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La Habana desde el sofá

Descubrir los tesoros del Museo Nacional de Bellas Artes, saborear el verdadero arroz cubano con frijoles y otras sugerencias para conocer una ciudad sensorial, llena de color y con mucho ritmo

La Habana Vieja, la zona más antigua de la capital cubana.
La Habana Vieja, la zona más antigua de la capital cubana.diego grandi (getty images)
Uno de los edificios del Museo de Bellas Artes (a la derecha) y el Parque Central.
Uno de los edificios del Museo de Bellas Artes (a la derecha) y el Parque Central.ALAMY

1. Visita online: inmersión de arte cubano

La Habana siempre ha sido una ciudad de colores, de sensaciones, de imágenes. Por eso, una buena idea para sumergirse en la capital de Cuba —y a través de ella en toda la isla y en la cultura que le da carácter— es comenzar por la colección de arte cubano que atesora el Museo Nacional de Bellas Artes. Las 30.000 piezas que forman parte de estos fondos (900 de ellas exhibidas en sus colecciones permanentes) constituyen el catálogo más completo que existe de pintura, escultura, fotografía y diferentes manifestaciones de la plástica cubana. Ahí está todo, de los primeros grabados de la colonia a las estampas de Víctor Patricio Landaluze, con sus mulatas, vendedores callejeros y guajiros, y de ahí hasta llegar a Mariano Rodríguez, René Portocarrero, Wifredo Lam y la obra de las vanguardias, y desembocar en una potente muestra de arte contemporáneo, firmado por artistas que viven dentro o fuera del país.

'Unidad' (1938), de Mariano Rodríguez.
'Unidad' (1938), de Mariano Rodríguez.

En Cuba hay que olvidarse de visitas virtuales y de alta tecnología, pero el museo ofrece en su página web (bellasartes.co.cu) una sugerente selección de estos fondos, estructurada en cuatro grandes bloques: Arte en la Colonia, Cambio de Siglo, Arte Moderno y Arte Contemporáneo. Son imágenes puras y duras, pero la plástica cubana tiene tal fuerza que estas fotos cumplen su cometido al permitir que uno se adentre en la esencia y en la estética de una isla que tanto arte ha dado. En estos tiempos de confinamiento obligado, bucear en estas imágenes y visitar las creaciones de los grandes artistas cubanos es un ejercicio de inmersión aconsejable hasta que reabran las salas y otro gallo cante.

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2. Una película: Fresa y chocolate

Si hay una película que destila amor por La Habana y recrea su increíble arquitectura y sus rincones más maravillosos y decadentes es Fresa y chocolate (1993). La cinta de Tomás Gutiérrez Alea y Juan Carlos Tabío, candidata al Oscar a mejor película extranjera, no solo retrata la belleza de una de las ciudades más hermosas de América, sino que habla de un triste capítulo de la historia de Cuba: la persecución y marginación de los homosexuales en los primeros tiempos de la revolución. El protagonista es un gay amante de la cultura cubana y de la deslumbrante arquitectura y urbanismo de la capital, y a través de sus ojos, y de su relación con un joven militante comunista, descubrimos los secretos y la estética de una ciudad sensorial que aún hoy, pese a su deterioro y la sensación de tiempo detenido, sigue subyugando al visitante.

3. Una receta: arroz congrí pa gozar

Quizás el plato de la cocina isleña más internacional es el arroz a la cubana (arroz blanco, salsa de tomate, huevo frito y plátano maduro). Pero hay un problema: no existe. Nadie te lo servirá con estos ingredientes en La Habana. No hay que desanimarse: es mil veces mejor el arroz congrí (con judías coloradas) o su variante de moros y cristianos (con frijoles negros).

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Es un plato que comenzó siendo de pobres y hoy no falta en ninguna mesa si hay celebración, a poder ser acompañado de cerdo asado, yuca con mojo y ensalada, típica comida familiar de fin de año. Gusta a todos y se lleva con cualquier plato fuerte que se le plante al lado: un picadillo de carne a la habanera, con sus aceitunas y alcaparras; una ropa vieja de ascendencia canaria, un chilindrón de carnero o un enchilado de pescado.

Vestíbulo del edificio donde está el restaurante La Guarida.
Vestíbulo del edificio donde está el restaurante La Guarida.Alamy

4. Las viviendas: de palacetes a ciudadelas

Con 2,1 millones de habitantes, decenas de miles de habaneros habitan viejos palacetes reconvertidos en solares o ciudadelas, donde conviven, hacinadas, numerosas familias en espacios divididos y vueltos a subdividir. Los hay de diversos tipos, muchos con un patio común y estructuras apuntaladas, siendo uno de los más famosos y fotografiados el que queda en la calle Concordia, entre Gervasio y Escobar, donde se rodó Fresa y chocolate y que alberga el restaurante privado La Guarida (laguarida.com). Construido en 1913, fue primero consulta y mansión de un conocido cirujano y con el pasar del tiempo se transformó en una precaria corrala de paredes descascaradas y mamparas canibalizadas, hoy todo un emblema de la capital en el popular barrio de Centro Habana.

5. Una música: el son es el rey

Ritmos cubanos hay muchos y todos se bailan. Está el danzón, el mambo, el chachachá y el bolero. Pero si hay que elegir un género cubano entre los géneros, ese es el son. Desde el Trío Matamoros y su famoso Son de la Loma (Mamá yo quiero saber de dónde son los cantantes / Que los encuentro muy galantes y los quiero conocer…) hasta el Chan Chan de Compay Segundo, Cuba es enterita una tierra de sones y de legendarios soneros, como Benny Moré. El son es música popular y festiva que combina las letras de doble sentido y picantes con una filosofía a favor de los placeres terrenales, empezando por comerse un dulce mango de bizcochuelo pregonado con arte en esa canción monumento que es Frutas del Caney. La lista de trovadores es inmensa, aunque hay un grupo increíble que cumple 100 años en 2020: el Septeto Habanero. Conserva un repertorio tradicional de más de 200 sones y guarachas y tiene una peña fija todas las semanas en La Habana, donde el público, cada vez que puede, le pide una famosa canción que dice: “Allá en la calle Vapor / dicen que se goza bueno / y que se pasa, caballero / un rato de gran confort”.

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