Hospedería Santa Elena, descanso de reyes en San Carlos del Valle

Timbal de pierna de cabrito. Cada vez que suena esta pitanza en los recónditos terrones manchegos, donde medra el viñedo más extenso del mundo (medio millón de hectáreas), la brújula apunta hacia la plaza Mayor de San Carlos del Valle, no muy lejos de Valdepeñas y el santuario taurino de Las Virtudes. En ese enorme rectángulo porticado del Barroco tardío y asomos del neoclásico, conocido desde el siglo XVII como el Vaticano manchego, nos recibe, a un lado, la iglesia del Santísimo Cristo del Valle y, casi enfrente, la Casa Grande de la Hospedería, un establecimiento eminente que forma parte de la Red de Hospederías de Castilla-La Mancha.

Los efluvios del timbal provienen de la cocina, donde oficia con sabiduría el empresario Luis Arroyo. Acompañado de su esposa y dos hijos (David, jefe de sala, e Iván, jefe del bar), aterrizó desde unos horizontes lejanos para dar hospitalidad con los mimbres de un talento vívido y una generosidad aprendida a golpes de emprendimiento, de volver a empezar. En familia se lanzaron a decorarla como mejor supieron, con las excusables carencias en refinamiento estético y en cierto academicismo hotelero, si es que ello tiene alguna importancia en un establecimiento de solo nueve habitaciones.

Los Reyes la visitaron una vez de incógnito y se quedaron prendados con el agasajo. Cómo podríamos entonces desmerecer su recibimiento.

Un patio de luces centra el caserón, hace de distribuidor de las habitaciones y enciende el crisol donde se sirven las liturgias gastronómicas. El bar reúne en los entretiempos a los parroquianos del pueblo. Puede ser ruidoso a veces, pero se erige en el puente necesario entre el residente local y el visitante, entre quien paga y quien recibe. Charlar sobre el tiempo o el vareado de los olivos no interesa a todo el mundo, pero sin duda aporta una visión de la labor campestre hoy perdida en el estilo de vida urbano.

Más elegante es el ambiente del restaurante, donde David domina la escena para honra de la cocina esmerada que firma su padre. Un lugar ideal para aletargarse con el timbal y otras suculencias antes de emprender la vertical del ascensor o la escalera de apoyo en busca de la alcoba merecida para aposentar la ingesta.

La afición de la familia a los vinos y la alta especialización del viñedo en La Mancha explican el señorío de los sótanos para ejercer de bodega y pulcro escenario de catas. Sin duda, un edículo noble para instagramear.