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Entrevista:TROTAMUNDOS | ABRAHAM GARCÍA | COCINERO | FUERA DE RUTA

Empanadillas a bordo del tren de las Nubes

Dice que la mejor compañía para un viaje es la femenina. Mejor si son dos mujeres, "una a cada lado". El gran maestre del restaurante Viridiana abandonó unos días los fogones para subirse al tren de las Nubes. De Madrid al cielo argentino.

Juro que si me llega a invitar a subir con usted al tren de las Nubes, lo dejo todo.

Es un tren que va desde Salta, al norte de Argentina, hasta casi Antofagasta, en Chile. Sube por los Andes, con un sistema genial que hace que el tren bascule en los tramos más empinados.

Imagino que sentiría los efectos del mal de altura.

Sí, estábamos a 5.000 metros y nos agasajaban con infusiones de coca humeantes para evitar lo que elllos llaman el apunamiento. Aun así, mi pareja se mareó y apareció un tipo con una llave inglesa para abrir la botella de oxígeno.

¿El interior del tren era tan romántico como su nombre?

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Desde luego. Se trataba de un tren español de los años cuarenta, pero sin tricornios ni estraperlistas. Tampoco había tipos con teléfono móvil, sino gente de pueblo. Para comer te daban esas empanadillas tan especiadas, rellenas de huevo duro, carne y aceitunas negras.

Subió y subió. ¿Qué había al final?

Una llanura inmensa, sin lindes. Con plantas agrestes, alguna llama y alguna vicuña. Era una belleza descarnada y hostil. Pero lo más impresionante fueron esos niños que llegaron en tropel, mascando hojas de coca. ¿Sabe lo que nos pedían? Periódicos. Están tan lejos de la civilización que tienen necesidad de saber.

¿Hay que vacunarse para afrontar las miradas de niños pobres?

Creo que, como dijo Elías Canetti, hay que ser despiadado para ser buen viajero, pero confieso que esos niños harapientos me impresionaron muchísimo. Además nos ofrecieron piedras de colores y artesanías.

Además de poeta, ¿qué viajero es usted?

Tengo los ojos de los niños. Cuando viajo se me va achatando la nariz porque la pego al cristal como los peces a la pecera.

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