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Otoño alquimista en la sierra de Aracena

Una ruta paisajística y gastronómica al norte de Huelva para descubrir pueblos blancos, bosques de castaños pintados de otoño y la imponente Gruta de las Maravillas

Mirador de la Peña de Arias Montano en Alájar (Huelva), con vistas a la sierra de Aracena y Picos de Aroche.
Mirador de la Peña de Arias Montano en Alájar (Huelva), con vistas a la sierra de Aracena y Picos de Aroche.Zu Sánchez (Getty)
Sara Mesa

Por ninguna ciudad la trocaría por no haber visto en cuanto he andado en España ni aun en otras provincias, un sitio semejante a este de la Peña de Aracena”. Así de contundente se mostraba Benito Arias Montano, consejero de Felipe II, redactor del Concilio de Trento, editor de la Biblia políglota, alquimista y astrólogo, como si no hubiese visto suficientes maravillas. Al parecer fue llegar a la Peña de Alájar —hoy conocida como de Arias Montano— y quedar seducido por “la altura del lugar, templanza del cielo, sanidad de la habitación, abundancia de aguas, anchura de cielos y muy muchas otras partes a propósito de un acomodado retiramiento”. Tantas que, en efecto, aquel lugar se convirtió en su refugio, aquel donde volvía cada vez que necesitaba descansar de tanto asunto de Estado.

Una red de senderos desmonta los prejuicios de aquellos que aún piensan que Andalucía es una tierra seca

Desde luego tenía buen gusto. Este impresionante promontorio de roca caliza ofrece unas vistas formidables de la sierra de Aracena y Picos de Aroche, al norte de Huelva, siendo además un importante centro de peregrinación, ya que acoge la ermita de Nuestra Señora Reina de los Ángeles. Desde el mirador también se distingue la mancha blanca de Alájar, uno de los pueblos más bonitos del entorno, a cuyo valle se llega por una serpenteante carretera rodeada de castañales. Declarado conjunto histórico, como otros muchos pueblos de la zona, el paseo por sus callejuelas empedradas delata, por si su nombre no fuera suficiente, su pasado árabe. A estos pueblecitos onubenses, además de su belleza propia, hay que sumarles el atractivo de una gastronomía rica en quesos, jamón de Jabugo, chacinas, mieles y mermeladas, además de las setas de temporada.

Cuevas y castillos

Muy cercano a Alájar se sitúa otro de los pueblos más bellos de la provincia, Linares de la Sierra, que, a pesar de su pequeño tamaño, cuenta incluso con plaza de toros. Además de la preciosa fuente lavadero, destacan los llamados llanos, empedrados artesanales que forman dibujos frente a las puertas de las casas encaladas, típicas de la arquitectura serrana.

En contraste con su tamaño, a unos pocos kilómetros se encuentra Aracena, el municipio más poblado de la zona, de importante patrimonio histórico y natural. Con el castillo fortaleza almohade, la iglesia prioral del siglo XIII, las iglesias mudéjares del centro, el lavadero público y la plaza de España, de Aníbal González, hay paseo para rato. Sería imperdonable olvidar la Gruta de las Maravillas, una de las cuevas más espectaculares de España, con sus más de 2.000 metros de galerías, de los cuales cerca de la mitad son transitables. Sus lagos subterráneos y las impresionantes formaciones calizas —estalactitas, estalagmitas, columnas, gours, pisolitos y cortinas— de la Sala de los Brillantes, el Salón de la Cristalería de Dios o la famosa Sala de los Desnudos despiertan la curiosidad de cualquiera.

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El agua está presente en toda la sierra en forma de lavaderos, manantiales y caños, y Fuenteheridos no es una excepción, con su fuente de los Doce Caños, en la plaza del Coso, donde se concentran restaurantes y comercios y en la que nace el río Múrtiga. El campanario de la iglesia del Espíritu Santo preside este pueblo de típicas callejuelas serranas.

En la zona oeste de la sierra, en dirección a Aroche, se encuentra Almonaster la Real, cuya herencia árabe tiene su máximo exponente en la antigua mezquita fortaleza —una de las pocas existentes en España—, mezcla del legado romano, visigodo e islámico. La portada de estilo manuelino portugués (única en la comarca) de la iglesia de San Martín, el puente romano y la mezcla de casitas encaladas y edificios señoriales son otros de los atractivos del lugar. Por su parte, en Cortegana —ya muy cerca de la frontera con Portugal— destacan el imponente castillo medieval y la iglesia gótico-mudéjar del Divino Salvador, así como su mismo casco urbano, donde nace el río Chanza.

Vista del pueblo de Alájar, en la onubense Sierra de Aracena.
Vista del pueblo de Alájar, en la onubense Sierra de Aracena.Z. Sánchez (Getty)

Ocres y rojizos

“Porque perpetuamente tiene verdura de monte, y pasto de yerba y diversos frutos que caen de las matas”, dijo también Arias Montano de esta sierra que saca sus mejores colores justo ahora, en otoño. Los tonos dorados, ocres y rojizos de los bosques de castaños, encinas, alcornoques y quejigos se mezclan con el verde brillante de los helechos de las riberas de los ríos, donde también crecen fresnos, chopos, sauces y, para alegría de los micólogos, multitud de especies de setas: tanas, tentullos, gallipiernos, chantarelas, champiñones, níscalos, gurumelos y rebozuelos de alto valor culinario.

Una densa red de senderos desmonta los prejuicios de aquellos que aún piensan que Andalucía es una tierra seca. La mayoría de ellos conectan unos pueblos con otros, en rutas de ida y vuelta o circulares. Desde Castaño del Robledo, un pueblo tan diminuto como encantador —en él destaca su iglesia inacabada—, parten caminos hacia Galaroza, Fuenteheridos, Alájar o Santa Ana la Real. Otra ruta conduce a la cascada de los Chorros de Ollarancos. Hiperbólico, apasionado, nuestro hombre concluye: “Juntas todas las bellezas naturales que este lugar posee no creo haya pieza en Europa que le lleve ventaja”.

Sara Mesa es autora de la novela Cara de pan (Anagrama).

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