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Escapadas

Tres casas para tres genios en la campiña inglesa

Un viaje triangular entre las calles de Londres y las colinas del Distrito de los Lagos tras los pasos de Shakespeare y los poetas William Wordsworth y John Keats

La casa natal de Shakespeare, en Stratford-upon-Avon (Reino Unido).
La casa natal de Shakespeare, en Stratford-upon-Avon (Reino Unido). AGE

Un viaje, tres escritores. La idea era perseguir las huellas del poeta inglés William Wordsworth (1770-1850) por el Distrito de los Lagos, donde vivió prácticamente toda su vida, y también las de William Shakespeare en su lugar de nacimiento, Stratford-upon-Avon, y las de John Keats (1795-1821), en su casa de Londres, ahora convertida en museo. El vínculo entre los tres es precisamente Keats, quien adoraba a los dos primeros, especialmente a Shakespeare. Tras un salto de cuatro horas en coche desde Londres, la ruta comienza en Chester, una deliciosa ciudad con casas cuyas fachadas están tejidas por esa urdimbre de nervios entrelazados que les dan esa apariencia de vulnerabilidad sólida y de encantamiento perdurable. Las calles están atestadas por personajes vestidos de fiesta, y no todos elegantes. ¿Por qué? Porque en Chester ese día de agosto tiene lugar una carrera de caballos (las celebran durante todo el verano). Más inglés, imposible.

cova fdez

A algo más de media hora de Chester espera Liverpool, la ciudad de The Beatles. Entrar en The Cavern es visitar un templo al que hay que ir a rezar en silencio, oyendo los ecos de las primeras melodías y guitarreos inspirados del grupo, cuando empezaron allí su suprema aventura musical. Una frase de Lennon, escrita en la pared, estremece: “Todo lo que hicimos después de The Cavern fue ir cuesta abajo”. El centro de Liverpool tiene aires de ciudad provinciana soñadora —esas terrazas veraniegas— y el muelle renovado es un lugar para pasear y disfrutar de una comida agradable en alguno de sus restaurantes. Allí se encuentra también, desde 2015, una estatua de los Fab Four en pleno paseo, festín fotográfico para todo visitante que se precie, nosotros incluidos.

Pero es tiempo de seguir camino al norte. En unas dos horas alcanzamos el Distrito de los Lagos, ciertamente un lugar especial, marcado por la alternancia de colinas y lagos, con pueblos como Keswick o como Grasmere, donde se encuentra Dove Cottage, la casa en la que vivió Wordsworth en los años mágicos de su mejor poesía (entre 1799 y 1808). El jardín trasero de la casa guarda las huellas de las flores que pueblan sus poemas, y visitarlo es volver a sumirse en el olor de los narcisos a los que él dio vida, como flores y algo más que flores, espíritus, almas, restos y vestigios de divinidad, probablemente. Aunque nos cuesta abandonar “el lugar más adorable que el hombre jamás ha encontrado”, según las palabras del propio poeta, seguimos nuestro camino literario.

Paisaje del Distrito de los Lagos (Reino Unido).
Paisaje del Distrito de los Lagos (Reino Unido).getty images

Paramos brevemente en York, pura Edad Media congelada en calles insólitas, en una muralla transitable y en una universidad de ensueño, cuyos colegios son obras maestras de la arquitectura interior donde se palpita algo parecido a la sabiduría silenciosa. Pero nuestro siguiente destino es Strat­ford-upon-Avon, que tiene un sentido primordial: allí nació el genio de los genios, William Shakespeare, y allí está su casa convertida en un museo, y allí reside su fantasma, que pulula sin querer por todas las esquinas de una población que sin esa sombra majestuosa no tendría tanto interés. Pero si caminas y lees que en ese edificio al que te asomas estuvo la escuela en la que estudió el genio, ¿qué ocurre? Inevitablemente un estremecimiento, una conmoción, una sacudida. El mismo hombre que escribió Hamlet ¿estudió aquí de niño, en este edificio que lo anuncia? ¿Aquí estuvo la mesa donde aprendió a escribir?

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Cerramos el círculo con la vuelta a Londres. En esta ocasión —además de rememoraciones que incluyen senderos de Hyde Park y vibraciones de Oxford Street, y del Soho, y de Covent Garden— la meta es la casa en la que vivió John Keats, situada en el bohemio barrio de Hampstead. Autobús matutino, cielo plomizo agosteño, muy londinense, cuesta arriba hasta llegar a la casa, elegante y sobria, que conserva montones de recuerdos del escritor, libros subrayados de lector compulsivo y emborrachado por la magia de las palabras de Milton, Shakespeare o Spencer. La mesa donde pudo escribir algunas de sus joyas, el cuarto donde expulsó por primera vez su sangre mortal o el salón donde se instaló para poder ver la calle con la tuberculosis a cuestas. Es más, en un cuarto de al lado vivió con su novia Fanny Brawne durante un mes, justo antes de emprender, el 17 de septiembre de 1820, el viaje a Italia, que fue el viaje de su muerte. Fin de la aventura, una alforja llena de admiración y melancolía, a partes iguales, pues la muerte temprana no pudo evitar que perdurara y aún perdure la obra que ella misma truncó.

Ángel Rupérez es autor del libro de poemas Morir en Hiroshima (Evohé Ediciones).

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