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‘Txipis’, anchoas y bonito a la parrilla: deliciosa costa vizcaína

De Gorliz a Ondarroa, 46 pistas gastronómicas para saborear los mejores pinchos, el pescado más fresco y vino 'txakoli'. Y entre mesa y mesa, playas, acantilados y puertos

Una mesa del restaurante Itxas Etxea, en Elantxobe (Bizkaia). 
Una mesa del restaurante Itxas Etxea, en Elantxobe (Bizkaia). Gonzalo Azumendi

De Plentzia a Ondarroa, un delicioso recorrido por tierra de marinos audaces acostumbrados a enfrentarse a una orografía de gran belleza, pero enrevesada, con montes que caen al mar y playas pequeñas que todavía hoy no saben lo que es la masificación. La costa de Bizkaia a lo largo de estos 80 kilómetros da para infinidad de rutas, por ejemplo, en busca de acantilados y olas surferas. Pero, sobre todo, se multiplican los restaurantes donde comer muy bien.

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1- Plentzia, Gorliz y Barrika

Empezamos sin coche, en Bilbao, tomando el metro en una estación proyectada por Norman Foster (arquitecto que acaba de conseguir otro gran proyecto en la ciudad: la ampliación del Museo de Bellas Artes). Y en media hora estamos en Plentzia, la playa tradicional de los bilbaínos para pasar el verano. Una vez allí, desde la estación, atravesando el puente blanco de Javier Manterola — otro acierto arquitectónico— se llega a este pueblo con mucho ambiente de puerto. Después de un baño sin perder de vista los montes, procede dar un paseo hasta la playa de Gorliz. Los dos arenales están divididos por una frontera más psicológica que física, un edificio que no pasa inadvertido: el antiguo sanatorio marino, hoy una estación marina que pertenece a la UPV Universidad del País Vasco, que acaba de cumplir un siglo y que pasa por ser el primer edificio de España hecho íntegramente de hormigón armado.

Bakio, que presume de tener la playa más larga de la provincia, es la cuna del txakoli, al que dedican un museo

Ha llegado la hora de acercarse al asador Hondartzape (playa de Gorliz, 5), donde parece que los pescados saltan del agua a un horno a la vista del comensal. Aquí, pegado a la arena, por una senda que no tiene pérdida, arranca una caminata apta para cualquiera que lleva monte arriba hacia el faro de Gorliz. A sus pies aparecen los restos de los búnkeres de cabo Villano, construidos tras acabar la Guerra Civil.

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De vuelta en Gorliz, otras dos opciones para comer: Kilimanjaro (Uresarantza, 29), una cervecería típica con bancos corridos donde uno no se equivoca pidiendo tortilla de patata, pollo y pimientos (ojo, cierra su temporada veraniega este domingo, 15 de septiembre), y un restaurante más formal, Begoña (Estrada de Landabarri, 1), cuya especialidad son los txipis (chipirones) con merluza, y huevos de todo tipo, hasta en salsa vizcaína.

La playa de Barrika (Bizkaia).
La playa de Barrika (Bizkaia).g. azumendi

Desde Gorliz —retrocediendo hacia el oeste— vale la pena dar un paseo de cinco kilómetros para acercarse a Barrika y sus tres playas. La mayor, del mismo nombre, es una clásica para el surf que luce unos acantilados muy instagrameables. Algo más alejada, entre Barrika y Sopela, está Meñakoz, una playa salvaje de piedras a la que hay que descender por un camino. Y hacia el otro lado de Barrika, a unos 10 minutos andando, se esconde entre acantilados la más pequeña y famosa: Muriola o Cantera, un arenal nudista que ha servido de escenario de rodaje para la serie Juego de tronos. Para rematar el día en Barrika, una tumbona en el jardín del Milagros (Bideondo, 1), con un terrazón famoso por sus nachos.

Si el día está claro, desde el monte Sollube se ve media Biz­kaia. Cerca queda la necrópolis romana de Tribisburu

2- Bakio

A partir de aquí, la ruta exige moverse en vehículo. Camino de Bakio conviene tomar un pequeño desvío por el interior para ver el paisaje algo apocalíptico de la central nuclear de Lemóniz, en ruinas, y otear Armintza, un pueblo en un promontorio. Para reponerse, en Maruri está Ibaiondo (Barrio Goieta, 26), un asador-cervecería con autoservicio ágil, comida de calidad y hasta un parque infantil. Falta poco (unos 11 kilómetros) para llegar a Bakio, encantador pueblo que propicia un cambio de tercio. Además de presumir de tener la playa más larga de Bizkaia (1,2 kilómetros, por aquí todo un récord), estamos en la cuna del txakoli, al que dedican un museo (Basigoko Bide Nagusia, 3). En la bodega Doniene Gorrondona (Gibelorratzagako San Pelaio, 1) se puede probar y comprar vino.

Barra de La Baskula, en Bakio (Bizkaia).
Barra de La Baskula, en Bakio (Bizkaia).G. azumendi

Rodeado de montes y acantilados, Bakio cuenta con una buena infraestructura de agroturismo. Bodega Ados Basarte (Urkitzaurrealde, 4) ofrece habitaciones rodeadas de viñedos a un paseo de la playa. También están los coquetos apartamentos Ureta Landa (Gibelorratzagako San Pelaio, 50). Y el hostal La Parra (Areagako, 4), albergue, bar y restaurante. Una iniciativa curiosa para comer es la que acaban de montar un pescadero bermeano y un comerciante catalán, La Baskula (Anbietako Goienkale, 2), con raciones para compartir o llevar. Más clásico, el restaurante Eneperi (Gibelorratzagako San Pelaio, 80), un caserío para tomar algo con vistas al mar. O si no, un bocata rico rico en una pensión sobre el mar, Gaztelu Begi (Gibelorratzagako Bidea, 78), y largarse después a San Juan de Gaztelugatxe, a seis kilómetros dirección Bermeo (municipio al que pertenece), un islote cuya subida a la ermita de 241 peldaños se parece a la del Everest desde que lo entronizó Juego de tronos. Si antes o después hay tiempo, un espacio digno de visitar es la tienda Brocante (Polígono Zintaudiko Jarduera, 6 C), algo así como un rastro muy cuidado.

La reserva de la biosfera de Urdaibai vista desde el mirador de San Pedro de Atxarre, en la costa de Bizkaia.
La reserva de la biosfera de Urdaibai vista desde el mirador de San Pedro de Atxarre, en la costa de Bizkaia.G. azumendi

3- Bermeo

Seguimos rumbo al este. Bermeo es una villa con pedigrí (fue hasta el siglo XVII la capital de Bizkaia) que no tiene playa, pero está entregada al mar. El Museo del Pescador, en la Torre Ercilla (Torrontero, s/n), habla de formas de pesca antiguas. Y para saber cómo vivían los marineros vascos está el centro de interpretación de la pesca de la ballena o Aita Guria (Lamera, s/n), la réplica de un ballenero del XVII. Ballenas ya no se pescan, pero con algo de suerte pueden verse en alta mar a bordo del barco Hegaluze. Para pasear por tierra firme está el puerto viejo y abundantes bares como Kai Alde (López de Haro, 15). Y para llevarse una imagen desde las alturas con una cerveza artesana, Talako Kantina (Talako Punta), con vistas a la isla de Izaro y el monte Ogoño. En un palacio se encuentra el restaurante Casino (Parque Lamera, 1): comida que no falla, terraza y un salón con murales de Zuloaga. Alejado, en el monte (se puede llegar andando sin desfallecer), está el que pasa por ser uno de los mejores restaurantes de Bermeo, Almiketxu (Barrio Almike, 8), un caserío típico vasco.

En Kortezubi están el bosque de Oma, las cuevas de Santimamiñe y el asador Marko Pollo, una institución

Para ensanchar horizontes nada mejor que acercarse al monte Sollube (684 metros), a 10 kilómetros hacia el interior, porque si el día está claro, desde aquí se ve media Bizkaia. Desde el hotel Atxurra (Barrio Arronategi, s/n) se pueden hacer varias excursiones a pie, por ejemplo hasta la necrópolis romana de Tribisburu. Desde aquí, por las faldas del monte se llega a la casa rural Lurdeia (Artike Auzoa, 60) —en euskera, “la llamada de la tierra”—, con una relación calidad-precio destacable.

Volviendo a la costa, se entra de lleno en uno de los entornos más bellos y de mayor riqueza ecológica, la reserva de la biosfera de Urdaibai. Se extiende a lo largo de una veintena de municipios, 230 kilómetros cuadrados para hacer todo tipo de rutas (turismourdaibai.com).

El barco 'Hegaluze' frente al pueblo de Mundaka, en la costa de Bizkaia.
El barco 'Hegaluze' frente al pueblo de Mundaka, en la costa de Bizkaia.g.azumendi

4 Mundaka, Sukarrieta y Laida

A tres kilómetros de Bermeo está Mundaka, con una playa que el mundo surfero santificó por su ola izquierda. Lleno hasta la bandera en verano, es la desembocadura de la ría de Mundaka formando un espectacular estuario rodeado de playas y marismas. Para escaparse del ruido, la pequeña cala de Hondartzape, refugio de submarinistas por sus aguas claras, y a la hora del piscolabis, el bar del pequeño hotel El Puerto (Portu, 1). Para algo más compuesto, el Portuondo (Barrio Portuondo, s/n), con un restaurante donde manda la brasa y unas cabañas muy acogedoras con vistas impresionantes.

En Mundaka se puede coger el ferri y cambiar de aires. Al lado está Sukarrieta (Pedernales, en castellano). El chiringuito Juanjo, en la playa de San Antonio, perteneciente al municipio de Busturia, es perfecto para alejarse del follón y escuchar buena música. Y en La Marisma (Arana Goiri Etorbidea, 2) se come uno de los mejores arroces con chirlas.

El ferri también cruza a la otra orilla, que suele estar menos concurrida, con destino a la extraña playa de Laida, en Ibarrangelu, una lengua de arena que sobresale en mitad de la ría. Después, qué mejor que una ensalada y pollo en el asador Arketa (playa de Laida, s/n), a la entrada del campin. O unos pinchos y croquetas en Atxarre (Antzora Auzoa, 24). Las vistas, inmejorables. A dos kilómetros de la playa, camino de Arteaga, el restaurante Kanala (Kanala Auzoa, 26. Arteaga) es perfecto para un bonito a la parrilla, técnica que arrasa por estos dominios. En el monte al borde del estuario, está otra opción, el Akorda. Cualquiera de ellos es una buena elección después de subir a San Pedro de Atxarre, un mirador que alcanza casi todos los lugares que hemos dejado atrás. La ruta Mundaka-Sukarrieta-Laida también se puede hacer en bicicleta rodeando la ría por tierra (unos 30 kilómetros ida y vuelta).

La terraza del hotel El Puerto, en Mundaka.
La terraza del hotel El Puerto, en Mundaka.G. azumendi

5- En torno a Gernika

En dirección a Gernika por el interior se pasa por Busturia. La torre Madariaga, anterior al siglo XV, tras una cuidada renovación, acoge —además de un bar con mesas fuera— el Centro de la Biodiversidad de Euskadi. Caminando se llega a la casa rural Ontxene (Gorritxikale, 1), con una terraza para contemplar la inmensidad de la ría. Cerca, en Forua, está el principal monumento romano de Bizkaia, un poblado de 2.000 años, muy cuidado, que habla de las formas de vida de sus habitantes. Para momentos más mundanos está la taberna Urdaibai, con un agradable jardín donde tomar un pintxo o una hamburguesa. Más de mesa y mantel es el restaurante Baserri Maitea (Atxondoa, s/n), meritorio por sus kokotxas a la brasa y sus vistas.

Pulpo a la brasa del restaurante Itxas Etxea, en Elantxobe.
Pulpo a la brasa del restaurante Itxas Etxea, en Elantxobe.g.azumendi

En cuestión de referentes históricos, Gernika tiene poca competencia. En clave gastronómica, su mercado es todo un espectáculo, sobre todo los lunes y sábados, cuando está abarrotado de verduras y frutas que llevan los aldeanos de sus huertas. Al lado, en Kortezubi, tres excursiones típicas: el bosque de Oma de árboles pintados por Ibarrola, las cuevas de Santimamiñe y el asador Marko Pollo (Santa Ana Auzoa, 16), una institución para comer al aire libre. Otra opción para comer, más formal, es Bernaretxe (Enderika Auzoa, 4), con unas tartas caseras que valen mucho la pena. A menos de un kilómetro se encuentra el Centro de Avistamiento de Aves de Urdaibai, y en Abadiño-Zelaieta, el hotel Castillo de Arteaga (Gaztelubide, 7), que ocupa el castillo reconstruido por Eugenia de Montijo, la esposa de Napoleón III.

A menos de cuatro kilómetros de Laida, otra playa muy celebrada es Laga, protegida por la pared del cabo Ogoño. Aquí se encuentra el chiringuito Toki-Alai o “sitio feliz”(Lastarri Auzoa, 16, Ibarrangelu), donde es mejor reservar. Por una carretera para aficionados a las curvas se llega a Elantxobe, pueblo marinero a los pies del Ogoño y un tanto peculiar porque las casas forman una escalera mirando al mar. Para picar en el puerto son perfectos Itxas Etxea (Portu, 2) o Mentrame (Portu, 22).

Plato de merluza a la ondarresa del restaurante Sutargi, en Ondarroa.
Plato de merluza a la ondarresa del restaurante Sutargi, en Ondarroa.g. azumendi

6- Ea, Lekeitio y Ondarroa

A Ea, un pequeño pueblo a unos seis kilómetros de Elantxobe, lo llaman así porque tiene mucho encanto y muchos puentes. En el barrio de Natxitua está el restaurante Ermintxo, y muy cerca, en Ispaster, la playa salvaje de Ogella, reino de surfistas. A seis kilómetros de Ogella aparece Lekeitio, otro de los pueblos más bonitos de esta costa, con palacetes (Uriarte) y casonas. Se pueden hacer estupendos paseos hasta el faro de Santa Catalina o subidas a la Talaia y el monte Lumentza. Y uno muy sorprendente, eso sí, con marea baja, desde la playa de Karraspio a la isla de San Nicolás. Otra opción, ya en bicicleta y hacia el interior, es seguir la ruta a Munitibar (unos 22 kilómetros).

En Lekeitio apetece sentarse en el mesón Arropain (Iñigo Artieta, 5) o en el restaurante Egaña (Antiguako Ama, 2). A base de pintxos se come en tabernas como Lumentza, Norai o Talako.

Fin de trayecto: Ondarroa, el último pueblo (villa) de la costa vizcaína. En la Cofradía de Pescadores (Egidazu, 4) uno puede asistir a una puja de pescado o comprar también. La alternativa, un rodaballo en el asador José Manuel (Sabin Arana, 23) o una merluza a la ondarresa en Sutargi (Nasa, 11). Y siempre queda el Batzoki (Artabide, 36), donde las cosas del comer suelen cuidarlas mucho.

La ruta conservera: un bocado artesanal

A finales del XIX unos sicilianos salazoneros llegaron a estas costas atraídos por la abundancia y calidad de la anchoa. Trajeron consigo conocimientos técnicos y elevaron la anchoa en salazón a los altares. La fábrica Zallo se fundó en Bermeo, en 1926. La campaña es de abril a junio. Su gerente, Juan José Apraiz, explica el proceso, 100% artesanal: "Las anchoas se salan, se meten en paquetes, se prensan y se dejan madurar de 6 a 8 meses. Después, una vez eliminada la sal y la espina, una a una, se quita la piel con una red de pescar, a poder ser de las antiguas, porque como son más ásperas rascan mejor. Me vuelvo loco para buscarlas".

Cada año, la campaña es distinta. “Pero no son ni mejores ni peores, no es como el vino, lo que cambia es el tamaño. La calidad tiene que ver con la maduración, y aumenta cuanto menos tiempo pasa desde la captura, al alba, hasta que llegan al puerto, hacia las 7.00”. Aquí, otra ruta, la de conserveras para comprar y algunas con visitas guiadas: también en Bermeo, Serrats, Campos Salica y Arroyabe Gastrodenda; en Mundaka, Cusumano; Ortiz, en Ondarroa y Olasagasti, en Markina.

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