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Escapadas

A pie por la ribera del Tajo

La Ruta de los Caminantes de Lisboa abarca 17 kilómetros y cinco siglos de historia. De la torre de Belém a la de Vasco de Gama en una deliciosa excursión junto al río

La avenida Ribeira das Naus  junto al río Tajo y, al fondo, el puente 25 de Abril de Lisboa.
La avenida Ribeira das Naus junto al río Tajo y, al fondo, el puente 25 de Abril de Lisboa.Mauricio Abreu (awl)
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Lisboa comienza en una torre y acaba con otra. Son dos hitos geográficos y también históricos para abarcar esta ciudad única, testigo de la belleza arquitectónica y del desarrollo de la civilización. A la torre de Belém la separan 17 kilómetros y cinco siglos de la torre Vasco de Gama. Qué tentación poder abrazarlas siguiendo la corriente del Tajo por la Ruta de los Caminantes.

El reto tiene su enjundia; para alcanzar la meta apenas se utilizará una mochila y un móvil (para las fotos), y se hará con la osadía de realizar todo el camino a pie —son, con una buena marcha, unas tres horas y media—, sin recurrir a medio de transporte alguno, ni bicis ni segways ni tuktuks ni trotinetes, la palabra portuguesa para el patinete. Como los grandes aventureros, mejor partir de buena mañana, con el frío en el rostro y el sol plateando la superficie del río.

Vista aérea de la torre de Belém, en Lisboa.
Vista aérea de la torre de Belém, en Lisboa.Tuul & Bruno Morandi (getty images)

Punto de partida

Kilómetro 0

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La salida es la misma que elegían los navegantes del siglo XVI para irse en busca de las Indias y Japón. La torre de Belém, construida entre 1514 y 1520, vigilaba quién entraba y quién salía. Obra de estilo arquitectónico patrio, el manuelino, en una esquina hay esculpido un rinoceronte, reproducción del primero que llegó vivo a Europa. A las nueve de la mañana los pescadores (¿por qué no hay pescadoras?) preparan sus cañas y ya ha llegado el primer autobús de turistas chinos a la plaza de los Descubridores. Posan sobre la rosa de los vientos que muestra el pasado imperial portugués. Se hacen la foto sobre Macao y cruzan hacia el monasterio de los Jerónimos, levantado para dar gracias por el regreso de la aventura de Vasco de Gama por la India. Pienso que yo, si vuelvo, me como cuatro pasteles de nata y un abatanado (café americano).

El puente 25 de Abril de Lisboa y, al otro lado del río Tajo, el santuario nacional de Cristo Rey.
El puente 25 de Abril de Lisboa y, al otro lado del río Tajo, el santuario nacional de Cristo Rey.getty images

Puente 25 de Abril

Kilómetro 3,2

Siguiendo la avenida Brasília se llega al puente 25 de Abril. El runrún del puente rompe el silencio, pero no asusta a las gaviotas. En la marina de Santo Amaro de la capital portuguesa hay restaurantes para todos los gustos (una buena opción es Rui dos Pregos) y barcos para todas las manías: de una travesía en el Hippotrip (25 euros) —un vehículo amarillo mitad barco, mitad autobús— a adentrarse por el Tajo en una canoa de madera de ocho con timonel, organizado por el Club Ferroviario.

Cerca de la marina está el taller de Joana Vasconcelos, donde un grupo de mujeres tricota con horario de oficina. Qué acierto si se realiza este recorrido en lunes, pues está abierto el puentecico móvil de la terminal marítima Rocha Conde de Óbidos. Hay que buscar entre las pilas de contenedores el restaurante Último Porto (+351 963 625 755), el personal prepara la mejor brasa de Lisboa, de donde salen, en su justo punto, sabrosas patatas y espléndidos pescados.

Cais do Sodré

Kilómetro 7

Los astilleros Rocha tapan el río durante unos minutos. Hay que continuar el paseo, siguiendo las flechas, los versos de Pessoa en el carril bici, dejando atrás la discoteca K Urban Beach y un campamento hippy. Luego, hay que abrirse paso entre el lío de Cais do Sodré, central de barcos, metros, trenes y autobuses. Ya brotan margaritas en el césped de la avenida Ribeira das Naus. Y en la plaza del Comercio no hay día en el que se libre uno de las multitudes. Apretemos el paso. El Campo de las Cebollas ha quedado radiante tras su remodelación. Cuando le crezcan los arbolitos, la nueva terminal de cruceros también lo estará. A la izquierda dejamos el Museo Militar de Lisboa, con representaciones de batallas en paneles de azulejería que merecen un vistazo.

cova fernández

Santa Apolónia

Kilómetro 9

Nunca había ido más allá de la estación de Santa Apolónia y de las pizzas de Casanova, las mejores, pero sigo por la ribera del río pase lo que pase. Hay un carril para bicis; flanquean contenedores de barcos a la derecha y vagones de tren a la izquierda, en medio el paseante. Cruzamos el barrio fabril de Xábregas y el magnífico convento de Madre de Deus (que hoy acoge el Museo Nacional del Azulejo). Tras unos pocos metros nos topamos con una rana gigante en una pared de la Rua da Manutenção obra de Bordalo II, que tiene el taller por aquí, y con la vieja Fábrica Panificadora, que surtía de macarrones al Ejército colonial. Ahora es un hub creativo, toma ya.

Dejamos el agua para adentrarnos en el barrio de Marvila. En el Café com Calma (Rua do Açúcar 10), Rita y Carolina dan almuerzos consistentes por nueve euros y hay cola de jóvenes techies. Otra opción cercana es el Café Velho (Rua Fernando Palha 6), más de compañeros del metal, semivacío, pues ni metal ni fábricas quedan en Marvila.

Parque de las Naciones

Kilómetro 16

Volvemos al Tajo. Desde Marvila, la ribera ha quedado libre de contenedores. Impresiona la anchura del estuario. En esta zona, Faizar Ahmad vende pisos de Renzo Piano con vistas inigualables, a 6.000 euros el metro cuadrado. Es la puerta de entrada al Parque de las Naciones, con calles cuadriculadas, pinares, marinas, carriles bici y el Oceanário. Una telecabina sobrevuela mi cabeza y el río.

El teleférico del Parque de las Naciones y, al fondo, la torre y el puente Vasco de Gama, en la capital portuguesa.
El teleférico del Parque de las Naciones y, al fondo, la torre y el puente Vasco de Gama, en la capital portuguesa.DEA / W. BUSS (getty images)

Llegada a la meta

Kilómetro 17

Al fondo el puente Vasco de Gama comunica Lisboa con la ciudad portuguesa de Alcochete. Los pinos ya dejan entrever la torre de Vasco de Gama, erigida en 1998, casi cinco siglos después que la de Belém. Unos 17 kilómetros y algo más de tres horas después, habremos llegado a la meta, jalonada en lo más alto por una bandera de Portugal. A pie, sin semáforo alguno, hemos paseado junto al río por 500 años de arquitectura e historia de Lisboa. La Ruta de los Caminantes es posible y no es una aventura, es un placer.

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