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Fuera de ruta

Amanecer en el lago Titicaca

De la peruana Puno a la boliviana Copacabana, un viaje a 4.000 metros de altura en busca de las raíces incas

Una embarcación frente a una de las islas de los uros, en la parte peruana del lago Titicaca.
Una embarcación frente a una de las islas de los uros, en la parte peruana del lago Titicaca. Jess Kraft (Getty)

Según la mitología, de las espumas del lago Titicaca nació Manco Cápac, hijo del dios Sol y fundador de la cultura inca. Este mar de agua dulce —más de 8.500 kilómetros cuadrados entre Perú y Bolivia— a 3.812 metros de altura forma un paisaje fascinante con los Andes nevados como horizonte. Alrededor de esta gran lámina acuática de color cobalto se sitúan la ciudad peruana de Puno y la boliviana Copacabana. El viaje entre ambas es una experiencia única que da pie a conocer las costumbres ancestrales de la región, disfrutar de emocionantes paisajes y profundizar en la civilización inca.

javier belloso

Puno

Aunque muchos consideran Puno un lugar de paso, no está exento de encanto. A medio camino entre Arequipa y Cuzco, es un punto ideal para aclimatarse a la altura. Se halla a casi 4.000 metros de altitud y sus casas se arraciman en la orilla del lago. Destaca la catedral barroca construida por los jesuitas en el siglo XVIII que ocupa el centro de la plaza de Armas. Buenos restaurantes flanquean este cuadrado perfecto, por ejemplo Casa del Corregidor (Jirón Destua, 576), en un antiguo palacio, y Mojsa (Jirón de Lima, 635), que hace honor a su nombre con una comida peruana muy rica (mojsa significa delicioso en aimara). Desde la gran plaza hasta el parque Pino se extiende el Jirón de Lima, la calle peatonal que es el centro neurálgico de la ciudad y donde se multiplican empresas turísticas que organizan circuitos por los alrededores y cruceros por el lago Titicaca.

Del puerto de Puno zarpan los barcos que en media hora llegan a las islas de los uros, grandes plataformas flotantes de totora que ocupan comunidades de tres a cinco familias aimaras cuya subsistencia depende en la actualidad esencialmente del turismo. Se dice que sus ancestros fueron los primeros habitantes de la región y que se refugiaron en estas islas huyendo de las incursiones bélicas de los incas. Si se desea conocer mejor la vida en el Titicaca, es buena idea una excursión a la isla de Taquile, donde uno puede alojarse en casa de una familia local.

A media hora en barco de Puno, familias aimaras viven en grandes plataformas flotantes de totora

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Copacabana

Desde Puno se llega en unas cinco horas en autobús hasta Copacabana, un destino joven y repleto de restaurantes situado en el extremo de la península homónima. A orillas del lago Titicaca y flanqueada por dos colinas, la localidad se sitúa a 3.841 metros de altitud. Deambular por las calles y sentarse en una de las terrazas del puerto es muy agradable. Entre el mal de altura, las cálidas temperaturas y la buena comida, uno se imagina que podría pasar largas temporadas en una ciudad cuya calma se rompe los fines de semana, cuando acuden centenares de coches para ser bendecidos frente a la catedral. Allí se monta un mercadillo de adornos para los vehícu­los. El templo, del siglo XVI y estilo morisco, alberga la talla de la Virgen de la Candelaria, llamada la Reina de Bolivia por el fervor que despierta.

La isla del Sol

Copacabana fue fundada por el inca Túpac Yupanqui para acoger a los peregrinos que deseaban visitar la isla del Sol, y hoy los barcos zarpan desde su puerto con el mismo destino. El viaje de 15 kilómetros dura una hora y media, y lo más aconsejable es pasar como mínimo una noche en la isla para empaparse del ambiente mágico y de las luces deslumbrantes que regala la aurora. El puerto de Yumani es el punto más habitual de desembarco. En la pequeña bahía hay establecimientos donde comprar agua y comer algo antes de emprender la subida a la zona donde se encuentran los alojamientos. Empinado se queda corto para describir el ascenso en vertical de las escalinatas (de uso obligado). A 4.000 metros de altitud, hay que tomárselo con mucha calma, ir parando en las tiendecitas que jalonan el camino, llevar agua y caramelos de hoja de coca y sentarse a menudo para contemplar el bellísimo paisaje que va quedando atrás. La isla, de orografía accidentada y rocosa, mide unos 10 kilómetros de largo por 3 de ancho.

Excursión por un sendero inca en la isla del Sol (Bolivia), en el lago Titicaca.
Excursión por un sendero inca en la isla del Sol (Bolivia), en el lago Titicaca.Fabio Lamanna (Getty)

En la comunidad de Yumani hay ruinas incas como el templo de Pil­kokaina y la Fuente de la Vida, aunque las más importantes están al norte de la isla del Sol, en la comunidad de Chalapampa. Desde Yumani solo se puede acceder en bote o en una travesía de cuatro horas por un sendero que cruza la isla y que no es siempre transitable. El templo del Sol, la Roca Sagrada y la Mesa de las Ceremonias hablan de la importancia de este lugar en la cosmogonía inca. Desde Chalapampa se llega en lancha a la isla de la Luna.

El atardecer y el amanecer son los momentos clave en la isla del Sol, lugar en el que afirma la leyenda que el dios Viracocha creó la humanidad tras el gran diluvio. Conviene alojarse en lo más alto de Yumani y elegir una habitación con grandes ventanales a la bahía para contemplar el espectácu­lo del sol asomándose tras la cordillera Real, con sus cimas de nieve perpetua que alcanzan los 6.000 metros de altitud. En Yumani no hay alumbrado y el silencio es denso y profundo al caer la noche. Hay diversos restaurantes en los que sirven deliciosos productos de la zona, como asado de trucha recién pescada en el lago, sopa y ensalada de quinua. Y en silencio absoluto se observa el firmamento que debió inspirar a Viracocha.

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