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Fuera de ruta

El misterioso señor de Pakal

Una aventura por Chiapas, al sur de México, tierra del ‘zapaturismo’, el gran cañón del Sumidero, las tradiciones místicas en San Juan Chamula y los yacimientos mayas

El Templo de las Inscripciones del yacimiento maya de Palenque, en Chiapas (México).
El Templo de las Inscripciones del yacimiento maya de Palenque, en Chiapas (México).Melvyn Longhurst (Alamy)
Sergio C. Fanjul

Cuando el guía acerca la barca a la orilla del Grijalva y señala al cocodrilo, el cocodrilo parece de cartón piedra. Pero luego se revuelve y se escabulle en el agua y da miedo. A cada lado del río se levantan unas paredes verticales de roca caliza que llegan a alzarse cientos de metros formando un impresionante monumento natural: el cañón del Sumidero, muy cerca de la ciudad de Chiapa de Corzo. En la batalla de Tepetchía, año 1532, se dice que los indígenas de la zona prefirieron arrojarse desde allá arriba antes que someterse a los conquistadores. “Si dudan de la veracidad del cocodrilo pueden tirarse al agua y comprobarla”, dice el guía.

javier belloso

Este parque nacional es una de las atracciones del Estado mexicano de Chiapas, muy al sur, donde México acaba y se convierte en Guatemala, selva mediante. En estas tierras el viajero puede encontrar naturaleza exuberante, gastronomía adictiva, ruinas mayas y el llamado zapaturismo. Por aquí saben que el levantamiento del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) en enero de 1994 puso el nombre de Chiapas en el mapa y lanzó a la fama a su líder, el subcomandante Marcos. Los zapatistas, en nombre de la causa indígena, supieron aprovechar los medios de comunicación, generando oleadas de simpatía.

En el enclave arqueológico de Palenque hay un acueducto, un palacio y un juego de pelota, pero el 98% sigue oculto

Aunque la capital del Estado es ­Tuxtla Gutiérrez (donde están el aeropuerto y museos dedicados al café, la marimba o la paleontología), San Cristóbal de las Casas ha sido siempre el atractivo turístico. Fundada en 1528 por Diego de Mazariegos, es una joya arquitectónica colonial, de calles empedradas e incontables iglesias. Ahora también es capital del zapaturismo. Ahí se pueden encontrar cafés zapatistas (como TierrAdentro Café) y librerías especializadas en economía y política alternativa (como La Cosecha o Chilam Balam). Los libros, fotos y camisetas de Marcos y el EZLN son, paradójicamente, un reclamo turístico en una ciudad que los zapatistas detestaban como cuna criolla y que asaltaron durante unas horas en el levantamiento de 1994. Entre sus salas de exposiciones están el Museo de Medicina Maya, el Mesoamericano del Jade o el del Ámbar. La oferta hotelera es enorme y como en todo México, se pueden encontrar puestos de los típicos tacos o quesadillas a precios económicos.

Otra historia es la cercana localidad de San Juan Chamula, en los Altos de Chiapas, con un paisaje parecido al del norte de España. Aquí la atracción es de corte místico: su famosa iglesia en la que se rinden cultos que mezclan las tradiciones indígenas, católicas y evangélicas. En su interior oscuro y brumoso, vacío de bancos, las ancianas encienden velas en el suelo sembrado de ramas de pino y los hombres, ataviados con peludos sacos de piel de borrego blanco, tocan y cantan extrañas letanías lisérgicas. A veces celebran rituales con refrescos carbonatados y gallinas. Los santos, pálidos como vampiros, portan un espejo en el pecho donde el feligrés se ve reflejado. No se permite tomar fotos, y cobran entrada. Hacia el norte nos adentramos en la selva Lacandona, desde donde el EZLN firmaba sus comunicados. De aquel movimiento quedan cinco comunidades en los alrededores, llamadas caracoles (con suerte y contactos se puede visitar alguna).

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Se dice que la puerta de la selva está en Ocosingo. Camino a Palenque están las cascadas de Agua Azul, cuya agua, en sus remansos calcáreos y con la luz adecuada, es del color que se promete. Otras cascadas de renombre son las de El Chiflón (con nombres como El Suspiro, Ala de Ángel o Velo de Novia), con caídas incluso de 70 metros, hasta albercas de color turquesa: subir hasta la última rompe las piernas, pero luego se puede descender en tirolina, sobre la jungla. Si uno quiere playa puede viajar a la costa sur, donde Puerto Arista se moja en el Pacífico: allí se encuentran arena fina, palmeras y cuatro santuarios de tortugas.

Vista aérea del cañón del Sumidero, en Chiapas (México):
Vista aérea del cañón del Sumidero, en Chiapas (México):diego grandi (Getty)

Templo de las Inscripciones

Siguiendo al norte se llega a Palenque, donde está el primer enclave arqueológico maya descubierto (en 1773). Ahí se aprende sobre los aristócratas mayas, con sus cráneos deformados, su estrabismo provocado, sus plumas de quetzal y sus extraños maquillajes y adornos. También sobre sus rituales, como tomar hongos alucinógenos, hacerse sangrar la lengua y esperar a que de la sangre surja una serpiente que hable por un muerto. En el Templo de las Inscripciones está enterrado el rey más notorio y misterioso de la ciudad, Pakal el Grande o señor de Pakal, pero además hay un acueducto, un palacio, un juego de pelota…, todos del Periodo Clásico, entre el año 400 y 700. Un paseo por la selva circundante muestra edificaciones silenciosas y atávicas comidas por la vegetación, como en una película de exploradores: el 98% del yacimiento sigue sin recuperar, escondido en lo frondoso.

Guía

Otros enclaves arqueológicos cercanos son Bonampak o Yaxchilán, este último en la ribera del río Usumacinta, que separa México de Guatemala. La civilización maya desapareció antes de la llegada de los europeos, envuelta en el misterio. En la zona se ofrecen excursiones en las que se pernocta en poblados de los indígenas lacandones y se dan paseos selváticos: con un poco de suerte aparecen los monos aulladores o el tucán real, con un poco de mala suerte los jaguares. Por el camino, las enormes ceibas, árbol sagrado para los mayas que sostiene el cielo y lo conecta con el inframundo (los más esotéricos los abrazan para pillar energía telúrica). O el ficus matárbol o matapalo, que rodea a los árboles hasta acabar con ellos y permanece en su lugar como una cáscara vacía. La ley de la selva.

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Sobre la firma

Sergio C. Fanjul
Sergio C. Fanjul (Oviedo, 1980) es licenciado en Astrofísica y Máster en Periodismo. Tiene varios libros publicados y premios como el Paco Rabal de Periodismo Cultural o el Pablo García Baena de Poesía. Es profesor de escritura, guionista de TV, radiofonista en Poesía o Barbarie y performer poético. Desde 2009 firma columnas y artículos en El País.

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