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Concierto alado en las marismas sevillanas

Tres espacios naturales al sur de la capital andaluza donde disfrutar observando aves en el curso bajo del Guadalquivir

Una bandada de flamencos en una de las lagunas de la reserva natural Dehesa de Abajo (Sevilla).
Una bandada de flamencos en una de las lagunas de la reserva natural Dehesa de Abajo (Sevilla).hani Latif Zaloum (age)
Sara Mesa

"Tengo un pájaro en primavera / para mí sola canta”, dejó escrito la gran Emily Dickinson, aunque lo cierto es que en primavera los pájaros no cantan para nosotros, sino para los otros pájaros. Efervescente y bulliciosa, es la estación en la que muchas aves inician sus bellos ritos de cortejo y los consiguientes trabajos de nidificación y cría. En el entorno de Doñana son muchas las que se instalan en las marismas para reproducirse, creando un hermoso paisaje visual —y sonoro— único en Europa. Que Doñana (que abarca tierras de Sevilla, Huelva y Cádiz) es un paraíso para los pájaros es algo bien sabido; quizá no lo sea tanto que el ecosistema de la marisma sevillana es también rico en opciones para los que deseen iniciarse en el llamado turismo ornitológico, que no es más que aventurarse, prismáticos y guía en ristre, para avistar pájaros en parajes naturales.

Cigüeñas en un arrozal de Isla Mayor.
Cigüeñas en un arrozal de Isla Mayor.JULIÁN ROJAS

Isla Mayor

Los alrededores de Isla Mayor (población situada a unos 50 minutos de Sevilla) son excepcionalmente fértiles para observar todo tipo de aves anátidas, limícolas y rapaces. Sabedor de este potencial turístico, el municipio ha decorado con llamativos murales estilo pop art muchos de sus edificios públicos e industriales. Pero la verdadera atracción son los terrenos destinados al cultivo del arroz, cuya topografía fue espectacularmente llevada al cine por Alberto Rodríguez en La isla mínima (2014), y que despliegan una rara belleza, en especial en los amaneceres y atardeceres. El amante de los pájaros hará bien en madrugar y pasear por los caminos que rodean estos arrozales, donde buscan su alimento cada día cigüeñas blancas y negras, garzas imperiales y moritos.

Cerca de allí, en el término de La Puebla del Río, discurre uno de los ramales del paraje natural del Brazo del Este —uno de los antiguos brazos del río Guadalquivir—, que es también un tesoro para el turismo ornitológico por la gran cantidad de especies que pueden observarse: garzas, ánades azulón y rabudo, pato cuchara, cerceta pardilla, milano real, aguilucho lagunero, martinetes… Este cinturón de vegetación natural, además, acoge una de las mayores poblaciones de calamones de toda Europa, con su plumaje azul brillante y sus vistosos picos rojos.

javier belloso

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Dehesa de Abajo

Por su parte, la reserva natural concertada Dehesa de Abajo es una interesante parada por la diversidad de sus más de 600 hectáreas: lagunas, canales, pinares y un acebuchal con caminos que pueden recorrerse a pie, en bicicleta o a caballo. Desde los observatorios que se ubican junto a la laguna —y siempre que se guarde el debido silencio—, no es difícil avistar flamencos, fumareles, zampullines, patos colorados, espátulas y especies protegidas como la focha moruna y la cerceta pardilla. Además, por los pinares y pastizales en los que pastan caballos y vacas, sobrevuelan rapaces como milanos negros y reales, ratoneros y águilas calzadas. La entrada a esta reserva, conocida por su enorme colonia de cría de cigüeña blanca, es libre y gratuita, pero hay que pagar dos euros por dejar aparcado el vehículo en la entrada. También se ofrecen visitas guiadas (en grupos de un mínimo de 10 personas), cursos de ornitología, botánica, herpetología y entomología, así como talleres de fotografía y un restaurante con arroces típicos de la zona.

Cañada de los Pájaros

Y para los que pierdan la paciencia en los observatorios o estén ávidos de ver aún más especies, el lugar idóneo es la Cañada de los Pájaros, una maravillosa reserva natural puesta en marcha hace unos 30 años por una pareja de entusiastas biólogos que, con esfuerzo encomiable, transformaron una gravera abandonada en un humedal único por su situación estratégica en plena ruta migratoria. En la actualidad, esta reserva acoge programas de educación ambiental y recuperación de avifauna, y destaca por sus proyectos de cría en cautividad de especies amenazadas, como la focha cornuda (que estuvo a punto de extinguirse en Europa) o la grulla común (que hacía mucho que no anidaba en Doñana y que ahora ha vuelto a hacerlo).

Lo que hace diferente a la Cañada de cualquier otro paraje de la zona es la posibilidad de admirar unas 200 especies de aves diferentes —algunas de ellas exóticas— y observar con más profundidad su comportamiento. Entre garcillas, cercetas, malvasías, cigüeñas, porrones, avocetas, flamencos y martinetes, el visitante asiste a un espectáculo visual y sonoro que podría ser el mejor sueño de Burt Lancaster en El hombre de Alcatraz y la peor pesadilla de Tippi Hedren en Los pájaros. El enclave no es solo recomendable en primavera, sino durante todo el año, pues acoge aves en todos los momentos del ciclo migratorio. Para sus promotores, la mayor satisfacción es saber que hay algunas que vuelven cada año. Además, la Cañada cuenta con una casa rural de dos plantas con capacidad para entre dos y cuatro personas y con una taberna con vistas a la laguna.

Sara Mesa es autora del libro de relatos ‘Mala letra’ (Anagrama).

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