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Porto Santo, un secreto portugués en la Macaronesia

Pequeña y volcánica, esta isla del archipiélago de Madeira donde vivió Colón ofrece baños cálidos todo el año, espetadas de pescado frente al mar y un campo de golf diseñado por Severiano Ballesteros

El mirador de las Flores, en Porto Santo (Madeira). Al fondo, la isla de Baixo ou da Cal.
El mirador de las Flores, en Porto Santo (Madeira). Al fondo, la isla de Baixo ou da Cal.MAURICIO ABREU (awl)

Porto Santo es muchas cosas en poco espacio. Una isla pequeña y volcánica de la Macaronesia, cincelada por el paso del tiempo, el viento y la lluvia. Son más los turistas que la visitan que los casi 5.000 vecinos, población que desde el momento que la pisó por primera vez supo que esta isla del archipiélago portugués de Madeira —elegido recientemente como el mejor destino insular de Europa en los World Travel Awards— es más un enclave estratégico que un lugar para vivir. Apenas llueve (lo poco que precipita lo hace en la sierra de Dentro) y la tierra casi no se deja cultivar. Su nombre hace referencia al puerto seguro que es: unos navegantes portugueses del siglo XV la bautizaron así tras atracar en la actual Vila Baleira y evitar naufragar. La kilométrica playa es su gran reclamo, bañada por el agua cristalina del Atlántico en la que uno se refresca y sana. Un spa al aire libre.

11.30 Llegada en ferri

A Porto Santo se puede llegar en avión desde Lisboa y en ferri desde Funchal, capital de Madeira. La travesía cubre una distancia de 75 kilómetros en dos horas y media, aproximadamente. La bocina del Lobo Marinho, embarcación que transporta pasajeros y vehícu­los, se oye en toda la isla y hace las veces de reloj.

COVA FDEZ.

12.00 En casa de Colón

Vila Baleira (1) es el principal núcleo urbano de Porto Santo, en la costa sur de la isla. La mayor parte de los servicios se concentran en esta localidad, cuyos iconos son el muelle y la Casa Museo de Colón (Travessa da Sacristia, 2). En el primero se mezclan los turistas de paseo y los jóvenes locales que saltan al agua desde lo alto de la estructura. En cuanto al segundo, la hija del primer capitán donatario de la isla, Filipa de Moniz, se casó con Cristóbal Colón, motivo por el que el navegante vivió durante dos años en la casa que hoy es el museo que lleva su nombre. El espacio es un conjunto articulado de construcciones que ocupa cuatro salas en las que se cuenta la historia de los primeros descubrimientos de ultramar protagonizados por los portugueses, los españoles y los holandeses, haciendo hincapié en la posición estratégica de Porto Santo. Cada septiembre se celebra el Festival Colombo, una manera lúdica de conmemorar el paso y la estancia del marino en la isla y los descubrimientos de ultramar de la época.

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13.00 Dos pecios para buceadores

Sobre el escarpado paisaje de la isla, los vientos alisios, los mismos que empujaron a Colón hasta América, han espolvoreado sedimentos de coral, restos de conchas y erizos de mar sobre la arena que cubre gran parte de Porto Santo: un campo de dunas que, desde el océano, remonta los acantilados de la cara norte hasta la larguísima playa dorada de la cara sur. La arena carbonatada, fina y sedosa es lo que quedó de un arrecife expuesto al aire en Fonte da Areia (2), al norte, cuando el nivel del mar descendió durante la última glaciación. El viento lo esparció y dio forma al kilométrico arenal de la vertiente sur de la isla. Una playa de agua rica en iodo, calcio y magnesio, cuya temperatura oscila entre los 22 y 24 grados todo el año. Los que prefieran sumergirse hallarán pecios en el fondo del océano como el Madeirense, un barco de pasajeros de 70 metros de largo hundido en 2000 e incorporado a la red de Áreas Marinas Protegidas de Porto Santo, y el Cordega, una corbeta militar hundida en 2016 para crear un arrecife de coral artificial.

A 283 metros sobre el nivel del mar, el pico de Ana Ferreira es el más alto al oeste de Porto Santo. No es de difícil acceso y desde su cima se despliegan las mejores vistas de la bahía.
A 283 metros sobre el nivel del mar, el pico de Ana Ferreira es el más alto al oeste de Porto Santo. No es de difícil acceso y desde su cima se despliegan las mejores vistas de la bahía.Alamy

14.30 Almuerzo sobre la arena

En Ponta da Calheta (3), al oeste de la isla, está el restaurante del mismo nombre. En sus mesas desfila lo mejor de la gastronomía local; pez espada, lapas, un tipo de molusco llamado caramujo, pulpo, espetada y picado de ternera, acompañados de pan bolo do caco, mantequilla de ajo y un vino local salino. Otras opciones son el restaurante Mar e Sol (4), en Campo de Baixo, sobre la misma arena y con vistas al océano. Más recogido se encuentra el cercano Vila Alencastre (5), donde preparan una rica espetada de pescado, de carne o mixta.

16.30 Sobremesa botánica

Porto Santo está cubierta por una gran variedad de plantas que pintan de verde la isla cuando llueve. Hay especies endémicas y otras que crecen por la cabezonería de Carlos Alfonso. Este windsurfista plantó hace 30 años palmeras en el lugar que ocupa la Quinta das Palmeiras (6), un minizoo botánico en el que la sombra y el frescor están asegurados.

18.00 Ronda de miradores

Por las carreteras que atraviesan la isla, unas de asfalto y otras de tierra, se cruzan todoterrenos conducidos por locales y coches eléctricos ocupados por visitantes. Una gasolinera es suficiente para repostar (y enchufar) todos los vehículos. Antes de que estos rodaran por la isla, burros, caballos, vacas y bueyes eran los medios de transporte y de carga. Una de estas estradas, custodiada por palmeras, conduce al mirador de Portela (7). Muy cerca de este balcón hay unos molinos de viento que, antiguamente, trituraban los cereales con los que se hacía el pan. Pico do Castelo (8) se corresponde con una vieja chimenea volcánica y alberga una pequeña fortaleza del siglo XVI levantada para repeler los ataques de piratas franceses y argelinos. Cerca espera Pico do Facho (9), el techo de Porto Santo (516 metros), y en el extremo oeste aguarda el mirador de las Flores (10), con una fantástica vista a la vecina e inhabitada isla de Baixo ou da Cal.

Vistas de Porto Santo desde el campo de golf de la isla portuguesa, diseñado por Severiano Ballesteros.
Vistas de Porto Santo desde el campo de golf de la isla portuguesa, diseñado por Severiano Ballesteros.awl

19.00 Unos hoyos antes de volver

Severiano Ballesteros firmó el diseño del doble campo de golf de Porto Santo, uno de 18 y otro de 9 hoyos (portosantogolfe.com), uno más de los reclamos del lugar. Muy cerca, el estrafalario pico de Ana Ferreira (11), formado por columnas basálticas en forma de larguísimos tubos de órgano, recuerda que muchos metros bajo la superficie un volcán se enfadó hace millones de años. Aquí se encuentra el mirador de Pedreira.

Dependiendo del mes, los viernes se puede regresar a Funchal en el ferri de las 22.30 (el resto de días lo hace a las 18.00 o 19.00; horarios en reservasc.portosantoline.pt). Otra opción es hacer noche en la isla, por ejemplo, en el hotel Porto Santo (12), en primera línea de playa. A su piscina, jardín y bar pegados al océano hay que sumarle un spa cuyo tratamiento terapéutico mezcla las curativas y beneficiosas propiedades de la arena y del agua de Porto Santo.

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