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Antequera, un fascinante laberinto

Molletes en el desayuno para ganar energía y recorrer los dólmenes, las iglesias, el museo que guarda la escultura romana de un efebo y El Torcal, un enclave kárstico único

La alcazaba de Antequera y, al fondo, la Peña de los Enamorados.
La alcazaba de Antequera y, al fondo, la Peña de los Enamorados.Michael Thornton (Getty Images)

No es lo mismo estar en el centro que ser el centro. En este caso, sí. Antequera está en el centro de Andalucía, es un cruce de caminos, incluidos la Via Domitia romana y el AVE. Y es un centro, un ónfalos marcado por la piedra y la montaña primordiales; un sitio declarado patrimonio mundial por la Unesco en julio de 2016. Lo era hace 7.000 años, cuando se construyeron sus dólmenes, antes que las pirámides de Egipto. Y también después, en el largo pique con Málaga por ser capital de provincia, y diócesis. En el Siglo de Oro, Oaxaca (México) era el virreinato de Nueva Antequera, regido por un paisano. Ahora son pocos vecinos, unos 40.000. Pero podría considerarse que afortunados, con solo un 7% de paro. Y optimistas, desde aquella frase de mármol: “Salga el sol por Antequera… y sea lo que Dios quiera”. La dijo el infante don Fernando (de Antequera), cuando le advirtieron que iba a acometer la conquista de la plaza mora con el sol de frente. Lo consiguió.

El centro de Antequera.
El centro de Antequera.Javier Belloso

9.00 Leyenda de los enamorados

A las afueras de la ciudad está el sitio declarado patrimonio universal el pasado julio. Lo conforman tres dólmenes, la Peña de los Enamorados y el bosque de piedra de El Torcal; cinco elementos relacionados por su orientación, como aclaró el profesor de Cambridge Michael Hoskin. Hay un centro de acogida para la visita (gratuita) de los dólmenes de Menga y Viera (número 1 en el mapa), que están juntos. Un audiovisual explica, entre otras cosas, que el primero, un espacio extraordinario por su monumentalidad, se levantó hacia el 3800 antes de Cristo, y el de Viera algo después. El tholos de El Romeral, otro monumento megalítico, queda algo más apartado (pero bien indicado en carretera). Frente a los tres, la Peña de los Enamorados (2) (en una finca privada) fue punto de referencia y lugar de culto (hay abrigos con pinturas rupestres), y Washington Irving, romántico como era, escribió una leyenda de romance de frontera.

10.00 Vista desde la alcazaba

Antes de hincar el diente a la ciudad, conviene leerla desde la alcazaba (3). Desde sus torres (no queda mucho más) se tiene una visión en 360 grados del propio reducto, los varios cintos de murallas y puertas, la ciudad toda, la vega, y la sierra que les guarda las espaldas. Abajo, el río de la Villa y el Henchidero, edificio que recuerda el pasado textil y la docena de fábricas que llegó a tener la ciudad. El llamado Arco de los Gigantes (4) (Hércules y compañía) da paso a un rellano donde se alza la Colegiata de Santa María (5), según planos de Diego de Siloé ejecutados por Diego de Vergara. Lo explican dentro, en un audiovisual; fue sede de una cátedra de Gramática en el Siglo de Oro y quedó sin culto a finales del XVII. A la vera del templo aparecieron unas termas romanas, cuya excavación lleva años parada, lo mismo que las de las ciudades vecinas de Singilia y Nescania.

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El dolmen de Menga, en Antequera, tiene 32 megalitos, grandes piedras verticales (ortostatos) y horizontales (cobijas), una de ellas de 180 toneladas.
El dolmen de Menga, en Antequera, tiene 32 megalitos, grandes piedras verticales (ortostatos) y horizontales (cobijas), una de ellas de 180 toneladas.José Antonio Moreno (Agefotostock)

11.00 Belleza pagana

Para dar con restos de Antikaria y esas otras ciudades romanas hay que bajar a la plaza del Coso Viejo. En el palacio de Nájera se aloja el Museo de Antequera (6), remozado hace un lustro. Allí hay un efebo de bronce, tamaño natural, que justifica él solito el viaje; según el profesor García Bellido, “es la estatua romana más bella de la Península”. No está solo, la cabecita de la Afrodita de Antequera, la de Nero Germanici, los mosaicos, el columbario (tumba) de Acilia Plecusa… son una muestra breve pero exquisita. Como contrapunto a la belleza pagana, en el segundo piso un san Francisco de Pedro de Mena (muy similar al de la catedral de Toledo) se rodea de tallas y lienzos religiosos, algunos mexicanos (por la conexión con el virreinato).

12.00 Iglesias y cofradías

No es la única exposición. A solo unos pasos, el convento de las Descalzas aloja un Museo de Arte Sacro (7) (Mena, la Roldana, más pintores mexicanos) y algo más arriba, en la barroca Casa de Colarte, el MAD (8) (Museo de la Diputación), con artistas del XIX. Cosa aparte son las iglesias, o las cofradías de Semana Santa, algunas con su propio museo (como la del Socorro, en el barrio alto del Portichuelo). De la treintena de templos son imprescindibles San Pedro (9) (una catedral de recambio, por si se le concedía a la ciudad el obispado), los Remedios (10) (haciendo bloque con el Ayuntamiento y cubierto de murales) o el Carmen (11), asomado al río, con un artesonado singular. Las cofradías son muy ricas (no hubo saqueo en la Guerra Civil) y tienen su propio ritual semanasantero; el más llamativo, “correr la vega”, en la noche de Jueves y Viernes Santo, cuando suben a la carrera una cuesta portando a hombros los tronos con las imágenes.

El paisaje kárstico de El Torcal de Antequera.
El paisaje kárstico de El Torcal de Antequera.Getty Images

14.00 La porra, el pío y el ajoblanco

En la plaza de San Francisco está el Mercado de Abastos (12), y allí mismo el restaurante Lydia Plaza nos brinda un respiro en sus comedores o terrazas. Quedan cerca también el Mesón Juan Manuel (13) (San Agustín, 1), Reina (al lado) o El Angelote y Las Hazuelas (14) (Coso Viejo). Para el desayuno, los deliciosos molletes (panecillos ovalados y esponjados), y también es recomendable probar la porra antequerana (especie de salmorejo), el pío antequerano (plato frío de bacalao) o el ajoblanco. De postre, bienmesabe, pestiños y otras fruslerías que, por cierto, venden a través del torno las clarisas de Belén o las descalzas. Sobremesa en El Torcal (15 . Está a unos 17 kilómetros (si no se dispone de coche, cinco empresas organizan excursiones). Cuenta con centro de visitantes donde se obtiene información sobre el origen del complejo kárstico, uno de los mayores de Europa. También sobre flora, fauna y rutas (cortas o largas) para adentrarse en ese fascinante laberinto de piedra.

19.00 La hora bruja

El tapeo no tiene horas, pero sitios, muchos. Al caer la tarde, vistas impagables en El Escribano (16), junto a Santa María, o tertulia en el Casino (17) (que era un banco: la barra sigue siendo el mismo lujoso mostrador). Más entrada la tarde, tres son las zonas calientes, calle Calzada, Coso Viejo y Alameda, en torno a la plaza de toros; en esta última, El Cortijo (18) pone música chill out en la terraza, al lado del Parador (19). Y no hay que olvidar la afición flamenca: la Niña de Antequera tiene dedicado un mirador al pie de Santa María (20), y la peña Juan Casillas organiza veladas dentro de los cánones locales del cante (www.turismo.antequera.es).

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