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Por el corazón del Valle de Arán

De Vielha a Les, un día de marcha por el Camino Real de Arán, una antigua ruta que, durante siglos, fue la única vía de comunicación entre las localidades aranesas

Ciclistas en el Camin Reiau, en el valle de Arán (Lérida), entre los pueblos de Unha y Gessa.
Ciclistas en el Camin Reiau, en el valle de Arán (Lérida), entre los pueblos de Unha y Gessa. Gonzalo Azumendi (agefotostock)
Paco Nadal

El valle de Arán es especial. Y no solo porque sea el único valle altopirenaico español que desagua hacia el norte. Sus nueve mil habitantes y una treintena de pueblos comparten una lengua -el aranés- de origen occitano; una estructura política con cierta autonomía dentro de Cataluña; una cultura enraizada con las familias gasconas del sur de Francia y una historia muy ajetreada que les llevó a decidir, de forma voluntaria, pertenecer a la corona de Aragón en vez de al reino de Francia, pese que éste les quedaba mucho más accesible y cercano. Hasta la inauguración en 1948 del primitivo túnel de Viella sus vecinos quedaban durante buena parte del año incomunicados del resto del país.

Hoy Arán es uno de los valles más ricos del Pirineo (en parte, gracias a la estación de esquí de Baqueira), pero para conocerlo de forma más intimista y pausada conviene recorrer el Camín Reiau (camino real), un antiguo camino carretero paralelo al río Garona que durante siglos representó la única vía de comunicación entre las localidades aranesas.

El camino señalizado baja desde el puerto de la Bonaigua hasta la frontera con Francia, pero tampoco es necesario hacerlo todo de un tirón. Hay agradables tramos que se pueden realizar cómodamente en un día de marcha, como el que une los pueblos de Vielha y Les, en el Bajo Arán.

El primer pueblo que aparece, aguas abajo, es Aubèrt, pequeña localidad de 150 habitantes a unos cuatro kilómetros de Viella famosa por su iglesia románica de San Martí. Lo bueno del Camino Real de Arán es que en buena parte discurre por zonas frondosas, pegadas al río, donde las copas de hayas, robles y abetos suavizan los rigores del estío. Arán mira al norte y goza de un clima más atlántico que otros valles pirenaicos españoles, por lo que la densa vegetación teje un entramado verde de mil tonalidades.

El río Nere a su paso por el pueblo de Viella, en el valle de Arán (Lérida).
El río Nere a su paso por el pueblo de Viella, en el valle de Arán (Lérida).Paco Calvino (Getty)

El siguiente pueblo que aparece en la ruta, Es Bordes, es genuinamente aranés. Las normas urbanísticas del valle obligan a construir con materiales autóctonos (piedra, pizarra y madera) y según los patrones de la arquitectura tradicional de la comarca. Por eso los pueblos de Arán son un ejemplo de armonía estética. Las callejuelas de Es Bordes evocan al visitante escenas cotidianas de muchos siglos atrás. Desde el pueblo, una pista forestal asfaltada conocida como la ruta del Aneto sube hasta la Artiga de Lin, un interesante paraje natural a 1.800 metros de altitud. En la plaza de Es Bordes encontraremos una fuente donde rellenar la cantimplora. Cruzamos la localidad a lo largo y bajamos una cuesta hasta reencontrar de nuevo el cauce del río.

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El puente del Lobo, un histórico vado sobre el Garona, obliga a cruzarlo más tarde para retomar la traza del Camín Reiau en la otra orilla, donde otra importante masa forestal aboveda la senda. Bosques que son además auténticas despensas naturales; según la época del año ofrecen níscalos, ceps (boletus), setas, fresas, frambuesas, moras, arándanos…

Con tan suculenta oferta se alcanza Bossòst -la tercera población en importancia del valle de Arán- y 45 minutos después Les, la última localidad antes de que el Garona abandone Arán y se interne definitivamente en Francia.

Si no se han previsto dos coches al inicio y final de la ruta, queda desandar el camino o esperar el bus de la ruta intervalle que mantiene el Conselh Generau d’Aran y que une la mayoría de localidades aranesas con varias frecuencias diaras.

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