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De la laguna al mar: la vida acuática de la Albufera valenciana

Marcada por el agua, en la Albufera de Valencia aves, peces, reptiles y humanos interactúan creando una cultura, la de las barracas, que sigue los ritmos de la naturaleza. El SUV urbano híbrido Ford Puma nos ayuda a explorar esta laguna desde el respeto al medioambiente

Es un buen día para los pájaros y los peces de la Albufera de Valencia. La lluvia ha completado la capacidad de esta laguna costera de 24 kilómetros cuadrados a diez minutos de la capital. Su entorno, el parque natural homónimo, de 21.000 hectáreas de humedales, costa, arrozales y bosque, reluce con brillos de agua y mucho sol en la mañana en que partimos testeando el nuevo Ford Puma.

El Saler es la primera parada de un recorrido que nos llevará a conocer la albufera mejor conservada de la Comunidad Valenciana, cuya costa estaba hecha de una sucesión de marjales, cortada ahora por la urbanización del litoral. En esta pedanía valenciana de 1.700 habitantes visitamos la asimétrica Casa de la Demaná, el primer acercamiento a la arquitectura popular de las barracas, donde se subastaban los puestos de caza en el siglo XVIII.

En el cercano y breve Port del Saler las barcas de pescadores descansan reflejadas en el agua contrastando con el diseño del Ford Puma, suave y curvo; urbano, pero con un potente corazón SUV; ecológico y tecnológico, con un diseño centrado en las personas. Salimos del puerto y el reflejo del vehículo en un agua espejeante nos sigue como lo hará durante todo el recorrido. Pero pronto comprobamos que las formas innovadoras no se limitan solo al aspecto del Puma y las encontramos también en todos los detalles del interior. Hemos configurado el panel de instrumentos totalmente digital de 12,3 pulgadas (según versiones), de 24 bits y “color real”. Hemos personalizado este clúster de bordes superiores curvados para priorizar la visualización de la información más útil en este viaje. Se presenta en forma de detallados iconos intuitivos de alta definición, brillantes, fáciles de leer y menos cansados para la vista que en las pantallas habituales. Con todo ello, controlamos de un vistazo las tecnologías de asistencia al conductor y las notificaciones de navegación por satélite.

La Gola de Pujol: el primer gran mirador

Asistidos por toda esa tecnología que facilita el trayecto, llegamos enseguida al primer gran mirador de la Albufera de Valencia, el de la Gola de Pujol, el canal que comunica la laguna con el Mediterráneo. De aquí parten las barcas de paseo con las que descubrir el parque desde el agua y, también desde aquí, contemplamos las primeras aves, ánades, garzas, cormoranes o rapaces, posadas sobre estacas o sobrevolando la zona camino de la Maseguerota, la mata insular situada enfrente. El embarcadero, recién rehabilitado, con las barcas amarradas y las que vuelven a puerto, se ha convertido en uno de los puntos más fotografiados, particularmente al atardecer.

De la laguna al mar: la vida acuática de la Albufera valenciana

Pertrechados de bañadores y equipos de esnórquel, decidimos acercarnos por carreteras secundarias a las playas que parte la Gola de Pujol: la de la Garrofera y la de la Malladeta. En esta última, encontramos un espacio virgen de bosque mediterráneo separado del mar solo por dunas. Tras ellas, el Estany de Pujol es un lago artificial concebido como puerto deportivo en los 70 y que, perdido su inicial propósito inmobiliario gracias a la resistencia de los vecinos, ha podido contar con una segunda vida como espacio natural protegido. Es el lugar idóneo para descubrir la riqueza vegetal de la zona, ya sea en su sendero de 800 metros acondicionado con traviesas de tren y convertido en itinerario botánico, o en las propias orillas del lago. En las dunas crecen azucenas de mar, enebros marinos, lentisco, mirto y zarzaparrilla, mientras que en las zonas húmedas las sorpresas a ras de tierra tienen forma de lirio de agua, malva acuática o limonio.

Al salir, después del recorrido y de un oportuno baño, el maletero Megabox del Ford Puma nos vuelve a facilitar la expedición con su espacio de carga trasero de 456 litros, que incluye algunas soluciones de almacenaje innovadoras. Con los asientos traseros plegados, se convierte en una caja de 112 cm de longitud, 97 de anchura y 43 de altura. Además, cuenta con un sistema de apertura con manos libres que facilita el acceso y el cierre con solo un movimiento de piernas bajo el paragolpes trasero. Pero lo mejor viene a la hora de guardar el material de baño, cuando utilicemos el compartimento impermeable con tapón de drenaje, de 81 litros adicionales, una sencilla idea que permite despreocuparse de las mojaduras.

La gastronomía local, presente

La siguiente etapa, tras pasar por el Centro de Interpretación Racó de l’Olla, donde nos informamos de todas las áreas de reserva y de la fauna que circula entre los juncos del parque (garduñas, comadrejas, tortugas mediterráneas, salamanquesas y sapos) nos asomamos a otro de los mejores miradores sobre la laguna. En la vecina El Palmar, entre sus canales, seguimos la tradición de acompañar una paella con alguna receta local de esgarrat o espardenyà (anguila) en al i pebre. Los restaurantes de El Palmar son los preferidos de los valencianos desde mucho antes de que se publicara la novela Cañas y barro de Blasco Ibáñez.

Junto a la Mata de la Barra seguimos oteando las reservas insulares, las matas de l’Antina y Sant Roc, refugios intocados para las aves migratorias, con un espectáculo ornitológico diferente en cada estación del año. Y volvemos a encaminarnos hacia el este para concluir la excursión en El Perellonet, conduciendo este híbrido que cuida el medioambiente gracias a su arquitectura de motor Mild Hybrid, inteligente y autorregulada, que puede también emplear la batería para proporcionar par, reduciendo la carga de trabajo exigida al motor de gasolina: con esto se consigue una mejora de hasta el 9 por ciento en la eficiencia del combustible. Una apuesta por la ecología que resulta la más adecuada para internarse, hacia el mar, en este paisaje de naranjos, arrozales y pintorescas casas redondeadas, con formas de iglú, en el que naturaleza y hombre llevan siglos entendiéndose a la perfección.

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