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El Alto Turia, un gran descubrimiento

Declarado reserva de la biosfera por la Unesco en junio, remontamos el cauce del Turia, en busca de un territorio verde, refrescante, acuático y con pueblos sorprendentes como Chelva

Mónica Torres
Ferran Bono
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Aguas arriba, el río Turia ofrece un espléndido espectáculo. Discurre por gargantas y cañones, y forma chorros y pantanos, entre montañas de pinos, sabinas y musgo petrificante, y bajo el vuelo de águilas, buitres y halcones. El urbanita que conozca únicamente el río por su antiguo cauce a su paso por Valencia, reconvertido en jardín, o por el nuevo lecho que se abrió tras las inundaciones de 1957, tan seco como desolado, se quedará asombrado. Ahora es un buen momento para visitarlo. No solo por la invitación permanente a disfrutar de la naturaleza o por el atractivo estival de alejarse de la humedad de la costa y bañarse en aguas que nada tienen que ver con el caldo mediterráneo, sino porque hay una nueva razón que puede contribuir a su descubrimiento para muchos: el Alto Turia ha sido declarado reserva de la biosfera. También sus vecinas hoces del Cabriel recibieron en junio la distinción de la Unesco y merecen sin duda otro reportaje, pero mejor no abarcar demasiado y centrarse en la también llamada Serranía de Valencia, a la que se puede acceder desde la capital en apenas una hora en coche.

La localidad de Chelva depara la primera sorpresa. Es la puerta de entrada del Alto Turia y está empeñada en recuperar el azul añil que llevaron consigo los árabes en el siglo XI desde su Chauen natal. El barrio de Benacacira guarda muchas similitudes con el casco antiguo de la ciudad del Rif, como la arquitectura de las casas, las callejuelas inclinadas o la trama urbana que se despliega sobre un peñasco. Pegados a sus faldas se hallan los barrios cristianos y en uno de los laterales se ubica el barrio judío del Azoque, que conserva intacto su trazado original.

cova fdez

Los tres barrios están unidos por el sonido de las numerosas fuentes que conforman una ruta del agua en un municipio tranquilo cuya mención ha sorprendido en los programas de cotilleos al encontrar refugio en él la expareja de Miguel Bosé, el escultor Nacho Palau. Las tres culturas de las religiones monoteístas convivieron aquí pacíficamente durante la Edad Media, recuerda la técnico de desarrollo local Gloria Ródenas, mientras saluda por el nombre a cuanto vecino sale a su encuentro.

Con sus casi 1.500 habitantes, Chelva es la localidad más poblada de los ocho municipios del Alto Turia (Aras de los Olmos, Benagéber, Casas Altas, Casas Bajas, Titaguas y Tuéjar, en la Comunidad Valenciana; y Santa Cruz de Moya, en Castilla-La Mancha) que decidieron unirse en su candidatura a reserva de la biosfera con el compromiso de cumplir tres funciones: el mantenimiento de los recursos, la conciliación del desarrollo humano y económico con la conservación del medio y la cultura, y, por último, la implementación de proyectos de investigación y formación para el desarrollo sostenible. Un proyecto que empezó a gestar hace 10 años el alcalde de Titaguas, Ramiro Rivera, entre otros. “Ha costado, pero ha merecido la pena. El río es el eje de la reserva, en la que viven unas 8.000 personas. Tenemos que dar más vida a la serranía y darla a conocer, conservándola, claro”, comenta Rivera.

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El Azud de Tuéjar

La reserva abarca hasta Santa Cruz de Moya, perteneciente a la provincia de Cuenca. La sinuosa carretera comarcal para llegar a este término manchego ofrece espléndidas panorámicas de las montañas escarpadas y del río serpenteando entre ellas. Es un paisaje abrupto, con una gran masa forestal y notable riqueza botánica y faunística, que cuenta con varias figuras de protección, como la declaración de zona de especial protección para las aves (ZEPA). No hay prisa, el camino cuenta con numerosos alicientes para detenerse, como pegarse un chapuzón en el Azud de Tuéjar, en el nacimiento del río del mismo nombre, o catar un excelente vino blanco elaborado por la recuperada uva autóctona de merseguera, que madura bajo uno de los cielos más limpios de la península Ibérica. Así está catalogado el firmamento de Aras de los Olmos, reserva internacional Starlight por sus excepcionales condiciones para mirar las estrellas. La Universitat de València cuenta con un observatorio astronómico visitable en una de las cumbres que superan los 1.000 metros de altitud.

El horizonte se ensancha y la carretera avanza hasta prolongarse por un espectacular puente que salva un desfiladero ya en tierras de Santa Cruz de Moya. El río fluye muy por debajo. La vista es espléndida y su contemplación permite hacerse una idea de la densidad de población de la zona. Transcurren los minutos y no pasa ningún coche.

Vídeo promocional del Alto Turia.Vídeo: València Turisme

Paredes de roca quebrada

Son múltiples los atractivos y las rutas que ofrece al Alto Turia: para recorrer sus lavaderos antiguos, ver unos saltos de agua o chorros, descubrir huellas de dinosaurios, avistar aves, caminar, pedalear, montar a caballo… También se puede remontar un tramo del río en un barco accionado por energía solar desde el embalse de Benagéber, que empezó a construirse durante la II República. Es un trayecto de gran belleza. La embarcación avanza despacio, en silencio, entre paredes de rocas quebradas. El urbanita no está acostumbrado a tanta serenidad, ni mucho menos a observar tan cerca el vuelo hipnótico de tres águilas ni el pastar entre las piedras de cuatro cabras monteses. No hay cobertura. Solo naturaleza.

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Sobre la firma

Ferran Bono
Redactor de EL PAÍS en la Comunidad Valenciana. Con anterioridad, ha ejercido como jefe de sección de Cultura. Licenciado en Lengua Española y Filología Catalana por la Universitat de València y máster UAM-EL PAÍS, ha desarrollado la mayor parte de su trayectoria periodística en el campo de la cultura.

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