Ya está grabando la temporada de 2019 de Diario de un nómada, su programa de viajes para Televisión Española. Recién llegado de Asia Central, Miquel Silvestre recuerda la aventura a bordo de su moto por la cordillera del Pamir.
Sitúeme en el mapa esas montañas.
La cordillera del Pamir bordea la frontera entre Afganistán y Tayikistán. La recorre durante 1.000 kilómetros la carretera Pamir Highway, a 4.600 metros de altura. Es un desafío: no está asfaltada, hay ventiscas… Además, es una ruta que no se encuentra de camino hacia ningún otro sitio.
Y usted la recorrió en moto junto a dos cámaras.
Sí, con Antonio Piris y Christian Esposito. Me acompañaban en furgoneta mientras filmaban. A veces tardábamos 15 horas en hacer 340 kilómetros.
¿Dónde compraban combustible?
Es difícil conseguirlo, y más aún si lo quieres de calidad. Algunas personas lo almacenan y te lo venden por litros, pero no sabes lo que estás comprando: a lo mejor te dan uno con menos octanaje y eso te estropea el motor.
Descríbame esos paisajes.
La parte que va paralela a Afganistán es la garganta de un río que baja muy bravo. A ambos lados hay montañas. El lado afgano es verde, y el tayiko, seco. En el interior, junto a la montaña, había momentos en que me sentía en la Puna de Bolivia, porque es un altiplano. O a veces en la Patagonia: no hay árboles ni vegetación, es un desierto de piedras con maleza, aunque en vez de llamas allí hay yaks.
¿Son muy distintos entre sí los dos países?
Políticamente, sí: aunque ambos pueblos son de ascendencia pamir, por la herencia soviética, las niñas de Tayikistán van todas al colegio y hablan inglés. Y las mujeres van descubiertas y tienen plenos derechos. En el lado de Afganistán, a 30 metros, van con burka. Es el contraste más extremo de los países fronterizos que he recorrido.
¿Dónde se alojaban?
A menudo en casas de gente a los que les pagas un dinero. Y desayunas con ellos: siempre toman huevos, normalmente fritos con manteca, y leche. Fruta fresca no hay.
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