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Meditación en plena jungla tailandesa

El transformista Martin Kent se escapa ocasionalmente a meditar en monasterios budistas. Aquí nos cuenta sus experiencias en Tailandia y Camboya

El transformista Martin Kent.
El transformista Martin Kent.

Los domingos de diciembre, Martin Kent se convierte en 25 personajes distintos en su espectáculo El transformimo, en el teatro Maravillas de Madrid. Para contrarrestar la adrenalina que genera sobre las tablas, Kent se escapa ocasionalmente a meditar en monasterios budistas. Aquí nos cuenta una experiencia en Tailandia y otra en Camboya.

¿Tiene sus monasterios favoritos?

He visitado varios y he repetido en el de Wat Pa Tam Wua, al norte de Tailandia. Está en la jungla y se llega tras cuatro horas viajando por una carretera que es toda de curvas. Allí voy a hacer retiros de silencio.

Martin Kent durante uno de sus viajes al sudeste asiático.
Martin Kent durante uno de sus viajes al sudeste asiático.

¿Cuál es su rutina diaria al llegar?

Hago vida monacal con ellos. Nos levantamos a las cuatro de la madrugada para meditar. Después desayunamos y volvemos a meditar hasta las once. Comemos a las doce y, por la tarde, más meditación. Y antes de las ocho de la noche cenamos porque a esa hora nos vamos a dormir.

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¿Le encargan tareas?

Hago de todo: limpio, barro y cocino comida vegana. No usamos condimentos porque distraen al estómago y eso dificulta la meditación. El arroz con verduras es el menú básico en el monasterio. No emplean nada de procedencia animal porque los animales son sagrados para ellos.

¿Se ve fauna de la jungla por allí?

Hay muchas víboras y, a veces, se nos meten en los patios de meditación, que son como unas pagodas al aire libre. Los monjes no tocan ni a los mosquitos, que allí abundan, pero comprenden que los occidentales no podamos resistirnos a darles un palmetazo si nos pican.

Viajemos al otro monasterio.

Se llama Wat Svay y está en Camboya, muy cerca de los templos de Ang­kor Wat. Allí voy también a enseñar inglés a los monjes, pero no me alojo con ellos porque no hay sitio. Me quedo junto a la ciudad de Siem Reap, en unas cabañas cercanas a los templos y disfruto especialmente del amanecer en el templo de Bayon. Allí hago una vida un poco más convencional. De hecho, alguna vez hasta me como una pizza, pero siempre vegana.

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