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Fuera de ruta

Templos a la educación en Florida

El arquitecto Frank Lloyd Wright construyó en los años cuarenta y cincuenta 12 edificios universitarios en Lakeland

Vivienda proyectada por el arquitecto Frank Lloyd Wright para el Florida Southern College.
Vivienda proyectada por el arquitecto Frank Lloyd Wright para el Florida Southern College. Cortesía del Florida Southern College

Frank Lloyd Wright (1867-1959), de quien se cumplen el 8 de junio los 150 años de su nacimiento, escribió una autobiografía y construyó otra. En la primera amalgamó los vendavales de su vida privada con el cuerpo de pensamiento que nutrió su arquitectura. La segunda se levanta en el Florida Southern College, institución metodista rodeada de naranjales en una ciudad de 100.000 habitantes bautizada Lakeland, a unos 80 kilómetros al sureste de Orlando. El imponente y manso lago Hollingsworth hace las veces de anfitrión. A su alrededor se despliega la pequeña ciudadela ideada por el proyectista de Wisconsin: 12 edificios y una red de paseos techados de dos kilómetros que se unen en diagonal como arterias entre facultades, sedes administrativas, prados, magnolias y otras plantas tropicales.

javier belloso

Frank Lloyd Wright era un septuagenario reconocido en el mundo cuando recibió en 1938 el telegrama que le invitaba a construir “un gran templo educativo en Florida”. En enero de ese mismo año había sido portada de la revista Time. Y tres años antes había emprendido la construcción de la residencia Kauf­mann (Pensilvania), más conocida como la Casa de la Cascada e icono de la arquitectura moderna. Tenía en su haber una trayectoria centrada en enraizar una arquitectura estadounidense que bebiera del Movimiento Moderno y fuese a la vez orgánica, que se deslindara de los cánones europeos y bebiera de valores locales y de la naturaleza de cada región donde trabajaba. Su estética absorbía elementos de culturas ancestrales mesoamericanas como los incas, toltecas, aztecas o mayas. “No se puede vivir toda la vida tomando ideas prestadas”, decía.

Por eso aceptó el reto, a pesar de que las perspectivas económicas que le ofrecía la universidad no eran ni claras ni atractivas. Durante su primera visita a Florida, en mayo de 1938, entre laderas de plantaciones de cítricos, le desveló el espíritu del proyecto a uno de los estudiantes encargados de acompañarle: “Cada edificio emergerá desde la tierra hacia la luz, como un hijo del sol”. La empresa duró 20 años, hasta que en 1958 se colocó el último ladrillo de la duodécima estructura de un total de 18 diseñadas en principio para el plan maestro de Lloyd Wright. Las demás se quedaron en planos.

En enero de 1938, el arquitecto había sido portada de la revista ‘Time’. Pocos meses después recibió el encargo

Bloques rectangulares

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El primer edificio se completó en 1941, en plena guerra mundial. La escasez de recursos y de mano de obra obligó a los directivos a ofrecer un paquete en el que los estudiantes quedaban exentos de pagar la matrícula si, además de asistir a clase, colaboraban con las obras. Así se construyó el eje del nuevo campus, la capilla protestante Annie Pfeiffer. Una enorme estructura formada por grandes bloques rectangulares y coronada por una empinada torre vertical de siete metros que sirve de claraboya. A simple vista no se sabe si se trata de un teatro de cine o de un pabellón de baloncesto.

Wright vertió en el templo toda su autenticidad. Para certificarlo basta con detenerse en los bloques que componen los muros del primer nivel, hechos con cuidado artesanal con cemento, arena y coquina, una piedra caliza local compuesta por esqueletos de coral y conchas marinas. Cada bloque tiene incrustados pequeños cuadrados de vidrio fundido en diversos colores que arrojan manchas de luces rojas, azules, verdes o ámbar.

Interior del edificio Thad Buckner, de Frank Lloyd Wright.
Interior del edificio Thad Buckner, de Frank Lloyd Wright.Cortesía del Florida Southern College

En el campus de Lakeland ya había algunos edificios construidos en estilo clásico georgiano desde mediados de los años veinte. Las dependencias estaban emplazadas según la cuadrícula clásica de universidades como Harvard o Yale. Por eso, el objetivo del entonces perseverante presidente de la institución, Ludd Spivey, era modernizar las instalaciones para atraer más estudiantes durante los turbulentos años treinta.

El resultado es un compendio de edificios armónicos que subrayan las bondades del paisaje. Aunque no lo parezca, todo sigue un patrón. La simetría y los símbolos estructuran el plan. Es el caso del Water Dome, una fuente de 49 metros de diámetro que representa el saber, el infinito y la universalidad. O la Biblioteca E. T. Roux, con su sala de lectura semicircular donde a mediados de los años cuarenta el estudiantado podía sentirse más cerca de una misión espacial que de un recinto de lectura.

Guía

No todos los edificios han envejecido bien y la mayoría han sufrido modificaciones que un tipo con un ego tan superlativo como Frank Lloyd Wright seguramente habría desaprobado. En todo caso, el campus es monumento nacional y está bajo observación de la World Monuments Fund, que vela alrededor del mundo por obras arquitectónicas relevantes amenazadas en su conservación. Como esta pequeña ciudadela en la que su creador buscó “una catarsis espiritual en el diseño”. “Y una estructura”, añadía, “que ejemplifique la libertad que en estos tiempos tanto necesita nuestra nación”.

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