la plaza de abastos.

Fermín Álamo es autor de otras obras de Logroño, como el edificio de viviendas del número 23 de la vecina calle de Portales, con balcones de cemento y hierro que recuerdan a Gaudí. Álamo se había formado en la Escuela de Arquitectura de Barcelona en los primeros años del sigo XX, una época marcada por el modernismo en Cataluña. Sin embargo, cuando le encargaron el mercado de San Blas, su trayectoria evolucionaba hacia otras corrientes arquitectónicas rompedoras que venían de Europa, donde había surgido una generación de arquitectos racionalistas: Walter Gropius, Mies van der Rohe y Le Corbusier. El mercado de San Blas es una muestra del momento de transición del autor, que lo proyecta con un estilo ecléctico que se inclinaba hacia el racionalismo de la última etapa de su carrera, antes de morir prematuramente en el hundimiento de una nave del aeródromo de Agoncillo, mientras realizaba una visita de inspección tras un incendio.

El perímetro del mercado está rodeado de calles peatonales. Muy cerca, la calle del Laurel es un clásico del chiquiteo. La llaman la senda de los elefantes, porque si te descuidas acabas trompa. El recorrido sigue por la calle de San Juan, angosta y atiborrada de bares donde los vinos se acompañan de pinchos; por ejemplo, setas a la plancha, montados de jamón, pinchos morunos, patatas bravas... Tras un paseo por la elegante calle de Portales, con una arcada de soportales y comercios, descanso en la plaza presidida por la concatedral de la Redonda, llena de terrazas cuando el tiempo es suave.

El mercado de San Blas en Logroño, edificio de 1928 con delicados arcos, obra del arquitecto Fermín Álamo.
El mercado de San Blas en Logroño, edificio de 1928 con delicados arcos, obra del arquitecto Fermín Álamo.ÓSCAR REINARES

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Mapa para vinos y tapas- Calle de San Juan: La Cueva ofrece una suculenta especialidad, los pinchos de champiñón; La Travesía, especialidad en tortillas; Vinissimo, para degustar los afamados caldos de La Rioja.- Calle del Laurel: Blanco y Negro, especialidad en anchoas; El Soldado de Tudelilla, ensalada de tomatey bocadillos de jamón.- Calle del Once de Junio: Noche y Día, excelente diseño, abierto a todas horas

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