Aromática pletórica

Hoy no basta con hacer buen vino, algo que ya está al alcance de cualquiera que tenga suficiente formación técnica y visión vitivinícola. No se necesita poseer viñedo ni bodega para elaborar unos pocos de miles de botellas de calidad. Abundan estos nuevos y jóvenes elaboradores sin fronteras. Otra cosa es crear una empresa sólida, arraigada en el terruño, y con un compromiso social con los viticultores de la zona y sus familias. Es lo que hace Ermita del Conde, un arriesgado proyecto nacido en 2006, pero asentado firmemente en sus 20 hectáreas de viejo viñedo, mayoritariamente tempranillo y albillo mayor, a casi 1.000 metros de altura, felizmente recuperado del abandono. Con cepas de 60 años, ubicadas en distintos majuelos de Otero y Valdiguel, elabora Raúl Tamayo este convincente tinto fruto de una doble selección en viña y bodega de las uvas, una maceración intensa, la fermentación y crianza durante 12 meses en barricas nuevas de roble francés. Poderosos argumentos con los que la bodega crea una narrativa aromática pletórica de frutillos negros (moras silvestres, arándanos) en confitura, sazonados de especias, con el elegante toque de la madera en sus tostados y torrefactos. Sabroso, potente, se desenvuelve ágil y fresco por la boca para dejar un sostenido recuerdo frutal.