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Fuera de ruta

10 grandes viajes para hacer una vez en la vida

La sabana africana, las islas Galápagos, la Antártida o Japón. Destinos para quienes buscan experiencias difíciles de superar

Cebras en el parque nacional africano Masái Mara, en Kenia (en la frontera con Tanzania).
Cebras en el parque nacional africano Masái Mara, en Kenia (en la frontera con Tanzania). narvikk (Getty)

Quién no ha soñado alguna vez en un día de perros en la oficina con mandarlo todo a paseo e irse a dar la vuelta al mundo? O quizá perderse en la Antártida, recorrer durante semanas Japón de norte a sur, cruzar el Atlántico en velero… Hacer realidad ese gran sueño viajero que siempre hemos idealizado, pero para el que nunca encontramos hueco (que si los estudios, que si la hipoteca, que si los niños, que si el trabajo…). Un año sabático es la opción perfecta, pero con un mes entero en muchos casos vale. O cuando dejamos de trabajar (según las estadísticas, cada año son más los españoles que se jubilan antes de la edad legal; en concreto, en 2016 un 44,6% de los jubilados lo hicieron antes de lo que les correspondería). ¿Eres uno de ellos? Bienvenido a ese cada vez más numeroso grupo de gente que puede encontrar tiempo para un viaje largo. Por si ha llegado el momento, aquí van 10 ideas muy variadas para esa gran escapada que solo harías una vez en la vida.

El Camino Francés, el más conocido, es aconsejable si el caminante a Santiago no quiere estar mucho tiempo solo

1 La vuelta al mundo

Circunvalar el planeta es uno de los sueños recurrentes que por lo general solo se pueden hacer realidad en dos momentos de la vida: o cuando eres joven y no tienes un duro, pero tampoco nada que perder…, o cuando has llegado a una edad en que ya has ahorrado dinero y tampoco tienes nada que perder. Una vez tomada la decisión, hay muchas formas de encarar la aventura. Para planificar la operación están, por ejemplo, los bonos Round-the-World (RTW), billetes de avión con múltiples paradas para montar una ruta alrededor de la Tierra que tienen un precio entre 2.000 y 5.000 euros, dependiendo de las escalas que queramos hacer y las compañías aéreas que elijamos. Los ofrecen los tres grandes consorcios aéreos: OneWorld, SkyTeam y Star Alliance. El único requisito es diseñar la ruta siempre en el mismo sentido, de este a oeste o viceversa. En sus webs se encuentra información sobre condiciones y tarifas y un planificador de itinerarios para dar la vuelta al mundo. En Internet hay también multitud de blogs de viajeros que ya cumplieron ese sueño y dan consejos y cantidad de datos prácticos para reproducir la aventura. Aconsejable también el libro Cómo preparar un gran viaje, de la Editorial Viajera. Asimismo, hay agencias especializadas en organizar una vuelta al mundo; entre ellas, Round the World Flights, Round the World Experts y Travel Nation (todas de habla inglesa).

El Camino del Norte a su paso por la provincia de Gipuzkoa.
El Camino del Norte a su paso por la provincia de Gipuzkoa.Guillermo Casas Baruque (Getty)

2 El Camino de Santiago

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Es un clásico, pero nunca falla. La aventura vital de caminar durante cientos de kilómetros hacia la tumba del apóstol no tiene edad, pero sí necesita de tiempo. Una aventura que le ha cambiado la vida a mucha gente porque es más que una simple marcha senderista. La magia de caminar por una ruta llena de historia y arte; el reto de andar durante días y días soportando ampollas, tendinitis, frío y calor; el hecho de compartir momentos especiales en albergues con gente desconocida que anhela el mismo sueño que tú, y la emoción de entrar por fin en el Obradoiro compostelano tras haber superado mil penalidades hacen de este viaje la aventura perfecta para momentos personales especiales. Y como más se siente esa emoción es haciendo el Camino completo, de un tirón, para que dé tiempo a empaparse de su magia. El Camino Francés, el más conocido y transitado, es aconsejable si el caminante no quiere estar mucho tiempo solo. La mejor época es mayo, junio y septiembre; en verano es altamente desaconsejable: lleno de gente y un calor que te mueres. Si se busca una experiencia más solitaria, el Camino del Norte o el Portugués, que son en general bastante menos transitados. La Vía de la Plata es muy bella en primavera.

Un safari en África es una aventura sin edad ni requisitos especiales cuya logística hace que sea muy participativo

3 La sabana africana en camión

La sola mención de esas dos palabras —safari y África— excita la imaginación de cualquier viajero. Si además se viaja en un camión especial todoterreno, adaptado para las pistas africanas, y se duerme la mayoría de las noches en acampada en mitad de la naturaleza más salvaje escuchando el rugido de los animales, el éxito de la aventura está garantizado. Es además un periplo sin edad y sin requisitos especiales: he visto gente madura que jamás había dormido en una tienda de campaña, y que lo más salvaje que había visto en su vida era el Safari Park, disfrutar como niños de los atardeceres de África, del polvo de la sabana y de las incomodidades de una letrina rodeada de hienas hasta el punto de caer rendidos ante la magia de África. La propia logística de estos viajes hace que sean muy participativos y muy aconsejables incluso para apuntarse en plan solteros: al cabo de un par de días viajando en la cabina adaptada de un camión, compartiendo anécdotas y experiencias, nadie es extraño en el grupo. Hay programas por Kenia y Tanzania con final en Zanzíbar, por Uganda o por Botsuana y Zimbabue —mis favoritos— con salida y/o llegada a las cataratas Victoria. En España los organizan Ratpanat, Kananga y Ankawa.

4 Japón

Una cultura tan diferente que hará las delicias de cualquiera que viaje para conocer y aprender. Pese a las dificultades del idioma (es muy fácil moverse en transporte público por Japón), es un destino más que recomendable para ir por cuenta propia, sin necesidad de grupo organizado. Japón ofrece cultura, exotismo, buena gastronomía y un poco de todo para hacer: naturaleza, playas, templos, grandes ciudades… Además, eso de que Japón es tremendamente caro es un mito; ocurrió en los noventa, cuando su economía y su moneda estaban disparadas, pero ahora Japón no es mucho más caro que cualquier otro destino. Diría que incluso en algunos aspectos, como por ejemplo la comida y los restaurantes, es más barato que España. Varias compañías aéreas vuelan tanto al aeropuerto de Osaka como al de Tokio (por ejemplo, Turkish Airlines, vía Estambul), lo que permite hacer un recorrido lineal y aprovechar mejor el tiempo. Otro consejo es adquirir el JR Pass, el pase de viajes ilimitados de los ferrocarriles japoneses. Permite ahorrar mucho dinero en transporte; pero, ¡ojo!, solo se puede comprar fuera de Japón (en agencias especializadas, como por ejemplo Viajes HIS).

Monjes en el templo de Bayon, en Angkor (Camboya).
Monjes en el templo de Bayon, en Angkor (Camboya).TAMVISUT (Getty)

5 Angkor (Camboya)

Si solo tienes tiempo y dinero para visitar unas ruinas arqueológicas en tu vida, elige Angkor. Cualquier adjetivo que se le quiera aplicar a la antigua capital del reino jemer se queda corto. Y eso que, según a qué horas y en qué días, las masas de visitantes saturan las ruinas hasta el punto de que los árboles no dejan ver el bosque. Y aun así, nada rompe el encantamiento que te queda tras la visita a un lugar único en el mundo. Porque por su tamaño —unos mil restos arqueológicos—, por ubicación —en mitad de una selva tupida— y por su calidad escultórica y constructiva, los templos de Angkor pueden ser considerados como una de las maravillas de la Antigüedad, a la altura de las pirámides de Egipto o las grandes ciudades pétreas de Perú y México. La antigua capital real de Camboya muestra ocho siglos de historia de Indochina esculpidos en columnas, estupas, frisos y relieves. Las ruinas se extienden a lo largo de unos 410 kilómetros cuadrados en la jungla noroeste de Camboya, en las cercanías del lago Tonle Sap y a unos 130 kilómetros de la frontera con Tailandia.

Leones marinos tumbados al sol en una playa de las islas Galápagos.
Leones marinos tumbados al sol en una playa de las islas Galápagos.Niels van Gijn (Getty)

6 Islas Galápagos

Si hay un lugar en el imaginario colectivo que asociamos al arca de Noé son las islas Galápagos. Ese enorme zoo natural a cielo abierto que visitó Darwin en 1835 en su viaje a bordo del Beagle, lleno de iguanas, tortugas gigantes, lobos de mar y todo tipo de animales endémicos que sestean al calor de los paisajes volcánicos. Bien, pues cuando por fin logras llegar allí te das cuenta de que no era un invento de los folletos turísticos: el archipiélago de Colón es exactamente así, tan espectacular como lo habíamos soñado siempre. Un sitio raro, extraño, que no se parece a ningún otro que hayamos podido ver antes.

Para visitarlo hay que contactar con el hotel o el barco elegidos y reservar plaza para las fechas deseadas. Luego se hace el prerregistro (obligatorio) a través de una web del Gobierno ecuatoriano detallando las fechas y dónde nos vamos a alojar. En un plazo de tiempo recibes un e-mail autorizándote la entrada a Galápagos. El número máximo de visitantes que admiten las islas son 110.00 al año (aunque algunos años esta cifra se dispara hasta 200.000). Los vuelos salen desde Guayaquil, en la costa continental ecuatoriana, hacia los aeropuertos isleños de San Cristóbal, Baltra e Isabela.

Paseantes en el puente de Carlos, en Praga.
Paseantes en el puente de Carlos, en Praga.borchee (Getty)

7 Europa, ¿por qué no?

Lo normal es aprovechar ese viaje de unavezenlavida para hacer esa locura que nunca pudiste hacer antes… y que nunca más vas a repetir. Pero no todo el mundo sueña con irse a las antípodas o con pegarse 14 horas de avión. En Europa hay muchas cosas que hacer también. Por ejemplo, alquilar un coche y recorrer la Toscana y todo el norte de Italia: un viaje maravilloso en primavera o en otoño. O la indómita y fascinante Islandia. O hacer un circuito clásico de Viena, Budapest y Praga en hoteles de lujo, un plan que nunca falla. París y Londres tampoco son mala opción, aunque es verdad que a esas dos ciudades se puede ir un fin de semana en un vuelo low cost por menos dinero del que uno se gastaría quedándose en casa.

Pingüinos en la Antártida, cerca de la estación de McMurdo.
Pingüinos en la Antártida, cerca de la estación de McMurdo.Alasdair Turner (Getty)

8 La Antártida

La Antártida es el viaje de los viajes. En todos los sentidos, incluido el económico. La juerga no sale por menos de 5.000 euros por cabeza, por lo que se antoja una aventura para esa edad en la que la palabra millennials te suena a programa de software. Las escasas navieras que ofrecen este recorrido zarpan de Ushuaia (Argentina) y salen por el canal de Beagle en dirección al paso de Drake y la península Antártica. Cada día —mañana y tarde—, la tripulación hace descender las barcas auxiliares y se baja por turnos a tierra. No puede haber más de 100 personas al mismo tiempo en la costa. Una vez en ella, tampoco puedes moverte libremente: hay lugares y sendas señaladas para no molestar demasiado a los pingüinos y cormoranes, que en el verano austral estarán criando. Durante las horas de travesía hay conferencias a cargo de expertos biólogos y geólogos sobre la fauna, la mineralogía y la historia de la Antártida. Cuando te acomodas en uno de los sillones de las cubiertas acristaladas o te acodan en la borda, te ves rodeado por un cinemascope de glaciares, icebergs, picos nevados y aguas gélidas por las que saltan ballenas, pingüinos, orcas, focas… que te dejan boquiabierto. No hay un solo rincón de la Antártida que decepcione.

9 Cruzar el Atlántico a vela, aun sin título de capitán

No hay que ser un lobo de mar para cruzar el Atlántico a vela. Ni tener el título de capitán de yate. Te llevan. Lo cual no quita ni un ápice de mérito a la aventura de llegar a América como lo hizo Colón. Hay varias empresas especializadas en el turismo náutico y en alquiler de barcos que tienen que mover las naves que chartean de un mar a otro, según temporada. En noviembre se van del Mediterráneo al Caribe. Y en primavera hacen el recorrido inverso. Aprovechan esos viajes en vacío para vender plazas a viajeros sin titulación náutica que quieran vivir la experiencia de cruzar el Atlántico a vela. Algunos contemplan la posibilidad de unirse a ellos en Canarias, acortando los días de navegación. Durante la travesía, los pasajeros ayudan en las tareas del barco y tienen tiempo de sobra para escribir sus diarios de a bordo y disfrutar de una experiencia única en la vida. La de estar rodeados por la inmensidad azul de un océano.

10 Un crucero diferente

Irse de crucero no significa necesariamente pasar una semana bailando la conga y comiendo en el bufé con otros 5.000 cruceristas. Hay cruceros-expedición en barcos pequeños que atraviesan zonas remotas imposibles de ver de otra manera y en los que la nave es solo el vehículo que permite vivir experiencias únicas, no el fin en sí del viaje. Uno de los más espectaculares es el que organiza la compañía chilena Australis entre Punta Arenas y Ushuaia por los canales patagónicos. La mejor —y casi única— manera de descubrir esta increíble e inaccesible región de la Tierra del Fuego. El colofón del recorrido es —si el tiempo lo permite— desembarcar en el cabo de Hornos.

Otro que no decepciona para disfrutar de la naturaleza en estado puro es el de Alaska. La gran especialista en este destino es la naviera Holland America, que ofrece más de 17 salidas anuales entre mayo y septiembre de diversa duración, desde 7 hasta 20 días, visitando los grandes glaciares, entre ellos el Hubbard, una de las lenguas de hielo más activas del mundo, con unos increíbles 411 metros de altura en su frente. No es una juerga barata (en realidad no lo es por ningún territorio extremo), pero los hay desde 1.000 euros por persona en camarote interior; eso sí, hay que sumarle el vuelo hasta Vancouver, en Canadá, que es de donde salen los barcos. Otro crucero memorable es el que recorre las islas Svalbard, que pertenecen a Noruega, pero están a solo 900 kilómetros del Polo Norte. El buque polar Plancius circunvala el archipiélago en viajes de una semana, con salida y llegada en Longyearbyen, su capital (SAS llega hasta allí vía Tromso).

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