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Comer
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Tapas de alta cocina en Barcelona

En Gresca Bar, la segunda marca del chef Rafa Peña, se sirven mariscos a la brasa, casquería y buenos postres

Restaurante Gresca Bar, en Barcelona.
Restaurante Gresca Bar, en Barcelona.
Puntuación: 7
Pan7
Bodega7,5
Café7
Ambiente6
Aseos7
Servicio6
Cocina7,5
Postres7

Gresca Bar no es un bar de tapas como tantos otros. Equivale a la segunda marca del cocinero Rafa Peña, que en complicidad con su esposa, Mireia Navarro, y desde octubre de 2016, gestiona también este espacio comunicado con su primitivo restaurante a través de una cocina abierta dotada de minibarra y seis taburetes. En realidad, se trata de un pasillo ruidoso con mesitas incómodas en las que se disfruta de especialidades escandalosamente buenas. A veces tapas, en ocasiones bocaditos o medias raciones, frituras, salazones, mariscos a la brasa y postres que superan, incluso, a las propuestas saladas. Recetas rescatadas de la cocina tradicional, popular, clásica o moderna, que Peña reinterpreta con un instinto que emociona.

Alta cocina informal en el sentido más riguroso de la frase, que numerosos clientes acuden a disfrutar en todos los turnos. “Nunca me hubiera imaginado que íbamos a tener semejante éxito”, asegura el patrón, quien, con la ayuda de una brigada joven, termina a la vista especialidades destinadas a ambos negocios. En el bar, recetas bien presentadas sin adornos que desdibujen los productos. Ingredientes caros o baratos que se cocinan con idéntico desparpajo. Desde ostras a la brasa, berberechos con vinagreta de verduras y chuletas de vaca vieja, hasta recetas de casquería como las mollejas de ternera con puré o el sabroso hojaldre relleno de tuétano y oreja de cerdo.

Hojaldre de terrina de oreja y foie, plato del Gresca Bar.
Hojaldre de terrina de oreja y foie, plato del Gresca Bar.

Algunas de sus propuestas parecen inspiradas en escenarios lejanos. Si las carnosas gildas de bacalao miran a la parte vieja donostiarra, los boquerones en vinagre de doble filete, monumentales, husmean en las tascas madrileñas, y las berenjenas lacadas, deliciosas, en las tabernas japonesas. Hace falta mucha personalidad para ofrecer un seso de ternera entero con mantequilla y limón como plato de peso, símbolo de la gran casquería olvidada. Por supuesto, el celebrado biquini de panceta de ibérico y queso comté alcanza el sobresaliente. Entre tantos aciertos queda un poco desairada su anodina ensalada de colmenillas y brócoli. Lo mismo que la de remolacha con frutos secos, sobrada de aceite. La codorniz en salsa agridulce precede a los postres. Delicadísimo el pastel de chocolate con helado de vainilla; enorme su torrija, y menos golosa la pavlova con cítricos. La bodega, bien gestionada, con vinos rastreados con criterio, es otro de sus puntos fuertes. Gresca Bar juega en territorios ajenos a sofisticaciones, en los que comida y bebida conforman un todo que entusiasma.

Gresca Bar

  • Dirección: Provença, 230 (Barcelona)
  • Teléfono: 934 51 61 93
  • Cierra: nunca
  • Precio: entre 30 y 50 euros por persona. Gilda de bacalao, piparra y pimiento, 4,50 euros. Bikini de lomo ibérico y comté, 10. Colmenillas con butifarra de perol, 12. Pastel de chocolate con helado de vainilla, 7.

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Sobre la firma

José Carlos Capel
Economista. Crítico de EL PAÍS desde hace 34 años. Miembro de la Real Academia de Gastronomía y de varias cofradías gastronómicas españolas y europeas, incluida la de Gastrónomos Pobres. Fundador en 2003 del congreso de alta cocina Madrid Fusión. Tiene publicados 45 libros de literatura gastronómica. Cocina por afición, sobre todo los desayunos.

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