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Aire libre

A la reserva natural, en metro

A solo 20 kilómetros del centro de Madrid aguarda el parque regional del Sureste, un espacio protegido para descubrir en bici o a pie

Allá donde se cruzan los caminos / Donde el mar no se puede concebir…”. Así comienza Pongamos que hablo de Madrid, el conocido tema de Sabina dedicado a una ciudad urbanita y hostil, ajena por completo a la naturaleza. Pero hay un Madrid poco conocido en el que se escucha el cantar de los pájaros y las estrellas no se olvidan de salir; un Madrid en el que la vida —reinterpretando el verso del cantautor— puede ser, efectivamente, un metro a punto de salir. Ese Madrid de exóticos e inimaginables parajes naturales existe y además se puede llegar a él fácilmente en metro. A escasos 20 kilómetros de la siempre concurrida Puerta del Sol se encuentra el parque regional del Sureste: un espacio natural en el que se pueden recorrer las riberas de cuatro ríos (Henares, Tajuña, Manzanares y Jarama), conocer un centenar largo de lagunas, ver cientos de especies vegetales y disfrutar de una enorme y sorprendente variedad de avifauna.

cova fdez.

El parque, situado en el sureste de la comunidad, abarca una superficie de 31.550 hectáreas de 16 términos municipales, desde San Fernando de Henares hasta Aranjuez, aunque las principales rutas, lagunas y humedales se sitúan en los municipios de Velilla de San Antonio y Rivas Vaciamadrid. El corazón de este espacio protegido se formó, paradójicamente, como consecuencia de lo que se podría considerar un atentado medioambiental. Corrían los primeros años sesenta del pasado siglo cuando en la cuenca del Jarama se iniciaron importantes extracciones de arenas y gravas que, al excavar el terreno por debajo del nivel freático, terminaron por dar lugar a la aparición de las más de 120 lagunas y lagunillas que hoy inundan toda la zona. Un despropósito ecológico que, con el paso del tiempo, creó un pequeño paraíso de biodiversidad casi a las puertas de una gran metrópoli como la capital española.

Un observatorio en el parque regional del Sureste, en Madrid.
Un observatorio en el parque regional del Sureste, en Madrid.

En el margen de una de las dos principales lagunas del parque, la de El Campillo, se sitúa un centro de interpretación (912 76 03 07). Este resulta ideal para conocer y entender el conjunto de los ecosistemas del área antes de emprender cualquiera de las muchas rutas que pueden seguirse en esta singular reserva natural. Quizás la senda más accesible y sencilla sea la que precisamente se puede recorrer a lo largo de los 5,5 kilómetros de perímetro que tiene esta laguna y que discurre entre los formidables cortados de Rivas y el cauce del Jarama. La excursión es perfecta para hacer con niños o en bici, y a ella, como a otras varias rutas de la zona, se puede llegar en la línea 9 del metro (estación Rivas Vaciamadrid).

Entre imponentes farallones de yeso

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Aunque son muchas las posibles sendas para disfrutar del parque regional del Sureste, y cada una de ellas justificaría por sí misma un amplio comentario, nos detendremos brevemente en la del Soto de las Juntas. Esta ruta la iniciaremos bordeando el curso descendente del Manzanares, manteniendo a nuestra derecha, como telón de fondo del pausado discurrir del río, los imponentes y escarpados farallones de yeso formados a lo largo de millones de años por el lento desagüe del mar interior que un día ocupó la meseta castellana. Estos impresionantes y áridos cantiles —verdaderos acantilados desérticos— confieren al paisaje un aire desolado y remoto, emparentado con lejanos parajes del Oeste americano.

Un ejemplar de cernícalo primilla.
Un ejemplar de cernícalo primilla.getty images

En estos precipicios blanquecinos anidan multitud de rapaces: milanos reales, cernícalos, halcones peregrinos… Mientras que el soto fluvial por el que caminamos lo sobrevuelan toda clase de aves acuáticas y de humedal: garceta común, garza real, cigüeñas, gaviotas reidoras, cormoranes… La vegetación que rodea al visitante es la típica del bosque de ribera: chopo, olmo, álamo, taray, majuelo, retama, sauce, quejigo… En distintos lugares del recorrido algunos paneles informativos nos hablan de lo que vemos; conviene detenerse a contemplar, por ejemplo, el Chopo de Don Sergio, que, según reza su cartel, es “el ser vivo más grande y longevo de todo el espacio natural y uno de los escasos ejemplares singulares de chopo autóctono que quedan en la Comunidad de Madrid”.

En cualquier momento del recorrido uno puede acercarse a alguno de los márgenes de la laguna de Los Veneno, surgida entre el Jarama y el Manzanares antes que sus cursos lleguen a unirse. Desde los observatorios construidos al efecto podremos avistar cantidad de aves acuáticas, de muy diferentes especies, de las que anidan, viven o hacen escala en sus migraciones en estas aguas madrileñas. Según las épocas, no será difícil observar entre los carrizos y cañaverales de las orillas: ánades, avefrías, chovas, fochas, chorlitejos, somormujos, calamones

Siguiendo nuestro recorrido se alcanza, por fin, la confluencia del Manzanares y el Jarama: un lugar que, si no supiésemos donde estamos, por la frondosidad y espesura de la vegetación de sus orillas pensaríamos que nos hallamos en algún remoto destino africano. En ese punto se echa en falta la existencia de un mirador que contribuyese a realzar y dar más perspectiva al enclave.

El retorno de esta ruta circular —que lleva unas tres horas completar— lo haremos siguiendo la ribera del Jarama, en cuyo cauce, medio ahogados, pueden verse todavía dos de los búnkeres que protagonizaron la batalla del Jarama en febrero de 1937.

Como ya se ha comentado antes, son muchos los itinerarios que es posible seguir en este no muy conocido parque natural madrileño. Dos propuestas más: por ejemplo, la ruta de las lagunas del Jarama, con la imponente imagen en lo alto de los cantiles del palacio-convento del Cristo de Rivas. O la ruta de los cerros de La Marañosa, desde cuyos terrosos balcones se tienen las mejores y más elevadas vistas del conjunto de ríos y humedales del parque. Tampoco hay que dejar de ver la presa del Rey o las lagunas de El Porcal.

Madrid es una caja de sorpresas que encierra lugares de naturaleza inimaginable a los que, sorprendentemente, se puede llegar, incluso, en transporte público.

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