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Reportaje:

Un día fuera de casa, en Bélgica, por 45 euros

Diario de un vuelo de Girona a Charleroi en una compañía aérea de bajo coste

Catorce días antes supe con certeza que el martes de carnaval, 8 de febrero, iba a sentirme indispuesto. Indisposición transistoria con el trabajo y con la familia. Un día para huir del mundo y regresar a él. Ryanair tenía planes baratos para cualquiera que quisiera irse a por tabaco.

Ryanair.com echa chispas: London-Standset, a 0,01 euros desde Reus. Lo de Standset tiene morbo, pero hasta el día siguiente no hay vuelo de vuelta. Descartado. Desde Girona, Bournemouth suena nostálgico, a cursos de verano, a inglés con acento italiano. 4,99 la ida; 0,99 la vuelta, con media hora en tierra. Perfecto, un café, expresso please, y a casa. Pero Ryanair no deja embarcar con menos de 40 minutos de antelación. Tachado. Alemania, por las nubes. De Reus a Niederrhein, por 129,99. ¡Qué tendrá Niederrhein! Lo más módico es Karlsruhe, a 19,99. Hay que soñar en voz alta, con un sugerente: ¡querida mía, huyamos a Karlsruhe!

En los viajes baratos, la compra de última hora es la cara. Una vez más, lo contrario que en los vuelos regulares. Cuanto antes se reserve, más barato, y lo más alejado a las épocas vacacionales
Los vuelos baratos son el turismo al revés, primero se compra el destino y luego se explora qué hay allí. Primero, el tique; luego, el mapa
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La escapada será a Charleroi, que suena bien. Ida, a las 8.35 horas, 2,49 euros; Vuelta, a las 18.50, 12,49. CasiTotal: 15,48. Tasas: 24,35. Pago por tarjeta (no se puede pagar de otra forma): 5 eurazos, 5, aunque juran que con la tarjeta de débito son 0,60: "Incluso con estas pequeñas comisiones nuestras tarifas siguen siendo el mejor valor para su dinero". TotalTotal: 44,83.

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7.30

Aeropuerto de Girona. Será la mañana lluviosa, o no, pero hay un look de estación de autobús. La misma luz macilenta, el mismo olor, la misma gente. Afortunadamente, los precios del bar también tiran más hacia autopista que hacia aeropuerto. Por 2,75, café y bollería. La facturación apenas se demora unos segundos. ¿Por qué es tan lenta la facturación en un vuelo regular? La sala de espera es como un hangar vacío forrado de mármol. Unos chavales se permiten jugar al fútbol en los amplios espacios. Las opciones para gastar se resumen en los básicos de Aldeasa, un garito abandonado para apadrinar chimpancés y una hucha de Amnistía Internacional. El aeropuerto ha pasado de 0 a 20 vuelos diarios, de unos miles de veraneantes a casi tres millones de viajeros, gracias a los vuelos baratos, los low fares. El viajero eventual ha llegado antes que la oferta comercial. Ni bancos, ni farmacias, ni un maldito periódico que comprar. Si algún alemán, italiano o belga quiere llevarse un recuerdo de España, Cataluña o el Gironés, lo más aproximado es una botella de sangría con forma de torero. En las paredes no cuelgan cuadros, ni publicidad, ni pósters turísticos. ¡Por favor, que llamen para Charleroi!

Por colores, el pasaje a Francfort viste más negro que el paquete destino Roma. El vuelobús a Charleroi, mitad y mitad. Hay mucha cara de aburrimiento y mucho silencio. El ambiente es más de vendimia que de playa. Nadie mira un mapa o una guía turística. El silencio lo rompen los altavoces: "El aeropuerto recuerda que el realdecretounonuevedosbarraochoocho establece la prohibición de fumar salvo en la zona delimitada para ello". El real decreto se repite en catalán, inglés, alemán y francés. Qué afición al real decreto. ¿No es más sencillo decir: "Se recuerda que está prohibido fumar"? Se desobedecería igual.

8.35

Despegue. Increíble. Despegamos puntualmente. Tres cuartos de entrada. No hay primera clase. Todos somos iguales. Están vacíos los bolsillos de los asientos. No hay revistas, ni instrucciones de seguridad ni bolsita para vomitar. Las instrucciones de socorro van pegadas al respaldo. Tres azafatas jóvenes se encargan de repartir la revista de Ryanair a quien la quiera. Buena idea. Una de ellas ofrece pizzas a 4 euros, cervezas a 4, sándwich a 3,50, entre otras fruslerías. La atractiva tentación se llama snack pack y cuesta 5 euros, el doble que el vuelo. Consiste en dos caramelos, dos minibolsitas de galletitas (no sobra ningún diminutivo), porción de la Vaca que Ríe y otra de paté de las Ardenas, con "servilleta dark blue y cuchillo de plástico". Terrible. Ni la servilleta es azul oscura. Nadie más ha picado en todo el avión. El siguiente pase es una rifa. Por dos euros rascas un cartón y te toca un Mégane, o dos. Prefiero no correr riesgos, seguro que me cobrarían el traslado del coche a casa. Cuarto pase de la azafata para ofrecer colonias Armani y reproductores MP3. Los avisos son sólo en inglés, aunque no parece que haya ninguno. Nada en catalán, pese a las subvenciones que dan a Ryanair la Generalitat, la Diputación de Girona y su Cámara de Comercio. Si utilizaran más idiomas, venderían más: colonia Lacoste, 35 euros. Champaña Pommery, 14, y cosas así.

La curiosidad pica durante todo el vuelo: "Perdonad, a vosotros, ¿cuánto os ha costado el viaje?".

-¿Todo?, 80 euros.

¡Bien! Más que mis 44,83. Confirmémoslo.

-¿Ida y vuelta?

Pep, que va con un grupo de gerundenses, se estira más:

-Todo, todo, de Girona a Charleroi y de allí a Estocolmo. Ida y vuelta. Somos aficionados al motor y nos vamos al Rally de Suecia.

La cara de primo sólo cambia con el aviso de la azafata. "Abróchense los cinturones. Vamos a aterrizar en Charleroi con 10 minutos de adelanto sobre el horario previsto". Asombroso. Todo es asombroso.

10.25

Aterrizaje en Charleroi. A 60 kilómetros está Bruselas. El autobús cuesta 10,50 euros, cuatro veces más que mi vuelo, y mejor no acordarse del de Pep. Me quedan siete horas para regresar a Girona. Tiempo para una cerveza en la Grand Place de Bruselas y una visita a mis amigos, pero estarán ocupados escribiendo algo de la UE. Por cierto, viva la UE que me deja viajar sin pasaporte. Viva la UE, con su moneda única. Viva la UE, que subvenciona aeropuertos olvidados, como los de Valladolid, Murcia, Zaragoza o Girona. Pasemos de Bruselas, pasemos de Carlosrey, que a 20 kilómetros la pequeña ciudad de Binche celebra su Mardi Gras, martes de carnaval declarado patrimonio de la humanidad.

10.50

Binche. Por 120 euros, tropecientas veces más que el billete..., el taxista me suelta en este pueblo con concisas instrucciones: "Ici, 16.30". Soy un extraterrestre. El único sobrio, el único que desayunó tres países más allá. El suelo de Binche es una alfombra de confetis. Los bares retumban con la música que sea y con el persistente clocar de zapatos de madera. Los hombres de las distintas sociedades carnavalescas van vestidos de rojo, amarillo y marrón, cargados de campanillas y de jorobas de trapo, con unas vendas blancas alrededor de la cabeza. Detrás de cada Gille, vaya donde vaya, siempre le escolta un hombre y su tamboril, y el Gille caminado al ritmo con sus zuecos. Cuando se juntan todos los Gilles de la sociedad, se colocan la máscara y bailan en círculo, casi a ciegas, acompañados de los machacones compases de tambores y trompetas. El día es radiante. Poco a poco, Los Recalcitrantes, Los Pierrots, Los Incas y todas las comparsas se recluyen en su sede social para comer con las familias, a las que no reconocieron durante la noche, y preparar el gran desfile de Mardi Gras. En las calles, por cinco euros ofrecen pitas con carne, col y mayonesa y vino caliente. El bocata, bien. El vino es como sangría, pero como aquí hace frío, en lugar de poner hielo lo calientan. Así, con un par de vasos se pierde el norte.

Un cohete anuncia el gran cortejo. Los participantes adornan sus cabezas con enormes sombreros de plumas de avestruz. En una mano llevan una cestita con naranjas, que van lanzando al público. Detrás marcha la ayuda de cámara que les repone la cesta (cada Gille lanza una media de 25 kilos de naranjas) y les quita el gorro para que descansen de sus 3,5 kilos de peso. Niños arlequines y niñas hadas reparten naranjazos con desigual puntería. El olor de naranjas reventadas impregna la fiesta. ¡Cielos!, "ici, 16.30". Monsieur taxista espera. Nos vamos a Charleroi.

17.00

Llegada a Charleroi. Las praderas verdes se rompen con algunas montañas negras, minas de carbón a cielo abierto que ni así se arranca. Paisajes abandonados, con chopos que empiezan a crecer entre la turba. Químicas y otras fábricas rodean al aeropuerto. Por fin una librería. El periódico cuesta dos euros, o sea, casi como el bill... Esto de las tarifas baratas se ha convertido en una obsesión. Casi una unidad monetaria. Los céntimos que no servían para nada ahora equivalen a un vuelo a Turín, Blackpool o Katovice. Falta una hora para salir y se dispara la curiosidad insana que el depredador siempre lleva dentro.

-Señorita, ¿tiene billetes para el vuelo a Girona de ahora mismo?

-¿Tenía reserva?

-No.

-¿Cuántos quiere?

-Uno, pero necesito antes saber su precio.

-182 euros.

¡Bien! 172 euros más caro que el billete de venida... En los viajes baratos, la compra de última hora es la cara. Una vez más, lo contrario que en los vuelos regulares, ¿regulares? Cuanto antes se reserve, más barato, y para martes o miércoles, y lo más alejados a las épocas vacacionales.

"Pasajeros con destino a Girona, embarquen por la puerta 2". En realidad, no se embarca, se anda. Es un gustazo llegar caminando hasta el avión en estos aeropuertos.

18.50

Vuelo a Girona. No está ninguno de los pasajeros de la mañana. También la ocupación es alta, un 70%. Más gente joven que en la mañana. Comienza el desfile de ofertas. Por 7 euros te dejan un DVD portátil para ver una película. Se repite el triunfo de la rifa rascarrasca. Los asientos de delante se agitan con fruición. Si son baches, sólo ocurre ahí. Veamos:

-Perdón, es que estoy haciendo una encuesta sobre el precio de los billetes. ¿Me podrías decir por cuánto os han salido?

-Ella sabe más, es una asidua -dice él.

-En cuanto veo una oferta de un céntimo la cojo. Ida y vuelta, más hotel, nos ha costado a los dos 55 euros, pero la cogí en diciembre. Otras veces me he ido a Ibiza por 30 euros, a Amsterdam y a más sitios que ni me acuerdo. Siempre que puedo y que me lo permiten los estudios, las aprovecho.

-¿Os puedo hacer una foto?

-¡Uf!, mejor que no.

-¿Y los nombres?

-Tampoco, tampoco.

Amor fou en low fares. A la derecha hay otros jóvenes. Estudiantes de Ingeniería industrial, que también llegaron a Girona desde Barcelona. "Se han acabado los exámenes y tenemos unos días libres", dice Ignacio. Son los campeones del vuelobús: cinco días por Bruselas, Gante y Brujas. Aviones Girona-Charleroi y vuelta, más las cinco noches de hotel o albergue, por... 76 euros, tasas incluidas. "Todo lo hacemos por Internet. El año pasado fuimos a Roma". Los vuelos baratos son el turismo al revés, primero se compra el destino y luego se explora qué hay allí. Primero el tique; luego, el mapa.

20.15

Aterrizaje en Girona. Otra vez con 10 minutos de adelanto. Hacía tiempo que no experimentaba dos despegues y aterrizajes puntuales con línea de vuelos regulares. Según las estadísticas, Ryanair es la primera compañía, entre otras cosas, por puntualidad. El 94% llega a la hora. En nuestro caso, el 100%.

El sonido de la llave en la cerradura atrae al perro, que me hace la ola. Al fondo se oyen los gritos de los niños, peleándose porque sí porque no. La tele va diciendo cosas que ayer ya sonaban a viejas. De la cocina sale un olorcillo a pimientos verdes fritos.

-Holaaaaa...

-¡Hombre!, buenas noches. Pareces contento. ¿Qué tal el trabajo?

-¡Ummmm! Bien, normal; ya sabes, lo de siempre. Qué bien huele.

Más de 17 millones de pasajeros viajaron en 2004 con las aerolíneas de bajo coste en los aeropuertos españoles, según AENA. En la fotografía, un avión de Ryanair en las pistas de Charleroi (Bélgica).
Más de 17 millones de pasajeros viajaron en 2004 con las aerolíneas de bajo coste en los aeropuertos españoles, según AENA. En la fotografía, un avión de Ryanair en las pistas de Charleroi (Bélgica).FRANÇOIS LENOIR
Turistas en el carnaval de Binche, en Bélgica, con los </i>Gilles,</i> los personajes característicos de la celebración, representados en la pared.
Turistas en el carnaval de Binche, en Bélgica, con los Gilles, los personajes característicos de la celebración, representados en la pared.JAVIER MARTÍN
El aeropuerto de Charleroi (en la fotografía, un panel informativo sobre las rutas de vuelos de bajo coste) dista unos 60 kilómetros de Bruselas.
El aeropuerto de Charleroi (en la fotografía, un panel informativo sobre las rutas de vuelos de bajo coste) dista unos 60 kilómetros de Bruselas.J. M.

GUÍA PRÁCTICA

Información básicaPoblación: Charleroi tiene alrededor de 200.000 habitantes; Binche, unos 32.000.- Prefijo telefónico: 00 32.El viaje- Ryanair (www.ryanair.com;807 22 02 20) ofrece vuelosa Charleroi (Bruselas) desdeel aeropuerto de Girona. A partirde 2,24 euros más tasas por trayecto. La compañía vuela además a otra veintena de destinos europeos desde Girona, y opera también desde otros aeropuertos españoles, como Murcia, Jerez y Almería. - Situación. Charleroi se encuentraa unos 60 kilómetros al sur de Bruselas. Binche dista 20 kilómetros por carretera de Charleroi.- Cómo moverse. Del aeropuerto sale el Airport Shuttle a la estación de tren de Charleroi y a Bruselas. Precio único: 10 euros el trayecto. Información: 71 35 33 15. Otro transporte público: autobús a Charleroi (71 23 41 11; www.tec-charleroi.be); trenes (71 60 22 94; www.sncb.be).Información- Oficina de turismo de Charleroi(71 86 61 52; www.charleroi.be).- Aeropuerto de Charleroi (www.charleroi-airport.com).- Oficina de turismo de Binche(64 33 67 27; www.binche.be).- Turismo de Bélgica (www.belgique-tourisme.net) y de Bruselas (www.bruxelles.irisnet.be).

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