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El placer de perderse en un laberinto vegetal

Del dédalo privado más grande de España, en Villapresente (Cantabria), al más antiguo, en el Real Alcázar de Sevilla, los laberintos suponen un desafío que ha fascinado al hombre desde la antigüedad

El laberinto de Villapresente (Cantabria).
El laberinto de Villapresente (Cantabria).javier rosendo
Iván de Moneo

Entre muros de cipreses y setos de laurel, con aires románticos o estilo renacentista, los laberintos vegetales, de formas geométricas caprichosas, han atraído al hombre desde la antigüedad. Construcciones diseñadas para perderse y que en tiempos regios fueron pasatiempos de la nobleza y la aristocracía para su recreo y esparcimiento. Según el tipo de recorrido, están los clásicos, con un único camino sin encrucijadas hasta llegar al centro, y los mazes o perdederos, con múltiples bifurcaciones que pueden conducir al exterior o a un callejón sin salida. Desafiantes, lúdicos y fantásticos, los dédalos siguen atrapando la imaginación de quien se adentra en ellos. Estas son cinco propuestas en España.

Laberinto de Villapresente (Cantabria)

El hombre que soñaba con cipreses

Los frondosos muros de cipreses leylandi del laberinto vegetal de Villapresente atrapan al año a más de 30.000 visitantes que acuden a esta localidad próxima a Santillana del Mar para recorrer sus 5.625 metros cuadrados de extensión a través de cinco kilómetros de angostos pasillos de apenas un metro de ancho. Debido a la estrechez del camino y para evitar contagios por la covid, en su reapertura, prevista para el próximo 27 de junio, será necesario reservar previamente por Internet o bien por teléfono (636836785). Además, funcionará al 50% de su aforo y será obligatorio el uso de mascarilla durante el paseo. La entrada cuesta 4 euros a partir de los 13 años; 3 para los menores (entre 7 y 12 años) y gratis para los más pequeños.

Inspirado en los mazes ingleses que construían las clases pudientes en los siglos XVIII y XIX, el de Villapresente es el proyecto de un único hombre, el operario de montes Emilio Pérez Carral que, con la ayuda de amigos y vecinos, completó en 2007 la gesta de convertir su finca familiar en un intrincado rompecabezas de setos en perfecta formación rectangular. Eso sí, tuvo que esperar 10 años más, cuando los árboles eran lo suficientemente altos y tupidos, para compartir con el público su versallesca creación. Se considera el laberinto privado más grande de España y, quizá por eso, ha llamado la atención de medios nacionales e internacionales desde su apertura, lo que ha ayudado a que se convierta en una de las atracciones más buscadas en Cantabria, con permiso de la joya turística de la zona: las cuevas de Altamira. El tiempo medio para recorrerlo son 45 minutos, siempre contado con la inevitable torpeza de coger una bifurcación equivocada y tener que volver sobre nuestros pasos para tomar la senda contraria. Para aquellos que puedan sentir angustia al sentirse desorientados tras un tiempo prudencial, hay dos guías de apoyo que facilitan la solución al jeroglífico. En su alambicado interior, se levanta una torre de vigilancia de nueve metros de altura desde donde contemplar maravillosas vistas de los bucólicos prados cántabros.

El laberinto vegetal de El Capricho, en Madrid.
El laberinto vegetal de El Capricho, en Madrid.ayuntamiento de Madrid

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Laberinto de El Capricho (Madrid)

El refugio ilustrado de una aristócrata

El Capricho simboliza como ningún otro parque las aspiraciones de la sociedad ilustrada del siglo XVIII y de su creadora, la duquesa de Osuna, una especie de relaciones públicas, en la sombra, de la intelectualidad del momento. Por sus jardines trufados de templetes, ermitas, fuentes, plazoletas y bustos mitológicos desfilaron artistas, toreros y pensadores, con los que departía en animadas tertulias en su casa de recreo. Allí se hablaba de todo, rompiendo los convencionalismos encorsetados de la época. Famosa es su amistad con Francisco de Goya, del que fue mecenas y musa y con quien mantuvo una intensa relación epistolar.

La escasez de documentos históricos hace complicado saber con exactitud en qué año se procedió a la ejecución de este laberinto de setos de laureles (Laurus nobilis) que ocupa la parte más antigua del recinto, y si la autoría le pertenece o no a la duquesa. En el centro de esta obra de ingeniería paisajista, muy del gusto romántico de la época, hay plantado un árbol de Júpiter (Lagerstroemia indica) que adquiere una tonalidad rosácea cuando florece en primavera.

No se tienen noticias de este intrincado laberinto de círculos concéntricos hasta el siglo XIX, pero se cree que al menos fue uno de los anhelos en vida de la aristócrata y que fue concebido para escarceos amorosos y juegos de escondite. Reconstruido en varias ocasiones, en los años cuarenta del pasado siglo un aterrizaje forzoso de un avión que acababa de despegar del aeropuerto de Barajas lo malogró y quedó en un estado de semiabandono hasta que un día aparecieron los planos originales y se procedió a su restauración, la última de ellas en 1989.

El laberinto madrileño, considerado un elemento histórico del parque, tiene una superficie total de 6.030 metros cuadros y 3.000 metros lineales de setos de 2,20 metros de altura, lo que impide totalmente la visión por encima de ellos. El acceso a su interior está prohibido, por lo que hay que resignarse a disfrutarlo en la distancia y desde las alturas. Desde la plaza de los Emperadores, con su característico templete de columnas jónicas de mármol blanco, se obtiene una vista elevada y armoniosa del conjunto. El parque es de acceso público y gratuito, pero solo abre los fines de semana y festivos, en horario ininterrumpido de 9.00 a 21.00.

El laberinto vegetal más antiguo de España, en los jardines del Real Alcázar de Sevilla.
El laberinto vegetal más antiguo de España, en los jardines del Real Alcázar de Sevilla.Getty Images

Real Alcázar de Sevilla

El dédalo más antiguo de España

El rompecabezas vegetal del Real Alcázar de Sevilla es el más antiguo documentado en España. Lo mandó levantar Carlos V aunque el actual, realizado en 1910, tiene otro dibujo y ubicación. El laberinto original ocupaba el lugar donde ahora está el Jardín de la Cruz, y en su interior había un estanque con una réplica del mitológico Monte Parnaso, coronado por la fuente Hipocrene. Se trata de un trazado renacentista con setos de tuya, mirto y ciprés, aún sin fecha para su reestreno debido a la pandemia del coronavirus  El recinto palaciego volverá a recibir visitas el próximo 15 de junio, pero el paseo por su laberinto tendrá que esperar al no poder garantizarse el distanciamiento social necesario en estos tiempos, ha informado el Ayuntamiento de Sevilla.

A diferencia de otros dédalos, el de Sevilla se consideraba un lugar donde transitar de las tinieblas a la luz. Su función, por tanto, no era lúdica, aunque hoy, en cambio, todo el mundo puede adentrarse en él para hallar la salida sin muchas dificultades y con el único objetivo de pasar un rato divertido. La entrada al complejo del Real Alcázar, que incluye la visita a la planta baja de los palacios y a los jardines, cuesta 11,50 euros, en horario de lunes a domingo, de 9.30 a 19.00.

Setos de laurel del laberinto del Botánico de Gijón.
Setos de laurel del laberinto del Botánico de Gijón.archivo jardín botánico atlántico

Laberinto del Jardín Botánico Atlántico de Gijón

Un océano de laurel entre Europa y América

Inaugurado en septiembre de 2018, el laberinto de laurel del Botánico de Gijón es una alegoría del océano Atlántico que conecta la colección vegetal de los acantilados cantábricos con el bioma boreal americano, que alberga especies traídas de la ciudad canadiense de Montreal. Con una superficie de 2.500 metros cuadrados y una longitud de 827 metros lineales, fueron necesarios 1.400 arbustos para completarlo. De un extremo al otro, en línea recta, no hay más de 250 metros, pero lo normal es perderse por sus encrucijadas y callejones y recorrer al menos un kilómetro dando vueltas hasta dar con la salida.

Al tratarse de un laberinto adaptado a personas con movilidad reducida, sus pasillos tienen una anchura superior a los dos metros, por lo que no resulta tan agobiante como otros del mismo estilo. Y eso en tiempos de coronavirus es una ventaja, aunque siga siendo necesario por ahora protegerse el rostro con mascarilla. Como medida adicional de seguridad, no pueden estar más de 25 personas al mismo tiempo recorriendo su interior. El objetivo aquí, como en la mayoría de laberintos, es llegar a su centro, donde se erige un faro, elemento clave en la navegación para aquellos marineros del pasado —balleneros, principalmente— que se adentraban en las procelosas aguas atlánticas a la búsqueda de mejores capturas en la otra orilla del océano. En las bifurcaciones a lo largo del laberinto hay instalados unos paneles con una serie de acertijos para encontrar la salida. "Quien los resuelva con éxito podrá llegar al otro lado sano y salvo; quien no sea capaz quedará atrapado entre sus aguas…", explican sus responsables.

Entrada: 2,90 euros a partir de los 12 años. Horario: de junio a septiembre, de 10:00 a 15:30 y de 16:00 a 21:00.

Vista aérea del laberinto del Parc D'Horta (Barcelona).
Vista aérea del laberinto del Parc D'Horta (Barcelona).

Parque del Laberint d'Horta (Barcelona)

Un remanso de paz bajo el influjo del dios Eros

La escultua del dios Eros, divinidad griega que representa el amor, preside esta isla neoclásica al abrigo de majestuosos ejemplares de pinos, robles y encinas del Parc d'Horta, el parque público más antiguo de Barcelona. Las paredes de cipreses milimétricamente podadas de este vergel, que a ratos parece simular los entresijos de la mente, cumplen con el propósito último de casi cualquiera que lo visita: adentrarse en un espacio armonioso de naturaleza tallada para huir del ruido de la gran ciudad.

Diseñado en 1791 por el arquitecto italiano Domenico Bagutti por encargo del marqués de Llupià i d'Alfarràs, Joan Antoni Desvalls, los herederos del noble barcelonés acabaron cediéndolo al Ayuntamiento de Barcelona en 1967, que lo reabrió al público cuatro años más tarde. Concebido como un jardín neoclásico de corte italiano, se finalizó en el siglo XIX como jardín romántico. Esa dualidad de estilos se siente al recorrer sin prisa alguna los 750 metros de tupidos setos mientras se busca la salida, en la que nos toparemos con una representación del desafortunado mito de Eco y Narciso, alegoría de la fragilidad del amor.  

Aunque el laberino es la pieza central del parque —en su interior se rodó una escena de la película El Perfume (2006), basada en la novela homónima de Patrick Süskind—, merece la pena dedicarle un tranquilo paseo para descubrir otras maravillas. Como los templetes de columnas toscanas, el canal romántico, originalmente navegable, el pabellón dedicado a las musas e incluso un falso cementerio, parada obligada para cualquier romántico. 

Acceder al parque es gratis, con horario de 10.00 a 20.00, y la entrada al laberinto cuesta 2,23 euros, con un precio reducido para menores de 14 años, personas con discapacidad y poseedores del Carnet Jove. Los miércoles y los domingos, la entrada es gratuita. Y todos los días para los vecinos del distrito de Horta.

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Iván de Moneo
Es redactor en El Viajero desde 2019. Antes fue reportero de El País Semanal. Periodista de EL PAÍS desde el año 2000, ha ocupado distintos puestos de responsabilidad al frente de la Mesa Digital y ha colaborado con la sección de Tecnología, con reportajes sobre videojuegos.

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