Valdelana, hospitalidad vitivinícola en Elciego

Contiguo a la bodega-museo que regenta en Elciego la familia Valdelana, con el enólogo Juan Jesús a la cabeza, este establecimiento de agroturismo inaugurado en 2012 ofrece la experiencia única de unos dormitorios etílicos fundados sobre unos calados subterráneos de los siglos XV y XVI. ¿Etílicos? Sí, porque en tiempo de vendimia el búfer aromático de alcoholes, ácidos, ésteres, terpenoles, fenoles y norisoprenoides que acompaña al durmiente día y noche tiene aquí el mismo valor que las honduras de su bodega, adornada con restos del Paleolítico, el Neolítico, la celtiberia peninsular y esos basamentos con que los romanos iniciaron la cultura vitivinícola riojana.

Por no mencionar los ladrillares y aperos que el siglo XIX impuso en el sitio de los viñedos por haber sobrevivido casi de milagro a la filoxera. Cuatro generaciones de Valdelana han estado a cargo desde entonces de estas cuatro hectáreas milagrosas de tempranillo, graciano, viuda y mazuelo a los pies mismos de la sierra de Cantabria.

Buenas razones no faltaban para que la familia abriera la bodega a las visitas turísticas. Y, ya puestos, a la habilitación de seis dormitorios en su interior con la sencillez de un crianza y el rigor de un reserva. Seguramente los baños contienen demasiados miriñaques y ángulos no muy cómodos. Y las alcobas resultan algo pequeñas, adornadas con innecesarias volutas en las paredes y antiguallas de sillones. Pero atesoran un menaje hogareño de vitrocerámica, microondas, lavavajillas, cafetera y utensilios diversos para una estancia prolongada.

Desde la terraza se disfruta de unas vistas envidiables sobre Elciego, con la iglesia de San Andrés (siglo XVI) en primer plano y la moderna cubierta de titanio diseñada por el arquitecto Frank Gehry para el hotel Marqués de Riscal, más al fondo.

La oferta enoturística de Valdelana contiene una tentadora secuencia de actividades en torno al vino. Unida al precio de la habitación va una visita guiada a la bodega, convertida en un museo etnográfico con acceso a un calado de 1400, una capilla de 1583 y una colección de fotografías del siglo XIX. Como opción, no faltan las preceptivas catas de vinos, unos espectaculares almuerzos en el viñedo y la incursión en el Túnel de los Sentidos, donde se aprende a distinguir los colores y aromas del vino. El más notable, Centvm Vitis, un vino de autor que fusiona pétalos de oro con cepas de 140 años.