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Café y ron viejo en Colombia

El contrabajista Javier Colina nos cuenta historias de los años que pasó en el país latinoamericano

El contrabajista Javier Colina.
El contrabajista Javier Colina.

El contrabajista Javier Colina hará doblete en el Festival Internacional de Jazz de Madrid este año: sus dos conciertos, con distintas agrupaciones, tendrán lugar en el Centro Fernán Gómez los días 8 y 17 de noviembre. A la espera de poder cruzar el charco de nuevo, aquí nos cuenta historias de los años que pasó en Colombia.

¿En qué ciudad vivía?

En Santa Marta, cerca del Caribe. En esa zona la naturaleza es espectacular, ves desde montañas con nieve a selvas y playas muy cálidas.

¿Todo eso se ve en un mismo día?

Lo habría visto de haber ido a la Ciudad Perdida, una zona arqueológica elevada donde se encuentran las ruinas de una antigua ciudad precolombina. Pero subir allí requiere varios días de caminata y yo no tuve fuerzas.

Seguro que dio otros paseos.

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Claro, iba muy a menudo a Tayrona. Es un parque natural enorme que se puede recorrer a pie o, para aprovechar más el día, montado en mulo. Pero no te dejan a tu aire: te acompaña un preceptor montado en el suyo.

Cuénteme qué vio allí.

Por ejemplo, unos árboles muy frondosos llamados caracolís. Y también cascadas increíbles. Pero para disfrutar más aún de las cataratas hay que ir a la Quebrada Valencia, cerca de un pueblo llamado Palomino.

¿Solo las vio o se bañó en ellas?

Me bañé, por supuesto. Y a veces se acercaban a saludarme unos yacarés de medio metro a los que solo les ves los ojitos. Allí los llaman “babillas”. También recuerdo ver tortugas.

¿Hacía excursiones urbanas?

Sí. Recuerdo que me gustó mucho Manizales. Está en la provincia de Caldas, donde se fabrica el famoso ron viejo de Caldas. Y Bogotá me entusiasma porque la naturaleza está muy presente: allí siempre te orientas gracias a sus altos cerros.

Además de ron, tomaría café.

Muchos. Probé algunos riquísimos en zonas cafeteras como la de Armenia, al oeste del país. Para degustarlo es mejor probar el de puchero, que no ha pasado por ninguna máquina.

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