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De Noruega a Australia, los 20 mejores viajes por carretera

De la sinuosa ruta de los troles al italiano valle de Orcia, recorridos para aventureros y trotamundos empedernidos

Turistas contemplando una manada de bisontes americanos al borde de la carretera, en parque nacional del Grand Teton, en Wyoming (EE UU).
Turistas contemplando una manada de bisontes americanos al borde de la carretera, en parque nacional del Grand Teton, en Wyoming (EE UU). Edwin Remsberg (Getty)

Carreteras placenteras para disfrutar en cada recodo; caminos exigentes que atraviesan desiertos o montañas casi imposibles; rutas para conducir mientras contemplamos animales salvajes por la ventanilla y recorridos míticos que atraviesan países y hasta continentes enteros.

Más información
en 'Las mejores rutas del mundo por carretera', de Lonely Planet, y en lonelyplanet.es

1. Carretera secundaria para ver fauna

De Grand Teton a Yellowstone (Wyoming, EE UU)

El estado de Yellowstone es una hazaña de la naturaleza. Entre sus singulares características supervolcánicas se cuentan la mitad de los géiseres del mundo, el lago a mayor altitud de todo el país y montones de ríos y cascadas magníficos. Al sur, el parque nacional de Grand Teton ofrece un paisaje de picos escarpados, plácidos ríos y territorio alpino sublime. La observación de fauna puede empezar en Jackson, donde (en invierno) alces, bisontes y muflones de las Rocosas se congregan en el National Elk Refuge, y no es raro ver osos grizzly por la carretera secundaria de Moose a Wilson.

Las tierras bajas húmedas de Oxbow Bend son un paraje incomparable para ver alces, uapitíes, águilas calvas y otras aves, mientras que los atascos de osos (o bisontes) a veces son un problema desde el lago Yellowstone en adelante. Más allá del Gran Cañón del Yellowstone, en dirección este, se llega al valle de Lamar, conocido como el Serengeti de Norteamérica por sus manadas de bisontes, uapitíes y algún que otro grizzly o coyotes. También es un buen sitio para ver lobos, sobre todo en primavera.

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Pista de tierra en un tramo del Tanami Track, en Australia.
Pista de tierra en un tramo del Tanami Track, en Australia.Getty Images

2. Conducir a través de un desierto

Tanami Track (Australia)

La zona interior más remota de Australia ofrece muchas opciones para cruzar el desierto, pero el Tanami Track es un clásico. Empieza 20 kilómetros al norte de Alice Springs, en el Red Centre de Australia, y la carretera solo está asfaltada durante los primeros 315 kilómetros, hasta la Tilmouth Roadhouse.

Después, una pista de gravilla bastante cuidada (pero solo apta para todoterrenos, y a veces impracticable tras la lluvia) atraviesa comunidades indígenas remotas como la Yuendemu, y así como cientos de kilómetros de terreno desértico, pasando por macizos y ranchos aislados. Una gran ruta desde el Territorio del Norte y hasta Australia Occidental, cuya mejor época es de junio a septiembre.

3. Peligrosa e imponente

Col de Turini (Francia)

Suele figurar en las listas de las carreteras más peligrosas del mundo, aunque el riesgo se reduce mucho si se conduce con cuidado. Algo que precisamente no hacen los pilotos del rally de Montecarlo, cuyos bólidos han deteriorado las clásicas balaustradas francesas de piedra que protegen de la caída al valle. Tras 34 curvas cerradas se coronan los 1.604 metros de este puerto de montaña, donde hay tres hoteles que aguardan al viajero para ayudarle a recuperar las pulsaciones.

El Hôtel Les Trois Vallées tiene las paredes llenas de fotografías de está mítica prueba de rally –en enero de 2019 celebra su 87 edición–, y en ellas se advierte que en invierno la carretera puede cerrarse a causa de la nieve, con la que los pilotos se las ven cada año en la prueba de Montecarlo. Por desgracia, no podremos disfrutar del precioso paisaje que ofrece este tramo de la D2566 si nos toca conducir, ya que si no presta atención en todo momento al asfalto, la carretera podría hacer honor a su trágica reputación.

Vista aérea de la Sea to Sky Highway, entre Squamish y Whistler (Canadá).
Vista aérea de la Sea to Sky Highway, entre Squamish y Whistler (Canadá).Edgar Bullon (alamy)

4. Con las mejores vistas

Sea to Sky Highway (Canadá)

Conduciendo desde Vancouver, esta ruta corta revela toda la esencia de las costas de la Columbia Británica, con majestuosas vistas del mar y la montaña. Es un viaje que invita a hacer ejercicio –pasa por la pintoresca estación de esquí de Whistler–, observar fauna –las águilas calvas se dan un festín de salmones en Brackendale y en los montes Tantalus habitan osos grizzly y pumas–, descubrir la rica cultura autóctona de los indios –el centro cultural Squamish Lil’wat atesora canciones, diseños y gastronomía– y poner a prueba nuestra valentía en la plataforma mirador de las vertiginosas Brandywine Falls.

Cerca de Howe Sound se puede contemplar la mole del Stawamus Chief, de 700 metros, uno de los monolitos graníticos más grandes del mundo. Es un paraje sagrado para los squamish, y territorio de cría de halcones peregrinos, aunque solo apto para escaladores expertos. A lo largo de la Highway 99, entre Squamish y Whistler, también se puede disfrutar de abundante café ecológico recién tostado. La Columbia Británica en estado puro.

Vista del puerto de Grimsel, en Suiza.
Vista del puerto de Grimsel, en Suiza.Hiroshi Higuchi (Getty)

5. Curvas, curvas y más curvas

Ruta circular Susten-Grimsel-Furka (Suiza)

Con tres puertos alpinos entre medias, esta ruta circular ofrece zigzags y precipicios de vértigo, atravesando por bosques frondosos, glaciares, embalses, cimas yermas y vistas panorámicas de los picos. El puerto de Susten, una carretera ancha con pendientes asumibles, pone al conductor en guardia antes de adentrarse en terrenos más exigentes como el puerto de Grimsel, donde las pendientes son de vértigo y las curvas, difíciles de trazar. Está cerrado de octubre a mayo por fuertes nevadas.

Después llega el puerto de Furka, una carretera estrecha sin guardarraíles, caídas escarpadas y curvas en horquilla, famosa porque fue escenario de una trepidante persecución en coche, a la altura de James Bond, para la película Goldfinger. Conviene consultar la predicción meteorológica antes de partir.

Una legua de lava solidificada en la carretera de Chain of Craters, en Hawái.
Una legua de lava solidificada en la carretera de Chain of Craters, en Hawái.dave jepson (alamy)

6. La ruta de los cráteres

Hawái (EE UU)

Para conocer los parajes volcánicos de Hawái en profundidad, la mejor opción es tomar la Chain of Craters Road, que serpentea 32 km por el corazón del humeante parque nacional de los Volcanes de Hawái, uno de los lugares más bellos y surrealistas de “la Gran Isla”. La carretera discurre por las laderas del Kilauea, el volcán más joven y activo de la Tierra.

El paisaje está absolutamente dominado por la negra lava endurecida, que se extiende durante cientos de kilómetros. Y la lava establece también el final de la ruta, lenguas recientes, ya solidificadas, se extienden por el último tramo asfaltado. El mejor momento para fotografiar este paisaje sin igual es a primera hora de la mañana y al final de la tarde, cuando la luz solar cae oblicua sobre las negras rocas.

Mirador en la carretera de los troles, en Noruega.
Mirador en la carretera de los troles, en Noruega.W. Meier (Getty)

7. La senda de los troles

Andalsnes (Noruega)

Noruega tiene varias carreteras espectaculares, aunque ninguna puede compararse a la legendaria Trollstigen (la ruta de los troles) en cuanto a paisajes. Esta sinuosa y retorcida carretera de montaña enlaza las ciudades de Åndalsnes y Valldal, y es célebre por su pronunciada pendiente (más del 10% en algunos puntos) y sus 11 curvas cerradas, cada una con nombre propio: Dronningen (la Reina), Bispen (el Obispo)...

La carretera está cerrada de octubre a mediados de mayo por la nieve que acumula, así que es preferible acudir en verano. Eso sí, incluso entonces, la niebla puede enturbiar la vista (debido a la altitud), por lo que además conviene escoger un día claro. El momento ideal es después de un período de lluvias abundantes, cuando las cataratas se precipitan caudalosas por las laderas.

Un todoterreno en el salar del parque nacional de Etosha, en Namibia.
Un todoterreno en el salar del parque nacional de Etosha, en Namibia.Bill Gozansky (alamy)

8. Bordeando el gran salar

Etosha (Namibia)

Inmenso, fantasmagórico e increíblemente bello, el salar de Etosha ocupa 48.00 kilómetros cuadrados del norte de Namibia. El gran lugar blanco, en la lengua de los ovambo, la tribu local, es el vestigio de un enorme lago que se secó hace miles de años y actualmente es parque nacional protegido.

La conducción por el interior del salar está prohibida, pero hay un sistema de carreteras bien mantenido que bordea el límite meridional del salobral. Desde allí se obtienen grandiosas vistas de su blanca y radiante extensión, y además se accede a las praderas y abrevaderos que atraen a gran cantidad de leones, leopardos, elefantes, jirafas y rinocerontes. Entre noviembre y abril, el salar está cubierto por una lámina de agua que atrae a cientos de miles de flamencos.

9. El camino vikingo

Terranova (Canadá)

Siguiendo una senda histórica por uno de los rincones más remotos de Canadá, la ruta vikinga conecta los antiguos cementerios de los nativos, los asentamientos europeos más antiguos en Norteamérica y restos de la ocupación francesa y británica por una ruta que atraviesa paisajes impresionantes. Majestuosos icebergs flotan entre monumentales columnas de roca en el mar, fiordos imponentes se abrieron en montañas ancestrales y salmones gigantescos saltan en los ríos.

Es una ruta increíble por una costa azotada por el viento, donde valles arbolados dan paso a caletas resguardadas, antiguas formaciones volcánicas y paisajes marcados por glaciares colosales. Por el camino se pasa por el cementerio de Port au Choix, de 5.000 años de antigüedad, por fiordos protegidos por la Unesco y, en la punta noroeste de Terranova, por L’Anse aux Meadows, un asentamiento vikingo ya establecido cinco siglos antes de que Jacques Cartier o Colón descubrieran el nuevo mundo.

Desfiladero de Standley Chasm, en la australiana cordillera MacDonnell.
Desfiladero de Standley Chasm, en la australiana cordillera MacDonnell.Krzysztof Dydynski (Getty)

10. Travesía por la tierra roja

Uluru y Red Centre (Australia)

Esta aventura por el interior de Australia hay que planearla entre abril y agosto, pues el resto del año el calor es demasiado abrasador. Uluru, el punto de partida, es un lugar extraordinario que no tiene parangón en todo el planeta. Cerca, las 36 formaciones rocosas de Kata Tjuta y el abismo de Kings Canyon fascinan a los visitantes. Con Alice Springs como base, para librarse del polvo y dormir en sábanas limpias, se puede ir en línea recta hasta Ellery Creek Big Hole, donde uno puede bañarse entre escarpados riscos en sus heladas aguas. Es una de las paradas obligatorias en la cordillera MacDonnell occidental, junto con el desfiladero de Standley Chasm y la garganta de Ormiston. En este territorio se concentra la esencia del Red Centre: la tierra roja y las elevaciones espectrales en un paisaje cargado de espiritualidad.

Panorámica del valle de San Quirico d'Orcia, en la Toscana (Italia).
Panorámica del valle de San Quirico d'Orcia, en la Toscana (Italia).Shaiith (Getty)

11 Curvas entre viñedos

Valle del Orcia (Italia)

Los paisajes del valle del Orcia, patrimonio mundial, han aparecido en numerosas películas, desde Gladiator hasta El paciente inglés. Un mosaico de colinas y verdes valles en la región de la Toscana, hogar de villas renacentistas como Pienza y ciudades medievales amuralladas como Montalcino, entre cuyos viñedos se puede degustar una copa del inconfundible sangiovese de Brunello, acompañado de productos de la tierra, como castañas y trufas, de gran calidad.

Un itinerario clásico por este precioso paisaje comenzaría en la ciudad medieval de Montepulciano, hasta los viñedos de Montalcino, y después seguiría hacia el sur por la SR2 con destino a la singular villa de Castiglione d’Orcia, para terminar en la fortaleza de Radicofani.

12. Viaje en el tiempo hasta Taormina

Sicilia

Encrucijada en el Mediterráneo durante 25 siglos, Sicilia es heredera de un legado cultural incomparable, desde templos griegos hasta iglesias normandas y obras bizantinas y árabes. La ruta propuesta nos lleva desde la exótica Palermo, abanicada por las palmeras, hasta los esplendores barrocos de Siracusa, la ciudad más importante del mundo antiguo, y Catania, ennegrecida por la lava. Por el camino también se puede admirar el sorprendente y variado paisaje siciliano, con bucólicas tierras de cultivo, volcanes humeantes y extensas franjas azules de costa. A 80 kilómetros de Palermo, por la A29, el templo griego de Segesta es un rincón mágico. Y siguiendo la ondulante carretera de la costa se llega hasta las ruinas de la antigua Akragas, en Agrigento. El broche de este panorámico itinerario lo pone el teatro griego de Taormina, de perfecta forma de herradura, suspendido entre el cielo y el mar, con fabulosas vistas al amenazador Etna a través de las columnas derruidas.

El Château de Chenonceau, en el valle del Loira (Francia).
El Château de Chenonceau, en el valle del Loira (Francia).Esbin Anderson (Getty)

13. De castillo en castillo

Valle del Loira (Francia)

Durante siglos, este gran río de Francia ha sido el telón de fondo de intrigas reales y de una arquitectura espectacular. Desde los beligerantes condes medievales hasta los monarcas franceses, incontables figuras muy poderosas han dejado su huella en el valle del Loira. Siguiendo una ruta entre Chinon y Chambord, se recorren nueve de los castillos más emblemáticos, desde una austera fortaleza medieval hasta lujosos palacios reales, como Langeais, Villandry, Blois y Cheverny. También el romántico Azay-le-Rideau (una de las auténticas joyas de Francia), el elegante Château de Chenonceau, el fortificado Château Royal d’Amboise (del siglo XV) y el derroche de esplendor del Château de Chambord. Hacia la mitad del viaje, un desvío por la A85 y la D493 permite salirse de la ruta más trillada para visitar cuatro castillos que suelen pasar inadvertidos.

Centro histórico de la ciudad de Rothenburg ob der Tauber, en Baviera, al sur de Alemania.
Centro histórico de la ciudad de Rothenburg ob der Tauber, en Baviera, al sur de Alemania.Getty Images

14. Fortalezas de cuento

Sur de Alemania

Este romántico viaje recorre varios castillos durante 600 kilómetros por el sur de Alemania y a lo largo de mil años de historia del país. Se inicia la ruta en Mannheim, la ciudad más barroca de Alemania, y se termina en el Altes Schloss de Bayreuth. La idea es visitar un castillo cada día, y cuando uno esté cansado de fortalezas, nada más fácil que escaparse a un interesante museo o a una taberna tradicional para degustar salchichas locales (las de Coburgo son especiales) y su insuperable cerveza. Entre las ciudadelas y asentamientos más llamativos se cuentan las ruinas renacentistas del castillo de Heidelberg que dominan la vieja ciudad, los muros medievales que rodean el núcleo histórico de Rothenburg ob der Tauber, y el Kaiserburg de Núremberg, un enorme recinto con castillo que refleja fielmente el poderío de la ciudad durante la época medieval. Y no hay que olvidar el espectacular castillo Guttenberg sobre el valle del Neckar o el casco antiguo de Bamberg, patrimonio mundial.

Carretera en un valle de Milford Sound, en Nueva Zelanda.
Carretera en un valle de Milford Sound, en Nueva Zelanda.Getty Images

15. Entre fiordos en las Antípodas

Milford Sound (Nueva Zelanda)

Fiordland es la parte más salvaje (y húmeda) de Nueva Zelanda, un paisaje raído y escarpado de montañas cortadas por fiordos. No son las montañas más altas del país, pero sí están entre las más inaccesibles. El trayecto de Te Anau a Milford Sound es la única vía de acceso por carretera. La primera parte de la ruta sigue la costa del lago Te Anau, que parece un fiordo interior, antes de adentrarse en el parque nacional de Fiordland por el valle Eglinton. Es buena idea parar aquí y contemplar los lagos Mirror (espejo), que hacen honor a su nombre. Después la carretera suba hacia Divide, un puerto de montaña que también es el punto de partida de la popular Routeburn Track. Tras cruzar las montañas por el túnel Homer, de 1,2 kilómetros de longitud, el asfalto inicia un vertiginoso descenso hasta Milford Sound, rodeado de montañas.

Tramo de la carretera del Karakorum entre Pasu y el paso de montaña de Khunjerab, al norte de Pakistán.
Tramo de la carretera del Karakorum entre Pasu y el paso de montaña de Khunjerab, al norte de Pakistán.Getty Images

16. La autopista del Himalaya

Karakorum Highway (Pakistán)

A pesar de la inestabilidad en la frontera del Noroeste, el épico cruce de Pakistán a China sigue siendo practicable, en teoría, con una planificación estratégica y una dosis de buena suerte. Originalmente, la carretera del Karakorum formaba parte de la Ruta de la Seda, y discurre por el puerto de montaña de Khunjerab (a 4.693 metros, abierto de mayo a diciembre), antes de descender hasta Kashgar. Una ruta trepidante y con pocas comodidades tras el idílico valle de Hunza.

La mayoría de los viajeros empiezan en Gilgit, bordeando la zona de riesgo alrededor del paso Khyber, para luego serpentear al noreste hacia China, a través de los valles altos y secos de la cordillera del Karakórum. Tallado en roca y hielo, el trazado es tan imponente como el terreno que transita, pero debido a los trámites que requiere conseguir un permiso de conducir chino, muchos viajeros lo cruzan en autobús o en bicicleta.

La carretera Panamericana a su paso por la desértica región de Nazca, al sur de Perú.
La carretera Panamericana a su paso por la desértica región de Nazca, al sur de Perú.Linda Whitwam (Getty)

17. Por la Panamericana

Sur de Perú

Con playas desiertas a un lado y los imponentes Andes al otro, el espectacular tramo de la Panamericana en el sur de Perú abarca desde vestigios preincaicos hasta bodegas de renombre. Discurre por el desierto costero, aldeas de pescadores y localidades de época colonial, mostrando una faceta del país que pocos visitantes ven.

De paso se puede disfrutar de descensos en rafting y catas de vino, visitar las misteriosas líneas de Nazca, descansar en el lindo Chala o ir en barco a las islas Ballestas, con sus leones marinos, pingüinos y piqueros. Yendo hacia el sur el paisaje se va tornando más hostil hasta que, en la bonita Moquegua, se entra en el desierto de Atacama, el más seco del mundo. Por seguridad, se debe conducir solo de día y llenar el depósito siempre que se pueda.

18. Los caminos de la uva

Valle del Douro (Portugal)

El valle del Douro (el Duero portugués) es una de las primeras regiones vinícolas demarcadas del mundo (en 1756), y es una preciosidad: interminables kilómetros de empinadas viñas acopladas en terrazas, ascendiendo desde las orillas del río. Su corazón es el Alto Douro, patrimonio mundial, y la ruta empieza en las espléndidas bodegas de Oporto para avanzar, lentamente, hacia el este y la frontera española. De camino se verán un sinfín de históricas fincas vitivinícolas, como Quinta Nova y Quinta do Crasto, y habrá que parar a contemplar la alucinante panorámica de Casal de Loivos, desde cuyo mirador, el Duero y sus viñas quedan reducidos a formato de postal. Conviene reservar entre cinco días y una semana para apreciar bien la ruta.

19. Iglesias de madera

Polonia

En Malopolska creen que sus pintorescas iglesias de madera, declaradas patrimonio mundial, se han salvado de tan incontables guerras por intercesión divina. Estos templos en forma de refinado sombrero de mago marcan el paso en una encantadora ruta hacia el este de Cracovia. La primera parada es Lipnica Murowana, donde la iglesia gótica de San Leonardo se remonta al siglo XV. Siguiendo hacia el este, Binarowa presume de una iglesia del siglo XVI ricamente decorada.

Tras desviarse hacia el sur hasta la iglesia de empinados aleros de Sekowa, que casi se quema en la II Guerra Mundial, se retoma la carretera principal. Un agradable trayecto hacia el este por tierras de labor lleva a la preciada iglesia de Haczów: es la iglesia de madera gótica más grande de Europa, milagrosa superviviente de los ataques tártaros. Por fin, se llega a Blizne y su iglesia de singular decoración. Se tendrá el mejor tiempo para la ruta de mayo a septiembre.

Un tramos de la Great Ocean Road, en la costa de Victoria (Australia).
Un tramos de la Great Ocean Road, en la costa de Victoria (Australia).Alexwise (Getty)

20. De Melbourne a Sidney, en coche

Great Ocean Road (Australia)

La Great Ocean Road es el comienzo inolvidable de un itinerario de 1.000 kilómetros por la costa entre Melbourne y Adelaida, pero hay otra ruta panorámica similar entre Melbourne y Sídney, en sentido contrario, evitando la recta Hume Hwy por un trazado más largo que bordea el extremo oriental de Victoria y asciende después por la costa de Zafiro, en Nueva Gales del Sur. Se recomienda tomarse unos días para este viaje y pernoctar en las sencillas comunidades playeras, para llegar a Sídney en buenas condiciones (no agotados).

Hay varias rutas para llegar a la costa este desde Melbourne. La más popular es atravesar las verdes colinas de Gippsland y bordear el remoto parque nacional Croajingolong, con playas salvajes. Si se dispone de equipo, acampar aquí es una experiencia mágica. Cruzando la frontera de Nueva Gales del Sur, se llega a la costa de Zafiro, con tranquilas calas, recónditos puntos para hacer surf, ciudades con playa y lugares estratégicos para observar ballenas. Las opciones de alojamiento van desde moteles a Bed & Breakfast y complejos exclusivos.

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